Amamos a nuestra familia, a amigos, a mascotas, deportes, comidas, ropa… amamos muchas cosas. Pero hoy queremos pensar en otro tipo de amor, en un amor perfecto. Un amor que va más allá de un lindo sentimiento, un amor verdadero que busca siempre el bien del otro. De Dios nace esta clase de amor.
Dios es amor. El amor es parte de su carácter, de su naturaleza esencial. Por lo tanto, todo lo que Dios hace, lo hace en amor. El amor que hemos conocido y creído es un amor sin igual. Veamos tan sólo tres características:
1. Incondicional. Dt. 7:7-8 y Rm. 5:8. Dios en su soberanía decidió amarnos, no porque seamos dignas. No hay mérito alguno, al contrario, a pesar de nuestra condición, Él nos amó. Juan 3:16 dice que Dios amó al mundo, sin ninguna discriminación, a creyentes y a no creyentes.
2. Infinito. Jr. 31:3 dice que nos amó con amor eterno. No se termina, no tiene límites temporales. Ef. 3:17 al 19 habla sobre la anchura, longitud, profundidad y altura de este amor, dice que excede todo conocimiento. El amor de Dios es como un enorme océano. Él llena tu pequeño balde con su amor, pero el amor de este gran océano alcanza para todos. Hay suficiente.
3. Incuestionable. Dios no sólo nos dijo que nos ama, lo demostró. Dios una y otra vez manifiesta su amor en nuestras vidas. La muestra más grande fue Jesús, mirá 1 Jn. 4:9 y 10. Ef. 2:4 y 5 nos dice que por su gran amor con que nos amó… nos dio vida juntamente con Cristo. 1 Jn. 3:1, por ese amor somos llamados hijos de Dios. No cabe duda de que Dios nos ama.
Al leer sobre cuánto y cómo Dios me ama inmediatamente viene a mi mente la misma pregunta que el Señor le hizo a Pedro: (tu nombre) ¿me amas? (Jn. 21:15 al 17). Tomate un momento y considera tu respuesta… El Señor le contestó a Pedro: «apacienta mis ovejas». No podemos apacentar las ovejas de Dios si no le amamos primero. Qué como Pedro puedas decir de corazón: Sí Señor, tú sabes que te amo!