La Sunamita, hospedadora.

Hoy quiero compartir con vos algunas cosas que descubrí estudiando la vida de una mujer anónima, pero que hasta el día de hoy es muy reconocida y recordada por sus buenas acciones, ella es la Sunamita.

Generalmente, cuando se habla de ella, se la recuerda por su hospitalidad puesta en práctica con el profeta Eliseo. Al leer su historia en el segundo libro de Reyes, pude encontrar detalles muy interesantes de su vida y entender por qué fue y es tan recordada por sus acciones y ejemplo. Evidentemente, la mujer de Sunem ha dejado una huella y un gran ejemplo a seguir por su amor por Dios y las personas.

Conociendo a la mujer de Sunem, varios detalles me llamaron la atención. Éstos se encuentran en 2 Reyes 4:8-15, te comparto el pasaje en la Traducción de Lenguaje Actual

Un día, Eliseo fue al pueblo de Sunem. Allí, una mujer muy importante le insistió que fuera a comer a su casa. Y cada vez que Eliseo pasaba por allí, se quedaba a comer en casa de ella. Entonces la mujer le dijo a su esposo:

—Mira, yo sé que este hombre que nos visita cuando pasa por el pueblo, es un profeta de Dios. Construyamos en la terraza una habitación. Pongámosle una cama, una mesa, una silla y una lámpara, y así el profeta podrá quedarse cada vez que venga a visitarnos.

 Un día, Eliseo llegó y se quedó a dormir en la habitación que le habían construido. Luego le dijo a su sirviente Giezi:

—Esta señora se ha preocupado mucho por nosotros, pregúntale qué podemos hacer por ella. Pregúntale también si quiere que le hablemos bien de ella al rey o al jefe del ejército.

Cuando el sirviente de Eliseo se lo preguntó, la mujer contestó:

—No me falta nada; vivo tranquila entre mi gente.

Al comenzar la lectura, nos encontramos con una clara descripción de la Sunamita. Ella es una mujer muy importante e insistente. También es una mujer muy inteligente y sabia, ella tiene la capacidad de reconocer o discernir cuando algo o alguien es de Dios. Es una mujer con grandes ideas, planificada y que pone esos planes e ideas en marcha rápidamente. Ya no alcanzaba con solamente invitar al profeta a comer, la Sunamita sentía que debía hacer algo más. Como era temerosa de Dios y respetuosa, vemos que no se olvida de su esposo, ella le presentó su idea, enseguida lo consulta con él y le explica lo que Eliseo necesita. Juntos preparan la habitación para Eliseo.

No parece que tuviera que pedirle permiso a su esposo para llevar adelante su plan y concretar el deseo de servir mejor o más excelentemente al profeta de Dios, pero creo que este detalle habla muy bien de ella; la Sunamita entendió claramente cuál era su rol como mujer y esposa.

En los siguientes versículos podemos notar cómo se preocupaba por sus huéspedes y que no olvidó ningún detalle. Tampoco escatimó en confort, ella conocía muy bien cuáles eran las necesidades por suplir, sabía qué muebles eran necesarios en la nueva habitación y si tenemos en cuenta en qué época sucede esta historia bíblica, recordaremos que lo que ella le pide a su esposo, no era poca cosa. La sunamita y su esposo satisficieron las necesidades de Eliseo con gozo. Ellos estuvieron dispuestos a dar de sus propios bienes para suplir las necesidades de otros, lo hicieron en grande, rápidamente, sabiendo que lo que hacían era para Dios.

Al seguir leyendo, vemos como ella se preocupa de que sus invitados estuvieran cómodos. Sus huéspedes notan su preocupación y sus atenciones y quieren retribuirle con algo. Le ofrecen hablar bien de ella ante el rey o al jefe del ejército, pero ella gozaba de tan buena reputación que su respuesta fue: “No me falta nada; vivo tranquila entre mi gente.

¡Qué grandes enseñanzas nos deja la mujer de Sunem! Cuando somos hospedadoras como la sunamita, estamos siendo el reflejo de Dios en la tierra. Cuando hacemos un acto hospitalario, las personas ven a Jesús y no sólo a una buena anfitriona. Nuestra misión no es sólo entretener. Dios nos pide bendecir a los pecadores, no nos olvidemos de los pecadores, Jesús no se olvidó de ellos.

Hospedar, ser hospitalarias es un gesto de amor, es amor mostrado por medio de acciones, Hebreos 13 versículo 2, nos enseña:

 “No se olviden de recibir bien a la gente que llegue a sus casas, pues de ese modo mucha gente, sin darse cuenta, ha recibido ángeles.

Somos llamadas a cobijar a alguien, sea conocido o desconocido, sin mirar que puede darme a cambio. Debo hacerlo con un corazón genuino, es servir no por conveniencia, sino por amor, recordando que estoy sirviendo a Dios, que no estoy sirviendo o atendiendo a cualquier cosa, estoy sirviendo y cuidando de su creación.

Proverbios 19:17 nos dice: “A Jehová presta el que se apiada del pobre, y él le recompensará por su buena obra.”

Mi actitud en el servicio va a revelar el motivo por el cual hago las cosas. Somos llamadas a hacer estas buenas obras con una buena actitud, sin medidas, sin murmuración, con alegría, sirviendo de corazón. Necesito recordar por qué hago las cosas, cuál es la razón. Si olvido que sirvo porque amo a Dios, seré un esclavo en lugar de siervo.

Gracias a Dios, por muchos años como familia hemos sido bendecidos estando en los dos lados del hospedaje. Hemos disfrutado del gozo de servir, abriendo la casa para misioneros, hermanos o amigos que lo necesitaban y también nuestra familia ha sido provista, bendecida con lugares soñados para pasar vacaciones y momentos inolvidables de servicio con hermanos muy conocidos y desconocidos, que se transformaron en nuevos amigos.

Aquí escribí algunos ejemplos de cosas que puedo brindar para ser hospitalaria: abrigo en un día de frío, un techo en un día de lluvia o cuando alguien está de paso, comida al hambriento, sostén económico a un misionero o hermano en necesidad, recibir misioneros en casa a comer o que tengan un lugar donde alojarse gratis.

Si todavía vives con tus padres, puedes compartirles este deseo y pedirles su ayuda. Puedes invitar a cenar, preparar algo rico para compartir después de una reunión, preparar atenciones o regalitos para los hijos de un misionero que visite tu iglesia. Dar una ofrenda grande o pequeña, no importa como sea, lo importante es hacer algo y servir a los demás, a todos sin acepción de personas, con alegría, de corazón, con buena actitud.

Para la Sunamita todo comenzó con una comida. Ella extendió su hospitalidad y decidió apoyar el ministerio de Eliseo. Pensar en ella, me hizo reflexionar en ¿cómo estoy tratando a los desconocidos? ¿Estoy siendo atenta a las necesidades de los demás? ¿Estoy abierta o dispuesta a proveer un lugar al que lo necesite? ¿Considero mi “hogar” como una herramienta de ministerio?

Es mi oración, que Dios siga hablando a nuestros corazones y que nuestra respuesta sea parecida a la de la sunamita.

 

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