La raíz de Señor, tanto en el A.T como en el N.T, habla de Supremacía, supremo en autoridad, Soberano.
Pasado: lo encontramos como Adonai en Sal. 100:1 y haciendo referencia a Cristo en el N.T., desde el comienzo de Su ministerio, tanto el pueblo como sus discípulos lo llaman Señor. Cristo mismo asume su título cuando Tomás lo reconoce y se postra ante El.
Futuro: Filipenses 2:11 dice que toda lengua confesará que Él es el Señor. Apocalipsis 19:11 dice que el Verbo de Dios, “… en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.” (vs. 16). En Ap. 17:14 vemos que naciones se levantaran a pelear contra el Cordero, “…los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes”.
Presente: ¿Cristo es Señor en tu vida?
La Palabra Kurios (señor) es utilizada en las Escrituras como:
• Propietario (Lc. 19:39)
• Amo de alguien que debe prestarle servicio por alguna razón (Ef.6:5)
• Rey (Ap. 17:14)
• Un título de respeto hacia:
Un padre (Mt 21:30)
Un marido (1 Pedro 3:6)
Un amo (Mt. 13:27)
Un gobernante (Mt. 27:63)
¿Es Cristo tu Señor de tal manera que podés proclamarlo como “Señor de señores”? ¿Él es tu propietario, tu amo, a quien le prestas un servicio porque te amó primero? ¿Es tu Rey? ¿Puedes llamarlo “mi Kurios” como: Padre (por ser su hija), marido (por ser parte de la esposa de Cristo), amo (por ser su sierva “doulos” por amor), gobernante (porque reina en tu vida)?
Pero ojo…la palabra también se utilizó en el A.T. para los ídolos en un sentido irónico (dice un comentarista). En Isaias 26:13 dice: “Jehová Dios nuestro, otros señores fuera de ti se han enseñoreado de nosotros…” Esta es una confesión que debería ser tuya cada día. ¿No te hace pensar este versículo? ¡Cuántas veces deberíamos confesar como el pueblo de Israel, “otros señores fuera de ti se han enseñoreado”!
¿Te acordás de Tomas? (Jn. 20: 24 -29), el ídolo de la incredulidad se enseñoreó de él, hasta que se postra diciendo “¡Señor mío, y Dios mío!” Reconociendo a Cristo el Señor.
Evalúa hoy qué ídolos se han enseñoreado de ti, confiésalo, y clama al único Señor de señores: ¡Señor mío, y Dios mío!
Te animamos a cada día empezar diciendo: “Señor mío, Dios mío” y no dejes que otros ídolos se enseñoreen de vos.