Me gusta mi segundo nombre más que el primero… ¿Y a vos? Estamos en estos días aprendiendo nombres y títulos de Jesús. Hoy queremos reflexionar sobre uno que por lo mucho que él lo usaba podemos afirmar que era de sus favoritos. El Hijo del Hombre, así se refería Jesús a sí mismo la mayoría de las veces.
Este nombre en la Biblia es usado en dos contextos específicos: en profecías y haciendo énfasis en la humanidad de nuestro Señor Jesucristo.
Los evangelios, Daniel y Apocalipsis citan al Hijo del Hombre en eventos futuros, su segunda venida en gloria y su reino eterno (Mt. 24:27, Mr. 8:38, Lc. 18:8, Dn. 7:13-14, Ap. 1:13 y 14:14).
En los evangelios también el Señor usa este título hablando de su humanidad. Él, siendo Dios se hizo hombre, se limitó a un cuerpo físico y experimentó nuestras necesidades. Creció naturalmente (Lc. 2:40), estuvo triste y angustiado (Mt. 26:37), tuvo hambre (Lc. 4:2), sueño (Lc. 8:23), cansancio (Jn. 4:6) lloró (Jn. 11:35). Dios no sólo conoce intelectualmente nuestra humanidad, él la experimentó además física y emocionalmente. Podemos encontrar ánimo y consuelo en esta verdad. Él nos comprende, se puso en nuestro lugar. Hb. 4:15 dice que Él se compadece de nuestras necesidades.
Un aspecto interesante sobre el Hijo del Hombre es que aunque Él fue un ser humano como cualquiera de nosotros, fue el único con la autoridad de hacer ciertas cosas. Veamos tres que descubrimos estudiando este nombre:
Autoridad para juzgar a todos (Jn. 5:27). El Padre le dio esta potestad. Solamente Él pesa nuestros corazones.
Autoridad para perdonar pecados (Mt 9:6). ¡Gloria a Dios por esta capacidad! Él puede perdonarnos y limpiarnos de toda maldad (1 Jn. 1:9). No es algo que podamos hacer nosotros mismos. Dios tuvo esta autoridad en el momento de nuestra salvación y la sigue teniendo en nuestra vida cristiana.
Autoridad para servir y dar su vida (Mt 20:28). Jesús tuvo autoridad ciñéndose la toalla y lavando los pies de sus discípulos, y la tuvo cargando nuestra cruz y poniendo su vida en lugar de la nuestra. Su obra fue efectiva porque él era el mismo Hijo de Dios pero también porque era el Hijo del Hombre, el único capaz de justificarnos delante del Padre.
¡Precioso nombre! Qué puedas ser bendecida por la autoridad que el Hijo del Hombre tiene sobre tu vida.