La esposa de Pedro

¿Les pasó alguna vez de encontrar un detalle en la Biblia que jamás habían notado pese a haberlo leído cientos de veces? Un día estaba mirando una serie norteamericana sobre la vida de los discípulos cuando de pronto aparece esta mujer. Obviamente me llamó la atención porque nunca me había detenido a pensar en ella, por lo que despertó mi curiosidad ¿Qué es lo que dice la Biblia sobre esta mujer? Para mi sorpresa, mientras estudiaba noté enseguida que no se la menciona en forma concreta, pero tranquilas, mi intención no es suponer cosas que pudieron haber sucedido, ni inventar algo que la Biblia no dice. Vamos a observar la historia de sus cercanos para poder conocerla un poquitito más. Ella es de las que por alguna razón Dios no quiso que sepamos su nombre; ella es la esposa de Pedro.

 

En los evangelios encontramos una situación peculiar en la familia de Pedro. Como recordarán, es el relato del momento en que Jesús entra a la casa de esta familia y sana a la suegra de Pedro. La historia se encuentra en Mateo 8:14-18, Marcos 1:29-34 y en Lucas 4:38-41. Cuando leí los pasajes, noté que en ningún momento se la nombra a la esposa de Pedro, pero podemos deducir que si Pedro y su hermano Andrés estaban fuera de la casa junto a Jesús mientras su suegra estaba en cama, es porque había alguien en la casa de él cuidando de ella. Al parecer la suegra era querida por ellos porque el relato de Marcos nos cuenta que en seguida le hablaron a Jesús de ella. En esta historia se destacan dos aspectos de la esposa de Pedro: fue una hija que cuidó de su madre y que aprendió de ella lo que es el servicio. Justamente la Biblia nos cuenta que cuando el Señor tocó la mano de la suegra de Pedro la fiebre se fue al instante, y que luego se levantó y sirvió a todos. Así que en primer lugar observamos su rol de hija; una hija que cuida y aprende del ejemplo de su madre.

Ahora, quisiera que nos concentremos por un momento en su rol como esposa. Como dijimos antes, en los evangelios no vemos otra mención más que esta, pero podemos deducir que ella fue testigo de lo que Jesús hizo en la vida de su esposo en esos años que compartió con Él. Si recuerdan bien, Pedro era pescador de oficio y fue en su lugar de trabajo que Jesús lo llamó para seguirle y ser pescador de hombres. Observamos en los relatos de los evangelios que Pedro fue uno de los discípulos más cercanos al Señor. Presta atención a este detalle: Él fue testigo del ministerio del Señor y lo hizo con total libertad, sin impedimentos. La esposa de Pedro estuvo en los momentos más lindos de su marido, pero también en el momento más bajo de su vida cuando negó al Señor. Seguramente vivió el proceso de transformación de Pedro cuando Jesús le restauró y mandó a que apacentase sus ovejas. Unos días más tarde ya lo vemos a Pedro en Hechos predicando en Pentecostés y siendo uno de los principales referentes en el comienzo de la iglesia primitiva.

 

Ahora, hay un detalle muy interesante que encontré en 1 Corintios 9:5. En este pasaje Pablo estaba defendiendo su apostolado y utiliza a los apóstoles como argumento. Dice así el texto, “¿No tenemos derecho a llevar con nosotros a una esposa creyente como lo hacen los demás apóstoles y los hermanos del Señor y como lo hace Pedro?” Si te soy sincera, nunca había prestado atención a este versículo. Acá Pablo está contando que los apóstoles realizaban su ministerio junto a sus esposas y Pedro no era la excepción. Me encanta pensar que Pedro tuvo una compañera a su lado mientras realizaba su ministerio; el ministerio que Jesús le había encomendado.

 

Como les conté Pedro era un referente y de gran influencia para la Iglesia. Por ejemplo, esto lo podemos ver en Hechos 15 cuando Pablo y Bernabé van ante el Concilio de Jerusalén y Pedro se levanta como vocero a dar testimonio de la conversión de los gentiles. Pedro, no sólo debía ser un referente por sus enseñanzas, también debía tener una vida que respaldarse lo que enseñaba. Y pensando en esto, nos transportamos hasta las cartas de Pedro y nos detenemos en la primera donde en el capítulo tres él comienza a describir cómo debe ser la relación entre esposos. Sin lugar a duda, para poder enseñar esto con autoridad, su vida matrimonial debió ser un ejemplo para sus contemporáneos.

 

La verdad, quedé asombrada luego de estudiar la vida de esta mujer. No sabemos su nombre ni se registran hechos asombrosos de ella, pero podemos decir con total confianza que fue una fiel compañera. Nunca fue un obstáculo en la obra y ministerio que Jesús hizo en la vida de su marido. Por el contrario, vemos que Pedro se movió con una libertad absoluta. Tampoco vemos que el ministerio de su esposo se vio afectado por su familia mientras él cumplía el propósito de Dios para su vida.

 

Sabes, mientras estudiaba a la esposa de Pedro y su ejemplo de lo que implica ser una fiel compañera, recordé un pasaje que se encuentra en Filipenses 2:3 y 4. Dice así, “Nada hagáis por contienda o por vanagloria. Antes bien, con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo. No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.”

 

El énfasis en estos versículos está en la motivación, con qué actitud hacemos las cosas. La palabra vanagloria significa “en busca de un elogio inmerecido”. Esto se contrasta con una motivación que nace de la humildad, como la del Señor Jesús, quien no pensó en sí mismo, sino que nos priorizó y se entregó voluntariamente para salvarnos. El versículo cuatro nos muestra que por naturaleza cada uno mira por lo suyo. Tenemos esa tendencia natural de ocupar nuestro tiempo y agenda para aquellas cosas personales. Estos versículos nos desafían a quitar por un momento la mirada de nosotras mismas y a poner como prioridad la vida de otros. Esto es justamente lo que hizo la esposa de Pedro. La Biblia no la menciona, pero sí nos habla bien de quiénes estuvieron cerca de ella: la madre y su esposo.

 

Ahora, tal vez dirás, ¡pero yo no estoy casada! No se trata de eso, recordá sus roles: fue esposa, pero antes fue hija. En realidad, se trata de quiénes tenes al lado tuyo. ¿Quién es tu compañero? Estoy segura de que por lo menos hay una persona con quien te relacionas e influencias. Todas tenemos por lo menos una. ¿Ya lo identificaste? Entonces es tiempo de una autoevaluación:

¿Qué pasaría si en algún momento se reconociera a ese compañero y vos pasaras inadvertida a pesar de haber estado a su lado en todo momento? ¿Estimas más a tu compañero de lo que te estimas a vos misma? Esto sin lugar a duda es un concepto contracultura. ¿Cómo estamos influenciando sus vidas? ¿Estamos permitiendo que Dios cumpla Su propósito en la vida de nuestro compañero o estamos siendo un obstáculo? Tal vez una forma práctica de detectar esto es en nuestro tiempo de oración. Si somos sinceras, muchas veces en nuestras oraciones nos enfocamos en pedir a Dios que cumpla Su propósito en nuestra vida y oramos muy poco para que Dios cumpa Su propósito en nuestro compañero.

 

Poner por encima a mi compañero es amarlo; es cumplir con el gran mandamiento, pero mejor aún, es parecernos más a Cristo. Que el ejemplo de la esposa de Pedro sea un estímulo para cada una de nosotras a ser esa fiel compañera que pone la vida de otros por encima de la suya. Tal vez no sea algo visto por los hombres, pero será de gran estima a los ojos de Dios.

 

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1 comentario en “La esposa de Pedro”

  1. Avatar

    Que eseñanza tan contadictoria a lo que el mundo enseña. El mandamiento es claro y cuando se pone en práçtica que satisfacción trae a nuestro corazón.

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