Aún Duelen las circunstancias no afrontadas

¿Y ahora qué hago? ¿Te has encontrado alguna vez haciéndote esta pregunta ante los cambios bruscos de las circunstancias? Cuando las circunstancias cambian pueden tener muchas razones; y cualquiera sea la manera en que suceden, siempre parece que reaccionamos mal.

Particularmente a mí, no me gustan los cambios; me hacen sentir insegura, extraña, tal vez por ser muy estructurada, pero cuando Dios ha hecho cambios me han costado bastante. Los cambios en mi vida como hija de Dios pueden venir por diferentes caminos. Puedo pensar mínimamente en tres.

  • Circunstancias cambian por mi Pecado.
  • Circunstancia cambian por el Plan de Dios.
  • Circunstancia cambian por los Propósitos de Dios.

En la Escritura encontramos a un hombre que vivió estos cambios, y ese fue, Moisés. Éxodo 2:1-10 nos relata esta historia.

Moisés nace como esclavo, es rescatado por la princesa y criado como egipcio. Nunca se sintió realmente parte de ninguno de estos lugares. Tal fue la lucha que tenía con todo lo que Dios había permitido en su vida que un día explotó y, cuando lo hizo, fue con tal violencia que terminó matando a un hombre.

Cuando las circunstancias nos superan y no buscamos a Dios, terminamos actuando por nuestra cuenta de una manera impulsiva y dañando a otros.

En el mismo capítulo, 2:11-15, vemos que sus acciones tuvieron consecuencias. Faraón buscaba matar a Moisés. Probablemente Faraón no simpatizaba mucho con la idea de que el hebreo viviera con ellos, lo cierto es que ahora tenía una razón para sacarlo del palacio. Entonces Moisés huye. Huir es escapar, evadir, alejarse. Todas tenemos a flor de piel esa reacción, ¿no? Moisés huyó lo más lejos posible, se fue al desierto, buscó estar solo, sin entender que Dios lo veía y lo esperaba.

¡Muchas veces no entendemos que aún a pesar de nuestras malas decisiones Dios siempre espera que le busquemos!

En el capítulo 3 Moisés es enfrentado con el plan de Dios (v. 11) y su respuesta es: ¿Quién soy yo? Moisés sabia la respuesta; era un hombre confundido, sin embargo, Dios le busca. Fue Dios quien tomó la iniciativa. Con amor, esperó a que estuviera solo en el desierto para hablar con él porque para Dios Sus planes siempre serán mayores que mi independencia o imprudencia. Dios le enseña que no se trata de él, sino que se trata del YO SOY (v.14): “YO SOY EL QUE SOY”.  Ese poderoso Dios le mostraría que además tenía propósitos para su vida. Propósito, tiene que ver con propuestas. Propuestas que el Señor traerá a nuestras vidas sin importar nuestros temores, recuerdos o aún nuestra incredulidad.

Dijimos al comenzar que son varios los caminos de las circunstancias y, tristemente, dejan sus heridas. Heridas que solo se solucionan cuando tomamos un tiempo con Dios. Si los cambios fueron por mi pecado, en ese tiempo personal a solas con Él necesito Confesión. Salmos 38:18 dice “Por tanto confesaré mi maldad y me contristaré por mi pecado”. Darme cuenta de mi pecado no es agradable, pero es saludable porque si ese momento no llega, probablemente las cosas empeorarán. Salmos 39:2 también nos dice “Enmudecí con silencio aun respecto de lo bueno y se agravó mi dolor”. Dejar pasar el tiempo no cura nada, lo agrava. La postergación solo trae más aflicción.

Llegó el día de poner las cuentas en orden. Para Moisés fue frente a aquella zarza ardiente cuando su respuesta fue: “Heme aquí”. En otras palabras, ¡Aquí estoy! Y me pregunto, ¿era ese el lugar que Dios quería para él? ¡No lo era! Gracias a Dios que en Su bondad Él no se queda con nuestra realidad, sino con las posibilidades que nos dará para llegar a cumplir Sus planes y finalmente estar donde Él desea.

Dice 2 Timoteo 1:9 “quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Jesucristo”. Si los cambios fueron Planes de Dios, necesitamos: Confiar. Salmos 91:2 dice “Diré yo a Jehová, esperanza mía y castillo mío, mi Dios en quien confiaré”.  Salmos 56:3 “En el día que temo yo en ti confió”.

Años atrás me encontré animando a mi hija en una situación difícil y mientras conversábamos le dije: “Cuando en mi corazón tengo miedo, en mi cabeza debo tener memoria”. Fue muy cómico porque cuando se lo dije, me escuché a mí misma y me causó gracia. Pero es verdad, cuando tengo temor debo recordar la cantidad de veces que Dios me sorprendió con Su buena mano, que me dio una salida que no había contemplado, que me proveyó de la manera menos pensada. Porque aun estando en el desierto como Moisés, jamás estaremos solas.

Pero hay otro objetivo que Dios tiene al cambiarnos las circunstancias, Sus Propósitos, y frente a ellos necesitamos: Continuar. En Hebreos 11:27 Moisés queda registrado entre los héroes de la fe, “porque se sostuvo como viendo al Invisible”. ¡Que bárbaro! ¡Qué difícil es, a nuestra manera de pensar, ver lo que no se ve! Pero justamente eso es FE. Hebreos 11:1 dice “Es pues la fe la certeza de lo que se espera la convicción de lo que no se ve”. Te das cuenta de que, para quien confiesa, para quien confía, ¡siempre le es posible continuar! El valor de continuar porque no se trata de mí, se trata de Él. Entonces, que ningún recuerdo te mantenga huyendo. Que ningún temor ponga en tu mente desconfianza; que lo que hoy no ves te quite la esperanza de lo que viene. Curemos nuestras heridas y corramos a su lado para caminar en fe y gracia. Porque la gracia de Dios siempre nos hace aptas en sus manos.

Moisés creyó esto y fue un hombre usado grandemente por Dios. Él llegó a ser el libertador de la nación que había sido esclava por 400 años. A través de Moisés vino la ley de Dios para Su pueblo. Moisés escribió por dirección de Dios los primeros 5 libros de la Biblia. ¡Un hombre que afectó la historia de una manera tremenda! Y si Dios lo hizo con él, ¿crees que no lo puede hacer con nosotras? ¡Claro que puede! Si nos disponemos a Sus planes y propósitos. Que Dios anime tu corazón a tomar el cuidado de confesar, el hábito de confiar, y la decisión de continuar.

¡¡Dios te bendiga querida!!

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