Todas sabemos que no es fácil llegar a la presencia de una autoridad o eminencia, se requiere de ciertos requisitos y protocolos para poder concretarlo y son muy pocos los que llegan a tener esta oportunidad. Ester, por ejemplo, ni siquiera siendo reina podía ver al rey si ella no era llamada. Si entraba a la presencia del rey sin invitación previa podía morir salvo que el rey extendiese su cetro perdonándole la vida.
Sin embargo, hay un Trono donde no se necesita de méritos, protocolos o cita previa; es el trono de Dios, un trono de gracia.
Todo aquel que ha puesto su fe en Jesús para salvación no se acerca a un trono de juicio, sino que puede disfrutar de un pase libre a la presencia de Dios donde va a encontrar siempre misericordia y gracia.
Este favor inmerecido de Dios nace de su misma bondad y fue manifestado en la persona de su hijo Jesucristo. Lo asombroso es que no importa lo que podamos estar viviendo, la gracia de Dios acompaña a sus hijos cada día en todo momento.
- ¿Te sientes débil? Su gracia es suficiente (2 Cor. 12:9)
- ¿Crees que tu maldad es grande? Su gracia es mayor (Rom. 5:20)
- ¿Estás desorientada? Su gracia nos enseña el camino de la santidad y prepara para la eternidad (Tito 2:12-13)
- ¿Hay alguna situación que te sobrepasa? Su gracia está a disposición para sostenernos en el momento justo (Heb. 4:16)
Comprobar estas verdades en nuestras vidas debe llevarnos a agradecer a Dios por su Sublime Gracia, a valorarla y a disfrutarla.