Victoriosas en las relaciones complicadas

No me caracterizo por involucrarme en relaciones complicadas, pero no es casualidad porque no me gusta el conflicto y, de hecho, lo evito. ¿Esto quiere decir que nunca tuve alguna relación que pudo haber sido complicada? ¿Qué nunca me lastimaron o que nunca lastimé a nadie? ¡Por supuesto que no! Justamente esta semana hubo una situación en la que me sentí muy dolida.

Podríamos decir que una relación complicada es aquella en la que hay demasiados aspectos que son difíciles de entender o de tratar. Si yo no quiero llegar a tener una «relación complicada» debo ir solucionando estos aspectos difíciles a medida que se presenten en lugar de dejarlos acumular, pero en ningún momento debo suponer que no habrá conflictos en las relaciones interpersonales.

Un pastor amigo dijo una vez a modo de broma: «Yo sería un excelente pastor si no fuera por las personas».

Romanos 12:18 nos exhorta a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para estar en paz con todas las personas. Por un tema de personalidad, es posible tener más afinidad con algunos que con otros; sin embargo, como hijas de Dios debemos buscar la armonía y la unidad (Efesios 4:3).

En la Biblia vemos varios ejemplos de relaciones complicadas. Por ejemplo: Sansón se enamoró de una mujer que lo engañó y lo traicionó (relación amorosa), Ana sufría por no poder tener hijos mientras Penina la atormentaba por sus celos (relación familiar), David tocaba el arpa para un rey que intentó matarlo con su lanza (relación «laboral»), en medio de una pérdida inimaginable los amigos de Job cuestionaron su fe (relación de amistad).

Al leer este devocional, y al pensar en aquella relación que te vino a la mente cuando leíste el título, te pido lo siguiente: No te enfoques en la otra persona, y en los cambios que ella debe producir, sino en aquello que está a tu alcance para resolver la situación.

Pregúntate lo siguiente: ¿Qué puedo hacer yo para estar en paz con quienes me rodean?

Me gustaría enfocarme en algunos aspectos importantes para resolver o, mejor aún, para evitar las relaciones complicadas.

 

Es necesario demostrar amor genuino:

  • Este amor, en primer lugar, es práctico

 No puedo decir que amo a mi hermana si no estoy dispuesta a mostrarlo de una manera tangible. Veamos el ejemplo que nos dejó el Señor Jesús:

  • El verdadero amor es compasivo: Vemos en la Palabra que Jesús trataba con bondad aun a los que la sociedad rechazaba aun al punto de cenar con Zaqueo, un publicano (Lucas 19:1-10). También trató a Judas con el mismo amor que a los demás discípulos sabiendo que era un traidor.
  • El verdadero amor es servicial: Mientras los discípulos discutían sobre quién sería el mayor en el reino, Jesús les dijo que Él había venido al mundo para servir (Lucas 22:27).
  • El verdadero amor es sacrificial: Jesús entregó su propia vida en propiciación por muchos (Juan 15:13), pero nosotras muchas veces no estamos dispuestas a sacrificar nada para beneficiar a otros.

 

  • En segundo lugar, no hay amor sin perdón.

El conflicto es inevitable. Las personas tarde o temprano nos van a desilusionar o nos van a lastimar, pero debemos aprender a lidiar con estas situaciones con la misma misericordia que Cristo nos demuestra a nosotras (Colosenses 3:13). El concepto del mundo es muy diferente porque el mundo dice: «No te dejes pisotear», pero el Señor dice: «Al que te hiera en una mejilla, preséntale la otra». El mundo dice: «A mí no me van a tratar así», pero el Señor dice que la gloria del hombre «es pasar por alto la ofensa». El mundo dice: «Me la van a pagar», pero el Señor dice: «No digas: Yo me vengaré». Proverbios 10:12 dice: «…el amor cubrirá todas las faltas». Mateo 18:21-22 nos advierte que debemos perdonar «setenta veces siete». ¡Ojo! Esto no quiere decir que tenemos que hacer una lista hasta llegar a las 490 ofensas.

 

  • En tercer lugar, recordemos que cuando amamos de manera genuina somos testimonio al mundo de que somos de Cristo (Juan 13:34-35).

Leí en un libro una vez la historia de un joven de la India que había ido a Inglaterra en un intercambio estudiantil intercultural. El joven estaba muy animado pues tenía muchas inquietudes espirituales y estaba ansioso por poder aprender más sobre el cristianismo. Durante su tiempo allí, asistió a una iglesia cristiana, pero lo que vio y escuchó lo desvió de los caminos del Señor. Lamentablemente, llegó a la conclusión de que el cristianismo era una farsa, porque de otro modo sus seguidores no serían tan hipócritas, ni hablarían tan mal los unos de los otros, ni se tratarían como lo hacían. Este joven era Mahatma Gandhi. Imaginen qué diferente hubiera sido todo para él y sus seguidores si hubiera visto algo diferente en esos «cristianos».

 

Cultivar la buena comunicación:

No podemos hablar de las relaciones interpersonales sin mencionar este factor indispensable.

La Palabra de Dios está repleta de consejos que nos dan pautas claras en la comunicación:

  • No responder sin pensar (Proverbios 15:28)
  • No responder sin oír (Proverbios 18:13)
  • No responder con aspereza (Proverbios 15:1)
  • Saber cuándo es mejor callar (Proverbios 17:28)
  • Hablar de manera suave, mansa (Proverbios 15:4) para no quebrantar el espíritu
  • Hablar la verdad (Efesios 4:25) lo cual no es una excusa para ofender
  • Hablar con sabiduría y compasión (Proverbios 31:26; 15:7)
  • Evitar la contienda (Proverbios 18:6)
  • No hablar de más (Proverbios 10:19)
  • No murmurar (Santiago 4:11)
  • No divulgar el error (Proverbios 17:9)

Nuestras palabras pueden edificar o destruir, fortalecer o desanimar. ¿Qué producen tus palabras en los demás? Cuando alguien habla contigo para recibir consejo, instrucción, ánimo o simplemente para suplir la necesidad de ser oído ¿se va edificado?

Pero al hablar de comunicación, no solo me refiero a la comunicación verbal, sino también a la no verbal; es decir, la información que trasmitimos a través de los gestos y del lenguaje corporal. A veces nuestras palabras dicen una cosa, pero nuestro rostro, nuestros ojos, nuestros brazos, nuestra pose dicen otra.

No permanecer en una relación complicada es una decisión. Pensar lo mejor posible sobre la otra persona es una decisión. Tratar de comprenderla es una decisión.

Al igual que con la situación que viví esta semana, cuando alguien me ofende, suelo no responder de inmediato, sino que espero unos días y lo llevo al Señor en oración. Si puedo resolverlo con Él, ahí terminó el asunto. Si sigo recordando el evento con tristeza o amargura, es evidente que tengo que hablarlo. Después, sin importar la respuesta de la otra persona, lo dejo todo en las manos de Dios. No permito que la amargura se instale en mi corazón.

Si yo he ofendido, no tengo ningún problema en pedir perdón con prontitud. No hay que preocuparse tanto por tener razón, o por hacer conocer el punto de vista, más bien debemos recordar que lo más importante es la persona por quien Cristo murió. La restauración es mucho más valiosa que los derechos personales. ¡No seas tú la complicada! (Proverbios 17:14)

Si es posible, mantén distancia de la persona que siempre busca conflictos (Tito 3:10). Si no es posible alejarte porque es familiar o compañera de trabajo, la meta es amar, servir, perdonar y comunicarte con esa persona de modo que sea evidente que estás haciendo todo lo que está a tu alcance para mantener la paz, como vimos en el versículo de Romanos 12:18: «en cuanto dependa de vosotros». Puedes ser parte de la solución, pero no puedes responsabilizarte por la decisión de la otra persona.

Me encantó el punto de vista de Elisabeth Elliot que escribió: «Cuando vi a la persona que me había ofendido a través de los «ojos espirituales», la vi como un instrumento de Dios para enseñarme en lugar de verla como un instrumento del diablo para atormentarme. Vi algo más. Vi a una persona a quien Dios ama y a quien quiere amar a través de mí».

 

Síguenos o comparte en:

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *