Mi hogar, mi campo misionero

Queridas amigas, Soy Silvina Martin de Mendoza; Mendoza es mi apellido y también nací en esa hermosa provincia Argentina; soy la tercera de cuatro hermanos. Nací en un hermoso hogar Cristiano y de muy pequeña asistí a todas las actividades de la iglesia donde mis padres eran miembros.

A los nueve años en un campamento organizado por la iglesia, comprendí mi condición de pecadora y que necesitaba una relación personal con Jesús; haber crecido en un hogar cristiano no me garantizaba ir al cielo, sólo el reconocer que era pecadora, creer en el sacrificio de Jesús e invitarlo a que entre en mi corazón.

A mis doce años , nos trasladamos toda mi familia a Buenos Aires Palabra de Vida, un lugar que sin duda nos cambió por completo a cada uno de nosotros. Fue hermoso crecer en ese lugar, asistir a una escuela cristiana, aprender un idioma, hacer nuevos amigos y también ser parte de un Club Bíblico. Durante los veranos era emocionante poder servir al Señor en los campamentos, conocer a jóvenes de diferentes lugares, hacer deporte y amistades que hasta el día de hoy perduran. En los campamentos aprendí de la Palabra de Dios, asistí a muchas reuniones y en una muy especial, el Señor habló a mi corazón desafiándome a prepararme para poder servirle mejor.

Terminé mis estudios secundarios y comencé el Instituto Bíblico, fueron tres años en los cuales Dios me enseñó mucho de su Palabra y de la obra misionera. En ese tiempo conocí al que hoy es mi esposo, Horacio Mendoza, él comenzó el Instituto un año antes que yo. Disfrutamos un hermoso tiempo juntos, conociéndonos y buscando la voluntad de Dios para nuestras vidas. Después de casi tres años de noviazgo, el 10 de diciembre de 1994, nos casamos y desde entonces, servimos al Señor en Palabra de Vida. Juntos hemos servido en varias áreas del ministerio, donde aprendimos mucho individualmente y como pareja. Siempre agradecidos a Dios por su amor, cuidado y fidelidad en nuestras vidas.

En 1999 nació nuestro primer hijo Jonathan, y con él descubrí una hermosa tarea, ser mamá, además de esposa y misionera. Siempre dependiendo del Señor en cada paso, felices de estar en su obra juntos, no solo como familia, sino también compartiendo con nuestros padres, hermanos y amigos.

En 2001 nos invitaron a colaborar en los campamentos de Palabra de Vida Portugal, en un principio parecía imposible, pero Dios lo hizo realidad y estuvimos tres meses sirviendo con el equipo. Fue una experiencia preciosa, las personas, el lugar, el idioma, un verano en el que Dios tocó nuestros corazones. Entonces comenzamos a orar para servir a tiempo completo en Portugal, fue hermoso ver cómo Dios trabajó individualmente colocando el mismo deseo. Aún sabiendo todo lo que implicaba, nunca dejamos de confiar en sus promesas: “Fiel es el que os llama el cual también lo hará”.

Ya pasaron trece años de esa decisión. Hoy somos cinco junto a nuestros tres hijos: Jonathan, Micaela y Tiago. Durante los primeros dos años, la tarea de aprender el idioma trajo una presión tremenda y la sensación de que no estaba haciendo nada. Fue cuando aprendi que mi primer campo misionero es mi hogar, buscando dejar un legado a mis hijos, sirviendo junto a ellos, para que fueran parte del gran privilegio y bendición que Dios nos había dado de ser misioneros y cumplir el mandato de la Gran Comisión. Actualmente Dios nos permite servirle en varias áreas: evangelismo por medio del deporte, ministerio con la iglesia local, discipulado y enseñanza de su Palabra, campamentos, trabajamos en todo lo que sea necesario. En todos estos años que hemos servido al Señor, le debemos todo a Él, por su Gracia y Gloria,

 

Ahora, yo te pregunto ¿Qué legado estás dejando?.

Uno de los legados más hermosos que podemos dejar es el del evangelio y la obediencia al Señor, es muy importante estar atenta a lo que Él quiere hacer.

Nuestros hijos son impactados en cada instante de sus vidas por la manera en la que nosotros llevemos nuestras vidas con el Señor. Muchas veces pensamos que porque son pequeños no observan nuestra manera de vivir. Ellos son como esponjas que están atentos todo el tiempo. Es maravilloso que con la Gracia de Dios y cumpliendo con nuestra responsabilidad como padres, podamos impactar sus vidas espiritualmente y dejar un legado de lo que significa el Evangelio en nuestras vidas y como familia.

Dios nos ha permitido pasar por diferentes situaciones, pero han sido maravillosas para nuestro crecimiento espiritual y preparación para lo que Dios está llamando a nuestros hijos, siempre dando toda la gloria y honra a Él.

“Por lo tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Enseñen a los nuevos discípulos a obedecer todos los mandatos que les he dado. Y tengan por seguro esto: que estoy con ustedes siempre, hasta el fin de los tiempos. “ (Mt. 28:19-20).

Silvina Martín Mendoza.

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