Los fracasos no superados

Tenemos la tendencia a mirarnos continuamente a nosotros mismos como resultado de nuestra naturaleza egocéntrica. Vivimos en un mundo donde el ser humano es el centro del universo y cree que todo debe girar a su alrededor. Por lo tanto, a cualquier circunstancia o resultado contrario a nuestras expectativas lo llamamos “fracaso”.

La Palabra de Dios desnuda el corazón del hombre y nos revela otra realidad acerca de nuestra verdadera condición: no tendremos una vida plena mientras vivamos en un cuerpo –muerto- Y Él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados” (Ef. 2:1). Estamos condicionados por una naturaleza caída que ha fracasado desde el día uno, y hasta que no seamos conscientes de nuestra miserable condición heredada de Adán y Eva, jamás habrá un cambio; arrastraremos el dolor, el vacío y la soledad más grande que pueda existir. Sólo Cristo tiene el poder para darnos vida y restaurar las consecuencias de la caída.

El problema es que nos han engañado diciéndonos por todos los medios que somos buenos, capaces, únicos y maravillosos, cuando en realidad, la Escritura expresa claramente que estamos muertos en delitos y pecados, ciegos, perdidos, condenados y alejados de Dios. Esta condición duele. Tiene que haber un cambio, un nuevo comienzo, una regeneración, un verdadero encuentro con el Creador de la vida. Debemos pedirle que nos dé Su vida. “…Cristo en vosotros, la esperanza de gloria…” (Col. 1:27). Si no entendemos esto seguiremos sin esperanza. Aquellos que hemos decidido amar al Dios soberano debemos pedirle que cambie aquello que denominamos fracaso por una gran experiencia transformadora. “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Rom.8:28). No se trata de evitar el fracaso. Adán y Eva fallaron en un contexto perfecto, con la mejor compañía y el mejor consejero (Génesis 3). Es evitar engañarnos a nosotros mismos creyendo en nuestra autosuficiencia, confiando en nuestra moralidad y apoyándonos en nuestras propias fuerzas. Se trata de conocer a Dios, lo que Él dice de nosotros y Sus gloriosos planes aún más allá de nuestras dolorosas experiencias de vida. Nada escapa de Su control y sólo Él puede girar la historia y transformar cualquier árido desierto en un manantial que salte para vida eterna.

Los discípulos vieron en la cruz el fracaso del Maestro”. Dios vio el comienzo de la victoria en cada ser humano que cae rendido a los pies del crucificado y busca en Él la vida abundante planeada desde antes de la fundación del mundo.

¡Menudo plan! “Cristo en nosotros…

¿Estás enfocada solamente en tu fracaso? ¿Has perdido el gozo de manera que el dolor no te permite avanzar? ¿No puedes ver más allá de tu dolor? Cambia tu mirada; ya no busques respuestas en tu pasado. Deja de mirarte a ti misma y comienza a enfocarte en el Dios soberano, en Su gracia y en los planes revelados claramente en Su Palabra. Allí encontrarás las historias de los fracasos más grandes que terminaron glorificando a Dios solamente por rendirse a Él y dejarle tomar el control de sus vidas.

En el libro de Génesis vemos a José con una niñez prometedora, padres piadosos y un hogar firme en la fe. Pero a los 17 años, la envidia de sus hermanos y sus macabros planes cambiaron su vida ideal en un destierro a la esclavitud. ¡Vaya giro de la historia! El dolor y el fracaso visitaron más de una vez la fría cárcel, empujando a José a la más profunda depresión. Pero fue allí donde se escribiría una de las historias más impactantes del Antiguo Testamento. El Soberano escritor y director es experto en cambiar los finales de cualquier historia de vida. De repente, la luz de la esperanza alumbró la oscura celda de José; los planes divinos comenzaron a brillar cuál sol en el amanecer disipando las tinieblas del dolor, y el amor cubrió el rencor y la amargura. Estaba aparentemente preso, pero con un corazón libre. Ningún fracaso aparente detendrá el plan de Dios, porque la historia está completa en el escritorio del Rey. Él sabe que somos polvo e interviene con su divina providencia.

Tal vez te encuentres como Ruth: sola, sin familia, sin trabajo y lejos de tu hogar. Sin duda, esta sociedad exigente y selectiva puede calificarte de “fracasada”, pero si te rindes a los pies de la cruz reconociendo al Dios soberano y confías en su guía a cada paso, aunque no lo entiendas todo completamente, podrás convertirte en una brillante pincelada en Su perfecto cuadro de redención.

Levanta la mirada y contempla al Maestro que, con tonos brillantes a veces y muy grises otras, matiza con aparentes fracasos su gloriosa obra de arte. Descansa, confía y rinde tu vida tal vez vacía o herida, a Aquel que ha experimentado el quebranto, el desprecio y la humillación más grande que un ser humano puede experimentar. “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido” (Isaías. 53:3-4). Su propósito fue tenerte con Él para siempre… ¡maravilloso plan para un fracasado redimido!

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1 comentario en “Los fracasos no superados”

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    Que bendición fue estás palabras Ami vida así me siento una fracasada pero Dios nos redimio soy madre de tres tesoros hijos pero un compañero incrédulo y muchas veces me sentí un fracaso por tener un hogar desordenado pero Dios con su amor y misericordia me ayudó y estás palabras me sirvieron de mucha ayuda y dónde mi mirada debe estar en Dios !!! Gracias el Señor bendiga sus vidas y las siga usando para su gloriosa obras !!! Un cariño Alejandra !

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