¿Tiempo de siembra o tiempo de siesta?

Bruce Wilkinson, en su libro “Secretos de la Vid”, asemeja nuestra vida cristiana a la de la planta de la vid. Muestra cómo Dios en cada etapa de nuestra vida interviene como agricultor, esperando que demos fruto y fruto en abundancia, y da ejemplos de una vid que es estéril, de otra que produce algún fruto o de una que produce mucho fruto, y de cómo el labrador debe podar y cuidar de la planta para que esté saludable y de frutos. Pero mientras leemos de la planta, debemos pensar que antes que la vid crezca y produzca, hay un proceso que inicia con una pequeña semilla y un obrero que la siembra en un tierra debidamente preparada  para sembrar.

Vivimos en un mundo que nos ahoga, nos devora, o nos seca (como nos muestra el Señor, en la parábola del Sembrador), por lo tanto, en medio de todo este panorama debemos o deberíamos ser sembradoras diligentes que están dispuestas a dejar su comodidad solo por ver una semilla germinar.

Cuando pensamos en la siembra, pensamos en la Parábola que Jesus habló acerca del Sembrador, y al leerla, podremos ver que intervienen 3 principales elementos para que el proceso se complete:

La Semilla – Juan 12:24-25

Al inicio de cualquier proceso de siembra, se debe tener una buena semilla para sembrar, y para eso debes saber qué es lo que quieres cosechar. Si quieres manzanas, no vas a sembrar una semilla de naranja ¿no? Ahora bien, si tu fueras la semilla ¿qué fruto darías?

“De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.  El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.” (Juan 12:24-25)

El vs. 24 se refiere a él mismo, a Jesús, quien tenía que morir para cumplir con su obra,  pero cuando juntamos ambos versículos (24 y 25), nos damos cuenta que Jesús también hablaba de nosotros;  como un grano de trigo debe morir para llevar fruto, así mismo Él espera de nosotros que mengüemos y que Él crezca en nosotros (Juan 3:30).

“Lleva mucho fruto” el grano que muere a sí mismo, es un grano abundante, y Jesús espera que nosotros vivamos una vida abundante. Para eso, debemos renunciar a todo aquello que no nos permite ver la abundancia que Él quiere darnos.

Toma un tiempo ahora para pensar qué cosas deben morir en tu vida para ser esa semilla fértil que Dios espera que seas. Quizá es una etapa de tu pasado que no has cerrado, quizá es una relación que no has terminado o quizá son decisiones que no has tomado; Jesús espera que lo hagas morir hoy.

 El Sembrador – 2 Timoteo 2:6

Obviamente en la siembra hay un sembrador, aquel que lleva a cabo la tarea de poner la semilla en la tierra, cuidar y esperar a que la planta germine; todo esto implica esfuerzo, disciplina y espera.

Pero estoy segura que el gozo que siente al recibir el fruto de su trabajo es mayor que cualquier otra cosa.

“El labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero” 2 Timoteo 2:6.

¿Qué clase de siembra es la que Dios espera?  Creo que todas podemos llegar a la conclusión de que el fruto que Jesús espera es de salvación; cuando Él habla del Sembrador en su parábola, está pensando en Salvación.

Salvación es aquello que recibiste cuando aceptaste en tu corazón que Jesús es tu Salvador ¿lo tienes tú? Entonces si lo tienes, ve y cuéntale a otros ¡cuán grandes cosas Jesús ha hecho en tu vida!

Por otro lado, también sembramos buenas obras. Pablo en su carta a los Corintios nos habla de ese tipo de siembra.

“Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará.” 2 Corintios 9:6.

¿Qué piensas que debes recibir? ¿Qué esperas de Dios? ¿Estás sembrando generosamente para recibirlo? Si siembras tiempo con Dios, vas a cosechar una vida espiritual que sobresale, porque según lo que siembres, eso es lo que vas a cosechar. No esperes recibir algo sin esfuerzo.

Reflexiona ahora en tu vida, si Jesús te ha dado Salvación, ¿Cuánto la has compartido con otros? (¡eso es sembrar!) ¿Cuántos frutos has producido desde que recibiste a Cristo? ¿Cuántos han escuchado el evangelio a través de ti? Jesús espera que siembres hoy, no mañana, sino ahora. Él tiene una vida con frutos abundantes para ti, pero debes sembrar para cosechar.

El Suelo – Lucas 8:4-8

“Juntándose una gran multitud, y los que de cada ciudad venían a él, les dijo por parábola:
El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue hollada, y las aves del cielo la comieron.
Otra parte cayó sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad.
Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron.
Y otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno. Hablando estas cosas, decía a gran voz: El que tiene oídos para oír, oiga.” (Lucas 8:4-8).

Según la Parábola del sembrador, él llevo su semilla y la empezó a poner en la tierra. Dentro de ésta ilustración encontramos varios tipos de tierra:

Junto al camino: cerca pero no en el lugar correcto.

Sobre piedra: endurecida, y que muestra falta de sensibilidad.

Entre espinos: con cosas que nos ahogan.

Buena tierra: tierra fértil, que lleva mucho fruto.

Para sembrar debes escoger la mejor de las tierras, y si no está lista debes prepararla, abonarla, removerla o abrir surcos y  humedecerla, pero si no lo haces y no te importa dónde estás sembrando, no esperes que algo crezca. Si te identificas como una sembradora, entonces debes ver en qué clase de tierra estas sembrando.

Por otro lado, nosotras mismas llegamos a ser esa tierra y el sembrador puede ser Dios mismo que quiere poner Su Palabra en nosotras. ¿Qué clase de tierra eres? ¿Dejas que el mundo te devore, te ahogue o te seque?

El enemigo, espera que nada se produzca para bien en nosotras, por lo tanto se esfuerza por convertirnos en tierra infértil, para que no haya nada bueno que sacar de nosotros.

Jesús quiere hacer una gran obra en tu vida, quiere sembrar para cosechar fruto en abundancia, el problema está en que muchas veces no estamos en el lugar correcto, no somos sensibles a su voz, y no sacamos de nuestra vida los obstáculos que nos ahogan.

 Piensa hoy: ¿Qué clase de tierra eres para el Señor como Sembrador? ¿Qué puede Él cosechar en tu vida? Colócate en donde Él te quiere,  en Su voluntad,  ¡en Sus manos!  Abre tu corazón a todas sus posibilidades, saca de tu vida todo aquello que te ahoga y te impide crecer, y Él va hacer de ti una tierra fértil, que lleva fruto en abundancia.

   Todas en diferentes etapas de nuestra vida formamos parte de una gran cosecha, en otros momentos somos semillas, en otro estamos sembrando (o al menos eso se espera de nosotras) y otras veces somos suelo o tierra. Pero ¿Qué clase de semilla,  tierra o sembrador estás siendo? Somos tierra fértil o tierra seca, somos semillas que mueren o quedan en el camino, somos aquel que siembra sin importar qué, o estamos ociosos. Jesús dijo:

“…he aquí los campos están blancos para la siega…” Juan 4:35.

¡Esto también fue escrito para nosotras! están listos los campos para que obtengas aquello que siembras; porque Él puede sembrar en tu vida y a través de tu vida; la pregunta para ti es: Hoy en tu vida, ¿Es tiempo de Siembra o tiempo de Siesta? Espero que hoy tomes la decisión de ser parte de la gran obra que Cristo está haciendo.

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