Su palabra que convierte el alma

Esta obra, la conversión del alma por medio de la Palabra, está escrita en Salmos 19:7: «La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo.» Y es preciosa porque es divina. Es el obrar de Dios en nuestras almas colocadas frente a la verdad cuando hablamos de conversión, hablamos de un cambio radical, una vuelta de 180 grados. Lo que hace este efecto en el alma del hombre es la palabra de Dios obrando junto al Espíritu Santo que convence de pecado, de justicia y de juicio (Jn.16:8). Me encanta pensar en este poder de la Palabra. Lo necesito para mí vida, pero también en la vida de mi esposo, de mis hijos y de toda persona que cruza en mi camino. Vale para una persona inconversa que, como los perdidos cegados en su pecado, necesita pasar por las tinieblas a la luz como lo dice Hechos 26:18: «para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados», pero también vale para una hermana en Cristo o un hermano que necesita arrepentirse de su pecado, para volver al camino de Dios.

Primero, necesito esta obra de la Palabra de Dios en mi vida porque no quiero ser igual al día de ayer. Cada día quiero que el me transforme con su Palabra, que me ayuda a entender un poco más de esa obra. Por eso veamos tres facetas de conversión del alma basadas en el significado original de la palabra «convertir»: Resolver, torcer. Es lo que la Palabra tiene que hacer en nuestra alma. Empiezo a sentir un mal estar en cuanto a algún pecado. Me revuelve el alma como me revolvería un remedio desagradable pero para mi bien. La Palabra es comparada en Hebreos 4:12 a una espada muy filosa que llegaría a separar las coyunturas de los tuétanos como lo haría un bisturí en la mano de un cirujano.

  1. «Porque la palabra es viva y eficaz, y es más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.” Y puedo confiar, en el más grande Cirujano del alma porque sabe a dónde ir, qué tocar y cómo hacerlo. Tendría que ser nuestra oración cada vez que abrimos Su palabra que nos confronta en lo más profundo de nuestra alma. 2 Timoteo 4:2 habla del ministerio de exhortación y cómo se debe redargüir al hermano. Y no es fácil hacerlo ni tampoco recibir esta corrección, pero es buena, y necesaria para purificar nuestras almas y hacernos parecer más a Cristo. Hay que sacar lo que va en contra de Su naturaleza. Es cuestión de corazón como dice Joel 2:12: “ convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento”. Es necesario humillarse como dice 2 Crónicas 7:14: «Si se humillare mi pueblo…” Es bueno cuando me siento tan trastornada, revuelta porque de esta forma, sé que no puedo seguir así. Hace que pueda pasar a la segunda etapa: Arrepentirse, acercarme. Es un giro total de 180 grados hacia Dios de donde estaba. Aunque no nos demos cuenta, el pecado hace que le dé la espalda a Dios y necesito girar hacia él para volver a mirarle. Este arrepentimiento me hace acercar a Dios humillada delante de Su santidad. 2 Crónicas7:14 describe muy bien esta faceta en la segunda parte del versículo: “y oraren, y buscaren mi rostro…” Siempre que hay conversión de los impíos es para convertirse al Dios verdadero (Sal.51:13). «Convertíos a Jehová vuestro Dios” dice Joel 2:13. No hay otra dirección posible después del verdadero arrepentimiento. Podemos dudar de nuestro arrepentimiento si no es para acercarnos más a Dios. Pero también cuando la Palabra de Dios toca mi alma es para convertirla a Dios, darme vuelta hacia Él, dejando el pecado que me asediaba.
  2. Volverse, alejarse. Es la faceta más práctica o más visible que produce un cambio tal que no se puede negar. La verdadera conversión del alma produce un cambio de dirección total. Me doy vuelta en el camino malo en el cual estaba para andar de vuelta en el camino de Dios (Sal. 86:11: «Enséñame, oh Jehová, tu camino; caminaré yo en tu verdad; Afirma mi corazón para que tema tu nombre»). En el versículo de 2 Crónicas 7:14 en la tercera parte enfatiza esta faceta diciendo «y se convirtieron de sus malos caminos”. Apartarse del pecado es necesario para recibir la misericordia de Dios (Pr. 28:13).
  3. «El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia misericordia». No puedo seguir haciendo lo mismo. Es darse vuelta completamente como el leproso que había sido curado y regresó hacia Jesús para agradecerle cuando los otros nueve siguieron en su camino. Implica acciones, “obras dignas de arrepentimiento”(Hec. 26:20) que glorifiquen a Dios. Pensaba a mí manera, pero ahora pienso lo que Dios piensa y dice en Su palabra. Actuaba a mi forma, pero ahora moldeo mi actuar a la voluntad de Dios. Y esta obra solo la puede hacer Dios en mi corazón o en el de la persona por la cual oro. Y qué precioso cuando Dios hace esta obra en nosotros, y es para Su gloria.

Conclusión:
Toda esta conversión culmina con un final precioso, una promesa alcanzable para todo aquel que se arrepiente y vuelve hacia a Dios. El versículo de 2 de Crónicas 7:14, termina así «…, entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.» Es lo que Dios quiera traer a todo corazón sensible a su Palabra y humillado delante de Él. Que sea mi oración; primero para mi propio corazón que al abrir la Palabra de Dios en una predicación, en mi propio devocional diario, o frente a un hermano que me corrige con la verdad, que sea suficientemente sensible a su voz para que sacuda mi alma, me arrepienta, acercándome de vuelta a Él y haciendo las acciones consecuentes a esta decisión para la Gloria de Dios. Pero también que sea mi oración para todo aquel a quien me acerco con la Palabra, a fin de producir un arrepentimiento para salvación de almas perdidas o victoria en la vida de un hermano en Cristo que gané, trayendo de vuelta a el camino correcto (Mt. 18:15).

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