Mi nombre es Noemí Morcos de Lella, soy Argentina y hace 23 años que me encuentro, junto a mi esposo, sirviendo a Dios en Bolivia.
Tuve el privilegio de nacer en un hogar cristiano y de crecer con padres que estaban viviendo el primer amor por Cristo. Cuando tenía 6 años de edad, en una clase de Escuela Dominical, recibí a Cristo en mi corazón entendiendo mi condición delante de Dios.
Mi niñez y adolescencia se desarrolló en torno a la Iglesia. Desde pequeña fui involucrándome en diferentes actividades y ministerios; Maestra de Escuela Dominical, Líder de Adolescentes y Jóvenes. ¡Amaba a Dios y deseaba ayudar a las personas!
Cuando entré a la universidad atravesé por un tiempo diferente, pues comencé a tener luchas en mi interior. Yo pretendía seguir mis propios planes, me convencí que mis sueños y deseos no eran nada malo y que todo lo que buscaba encajaba en lo que Dios quería. De pronto descubrí que las luces de este mundo brillaban delante mío de una forma que nunca antes me había dado cuenta y fue así que, poco a poco, mis pies comenzaron a resbalar y a caer. En medio de todo esto aprendí a “aparentar”. En casa y en la iglesia era de una manera y afuera era una persona completamente diferente. Amaba a mis padres y sabía muy bien que ellos amaban a Dios y que, si ellos descubrían que yo no estaba bien, iban a entristecerse demasiado, así que lo mejor que hice fue comenzar a “vivir una doble vida”. Yo era consciente de que estaba mal delante de Dios, pero justificaba mis acciones diciéndome que lo que yo estaba haciendo no era tan malo como lo que los otros hacían. No quería reconocer mi propio pecado delante de Dios ni mucho menos delante de otros. ¿Qué iban a decir de mí? Yo, ¿la hija del Pastor?, ¿la líder de jóvenes? Y tantas otras mentiras que el enemigo susurraba a mis oídos. Me encontraba luchando con Dios, quería dejar este tipo de vida, pero no podía, me proponía hacer las cosas bien, pero fallaba una y otra vez. Comencé a huir de Dios llenándome de actividades, estudiaba mucho, para tener mi mente ocupada, participaba en muchos ministerios dentro de la Iglesia y así llegar a la noche agotada a intentar dormir. Mi corazón estaba cansado y no sabía cómo aquietar mi conciencia.
Pasaron 5 años, y encontrándome en una de mis tantas crisis, me invitaron a un campamento en Monte, Buenos Aires, era el campamento de Palabra de Vida. Dios me habló cada día, pero yo no quería oírlo, no quería oír lo que Él quería decirme. Dios me confrontaba con mi pecado, Dios me confrontaba con el estilo de vida que estaba llevando. El pasaje en fue el espejo que Dios usó esos días para mostrar la realidad de mi vida.
“¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que son como sepulcros blanqueados. Por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos … Así también ustedes, por fuera dan la impresión de ser justos, pero por dentro están llenos de hipocresía…”
Era tan claro que Dios me estaba pidiendo que invirtiera un año de mi vida estudiando la Biblia. Pero esto no entraba en mis planes. Cada día, en esa semana de campamento, iba muy temprano a la orilla de la laguna, hablaba con Dios y le exponía todas las excusas, muchas de ellas muy valederas, presentando por qué no podía acceder ante lo que Él quería de mí. El último día de campamento, me encontraba muy cansada, no había podido dormir por muchos días, estaba cansada de luchar con Dios y ese día en el estudio de la mañana se habló de que un día iba a encontrarme delante de Él, me encontraría cara a cara con Dios y no iba a tener ninguna excusa valedera que justificara mi falta de obediencia a Él (2° Corintios 5:10). Ese día entregué mi corazón a Dios y lo coloqué en el centro de mi vida dejando de lado mis planes, mi familia, mi carrera, mi vida.
Estudié en el Instituto Bíblico Palabra de Vida por 3 años y decidí servir a Dios tiempo completo. Cuando coloqué a Dios en primer lugar en mi vida, Él se encargó de todo lo demás. Cuando decidí servirle a tiempo completo, puse mi corazón en sus manos para que Él lo dirija.
Estuve sirviendo a Dios en Palabra de Vida Argentina por más de 8 años, allí conocí a quien es mi esposo hoy, Juan Lella, un hombre de Dios, un hombre de Fe y con una gran visión para Dios. Estuvimos, como misioneros, en Argentina por dos años hasta que Dios colocó delante nuestro el desafío de venir a Bolivia por 6 meses para cubrir una necesidad. Recuerdo que hacía tres meses había nacido nuestro primer hijo, yo me encontraba alistando las maletas para salir hacia Bolivia, cuando entra Juan a casa y me dice: –“¡Espera!, ¡no cierres la maleta!, ¡no debemos olvidarnos de poner nuestros corazones en ella!”. Aquí, una vez más, Dios estaba trabajando en mi corazón. En esta oportunidad buscando que yo coloque mi corazón en el lugar donde Dios estaba llevándonos.
Llegamos a Bolivia e inmediatamente comenzamos a amar Bolivia y su gente. Pasaron los meses, se acercaba el tiempo de nuestro regreso, ¡no queríamos irnos!. Bolivia había cautivado nuestros corazones!, y por Su Gracia, hoy puedo decirte que aquellos 6 meses se han convertido en 23 años de servir a Dios en este bello país, donde Él nos enseñó muchas lecciones y donde Él transformó nuestros corazones completamente.
¡Cuando miro hacia atrás, veo las veces que Dios trabajó directamente en mi corazón!
DESAFÍO PRÁCTICO:
“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente, le respondió Jesús. Éste es el primero y el más importante de los mandamientos” Mateo 22:37-38
Cuando Dios reclamó de mí obediencia, me di cuenta que mi corazón estaba lejos de dar a Dios mi amor total. Mis deseos, sueños y planes personales ocupaban el primer lugar y me llevaban a tener toda mi atención, y a buscar que sean una realidad en mi vida. Estos deseos, sueños y planes eran mis ídolos. La idolatría tiene que ver con el amor; cuando aquello que quiero gobierna mi corazón, influenciando mi vida, y por lo tanto, mi comportamiento, deja de lado la adoración y el amor a Dios. El deseo se convierte en una necesidad. Juan Calvino dijo “Nuestros corazones son fábricas de ídolos”.
Mi batalla espiritual se ha convertido en una guerra, por mi corazón, y debo constantemente estar en alerta, cuidando que mi corazón Glorifique a Dios solamente. Dios reclama que nuestra adoración y nuestro amor a Él sea en su totalidad.
- ¿Amas a Dios con todo tu ser? ¿Existen escondidos en tu corazón otros amores que quieren tu atención?
- ¿Qué ídolos están robando el amor y adoración que le pertenece a Dios?. Haz una lista de ellos.
- En oración busca a Dios, entrega todo aquello que ha robado el lugar que Dios debería haber ocupado.
- Busca una consejera para que te pueda orientar en Su Palabra.
Si te gustaría contactarte con Noemí te dejamos su WhatsApp: +59173759059