“El Maestro está aquí y te llama. Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él” No podemos imaginar todo lo que en ese momento María estaba sintiendo. O quizás sí. Un dolor profundo, angustia, tristeza, desesperanza…incomprensión. Todo eso, consecuencia de una perdida que había llevado a su hermano a una muerte repentina tras una enfermedad. Pero, cuando sabe que el Maestro la llama, ella va de prisa. No dudó, no se tomó el tiempo para preguntar lo que quería, no se quedó dando vueltas en sus pensamientos…simplemente se levantó y fue. Y allí, delante de su Maestro, declara lo que hay en su corazón. Jesús amaba a estas personas, y sabía exactamente de que todo lo que estaba pasando era “para la gloria de Dios”, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella” (Juan 11:4). Y así lo hizo, momentos después, Jesús hace uno de los milagros más sorprendentes para el ojo y el corazón humano: resucita a Lázaro, el hermano de María y Marta. ¿El resultado? “muchos…creyeron en él” (Juan 11:45).
En toda esta historia, nos pueden sorprender los hechos que sucedieron, pero te invito a ver las declaraciones que se hicieron: “Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá…” (Juan 11: 25). El Maestro tuvo poder sobre la muerte de Lázaro, dándole nuevamente la vida, y ese poder de hacer milagros lo tuvo porque él mismo era Dios y lo pudo demostrar en ese momento. Pero no queda ahí, sigue diciendo: “Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente.” (Juan 11: 26). El Maestro tuvo poder sobre la muerte de cada uno de nosotros, dándonos nuevamente la vida. ¿Recuerdas? Ese mismo Jesús, tomó todo nuestro pecado y la condenación que teníamos por ellos y los llevó a la cruz, donde, entregó su propia vida, por la tuya; su sangre, para el perdón de tus pecados. Él, el ser más perfecto, hermoso y santo, murió en tu lugar, aun sin merecerlo. Y…si la historia hubiera quedado allí, qué desesperanza tendríamos, qué dolor, qué angustia… ¡pero no! Él resucitó, y por medio de esa victoria sobre la muerte, nos dio la posibilidad de tener una vida para siempre con él.
Aun así, solo queda una pregunta… “¿Crees esto?” (Juan 11:26). Creer es tener fe, la convicción, la seguridad de que Cristo hizo eso por cada uno de nosotras. La respuesta no la tiene nadie, solamente tú. Ya conoces los hechos, ya tienes las declaraciones, sabes quién es el Maestro y lo que hizo por ti. ¿Qué vas a hacer?