Aún Duelen los Conflictos no resueltos

Al pensar en los grandes dolores que viví a lo largo de mi vida, no puedo dejar de recordar el sufrimiento y el dolor que causan las heridas.

Seguramente, como yo, alguna vez te lastimaste y te dolió tanto que no querías desinfectar ni curar la herida y mucho menos refregarla o dejar que otra persona la toque o limpie. Entonces, por sentir tanto dolor optabas por no hacer nada, ni siquiera mirarla.

¿Qué pasa cuando no curamos una herida, cuando no la desinfectamos? Corremos el riesgo de que se infecte, de que se ponga peor y duela mucho más. Esto mismo sucede con las heridas en nuestro corazón, con los dolores que arrastramos y guardamos por no resolver los conflictos que enfrentamos a diario con amigos, familiares, en el ministerio, en la iglesia, en la escuela o en el trabajo.

A lo largo de la vida vamos a enfrentar diferentes conflictos con personas y son esos mismos conflictos los que pueden generar en nosotras muchísimo dolor y sufrimiento. Si dejamos pasar el tiempo y no hacemos nada para resolverlos, el dolor será mayor, más difícil de sanar y probablemente más difícil de solucionar.

Cuando hablamos de los dolores que se arrastran por conflictos sin resolver, seguramente vamos a encontrar tres participantes en estos conflictos: un ofensor, un dolor o herida y un herido u ofendido.

Al recibir una ofensa o herida podemos tener miedo a sufrir y sentir más dolor del que ya estamos sintiendo, no queremos sufrir más de lo que ya sufrimos. Entonces, seguramente optemos por no hacer nada, por no limpiar o curar el dolor o la herida que trajo este conflicto.

En la Biblia encontramos un montón de consejos para enfrentar y resolver conflictos. Uno de ellos está en Efesios 4:26. Allí se nos anima a no dejar pasar el tiempo, no arrastrar dolores por no resolver los conflictos. En la versión TLA nos dice: “Si se enojan, no permitan que eso los haga pecar. El enojo no debe durarles todo el día”.

El consejo de Dios es que no permitas que un conflicto te lleve al pecado. Este versículo nos invita a no terminar el día sin solucionarlo. Otra versión nos recuerda: “no se ponga el sol sobre tu enojo”. Si depende de mí, debo evitar archivar los conflictos y buscar una solución para no pecar y así evitar sufrir mayores dolores.

Si guardamos estos dolores y las heridas que nos causan, Satanás los va a aprovechar. Él se va a encargar de que nuestras heridas se enfermen y duelan cada día más. Él va a poner frases en nuestra mente como, por ejemplo, “mira lo que te hizo, no se merece tu perdón, vos sos la víctima, vos no tenés la culpa, vos no hiciste nada”. Recordá, la Biblia nos enseña que no debemos darle lugar al Diablo.

En Colosenses 3: 12 y 13 encontramos también otro consejo: “amen a los demás, sean buenos, humildes, amables y pacientes. Sean tolerantes los unos con los otros, y si alguien tiene alguna queja contra otro, perdónense, así como el Señor los ha perdonado a ustedes”

Sólo con la ayuda de Dios vamos a poder enfrentar los conflictos y perdonar, de otra manera no vamos a lograrlo.

Dios por medio del perdón desea que solucionemos los conflictos que enfrentamos a diario, que sanemos nuestro dolor, que podamos transformar las heridas y ese dolor en una cicatriz que ya no duele.

La verdad es que si perdonamos nos vamos a sentir libres, aliviadas, tranquilas. En cambio, si no perdonamos nos vamos a llenar de resentimiento, bronca, ira, amargura y de un montón de cosas más que no van a ser buenas para nosotras. Si Dios me perdonó a mí ¿quién soy yo para no perdonar? Con Su ayuda yo también puedo hacerlo.

Cuando perdonamos no significa que nuestro agresor tenga razón o que se merezca mi perdón, tampoco significa que no hayamos pasado vergüenza, que no nos lastimaron, que el conflicto no existió o que la otra parte no tenga la culpa. Cuando perdonamos estamos decidiendo tomar el perdón como remedio, como la solución para que nuestra herida ya no duela. Decidimos transformar la herida en una cicatriz.

Pero ¿qué pasa cuando en un conflicto soy yo quien generó las heridas y lastimó a otras personas? Recordá Efesios 4:26 y no dejes pasar el tiempo, no dejes que se te pase el día, no peques. Resuelve los conflictos, no los archives. Necesitarás pedir perdón a Dios y seguramente llenarte de valor para pedir perdón a aquellos que has ofendido o herido.

Recordá que el perdón nos libera, que trae alivio a nuestro corazón y sana las heridas.

Te animo a que con la ayuda de Dios resuelvas rápidamente todos los conflictos que lleguen a tu vida y que, por medio del perdón, evites las heridas que ellos causan.

Si ya fuiste herida o lastimada y aún estás sufriendo por un conflicto antiguo, que sigue sin resolver, perdoná y olvidá para transformar esa herida en una cicatriz que ya no duele.  Y si sabes que hay alguien que se siente herido, que hay alguien a quién has lastimado, ya es hora de pedir perdón, el tiempo es hoy. Resuelve pronto ese conflicto.

Dios puede y quiere ayudarte a hacerlo. Dios desea sanar tus heridas y que te sientas libre y aliviada.

Para terminar, te invito a que te hagas estas dos preguntas: ¿A quién tengo que perdonar? ¿A quién tengo que pedir perdón?

 

 

 

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