Ministrar a jóvenes y adolescentes es apasionante, pero nunca ha sido una tarea fácil; sin embargo, sabemos que Dios te ha permitido de una u otra manera que sea parte de tu ministerio. Por esta razón quiero animarte a que reflexiones acerca de la gran responsabilidad que tienes en tus manos, pero también, en la gran oportunidad que Dios te ha dado.
Cuando aconsejamos es esencial que conozcamos el enfoque bíblico, y la mejor forma de verlo, es estudiando la vida de Jesús en sus relaciones con el prójimo. Cuando damos una mirada a la vida personal de nuestro Salvador la respuesta se hace evidente. La forma en que ministró a los demás es un modelo que determina la manera con la que debemos ministrar a otros.
La relación de Jesús con las personas a las cuales estaba ministrando era fundamental. Jesús entendía que lo más importante es la habilidad de tratar con el prójimo, es por eso que necesitamos ser más intencionales a la hora de sembrar en nuestras relaciones con los demás. Debemos trazar un plan para estrechar lazos con las jóvenes. Jesús lo hizo así. Vivió entre los discípulos, se tomó el tiempo para hablar de mucho más que solo la misión y el ministerio. El aconsejamiento del cual estamos hablando tiene como base fundamental las relaciones significativas.
Siguiendo el ejemplo de Cristo, quiero compartirte algunos principios bíblicos que necesitamos tener en cuenta:
1) Aprender a escuchar.
Uno de los problemas que más sufren las consejeras es el de no saber escuchar o cuándo quedarse quietas. Este fue uno de los principios que más me costó aprender en mis comienzos en el tiempo de consejería. Muchas veces, cometí muchos errores en el servicio a otros, por no saber escuchar. La mayoría al aconsejar, tratan de hablar y ofrecer consejos según las Escrituras. Pero ¿cómo puede una saber lo que ha de decir, a menos que haya escuchado primero? Escuchar es crucial en el proceso de aconsejamiento.
Examinando las Escrituras, vemos que Dios es nuestro modelo en el arte de escuchar (Salmos 34:15-18; 116:1-2; Jeremías 33:3) La Escritura tienen mucho para decirnos sobre este tema. Santiago 1:19 dice que cada uno ha de ser un “oidor atento” (Ver también Proverbios 15:31; 18:13, 15; 21:28)
Hay una gran diferencia entre oír y escuchar. Oír es obtener información. Escuchar, en cambio, es tener interés y mostrar empatía hacia el que habla. Al escuchar tratamos de comprender los sentimientos de la otra persona, y lo hacemos por amor a ella. El oír viene determinado por lo que pasa en nuestro interior, el efecto que tiene la conversación en nosotras. El escuchar está determinado por lo que ocurre en el interior de la otra persona, lo que mi atención hace por ella. Por eso, prestar realmente atención es una de las aptitudes más hermosas que se puede ofrecer al prójimo.
2) Entender cuándo hay que hablar y cuándo callar.
Hace pocos meses, me tocó experimentar la separación momentánea con mi madre, ya que falleció de un cáncer que en cinco meses se la llevó, fue todo tan rápido, que la verdad que en esos momentos de tanto dolor y de duelo no tenía mucho deseo de oír a las personas, solo que me acompañen en silencio. Que entiendan el momento de dolor por el que me encontraba atravesando. Por esto es imprescindible entender que el apresurarse al aconsejar sin considerar el momento o el efecto que puede causar sobre la otra persona, puede ser perjudicial. Proverbios 10:19 (NVI) “El que mucho habla, mucho yerra; el que es sabio refrena su lengua” Es importante, por lo tanto, que se piense y elijan las palabras con mucho cuidado (Proverbios 17:27-28). Pero, sea lo que sea que digas, tiene que salir de un corazón lleno de interés genuino y de amor. Puedes escuchar y confiar en el poder de Dios, pero si no estás verdaderamente interesada en la otra persona, conseguirás muy poco.
3) Tener empatía.
La empatía, es una de las aptitudes fundamentales para un aconsejamiento efectivo. Empatía significa: “sentir con”. Es situarse en el asiento del conductor, con la otra persona, y sentir cómo siente ella. Es ver la situación a través de sus ojos, sentimientos y sentidos. Es ponerse en sus zapatos. Tanto Gálatas 6:2 como Romanos 12:15 nos aconsejan que sobrellevemos los unos las cargas de los otros, que nos regocijemos con los que se regocijan y que lloremos con los que lloran. Hacer esto, es tener empatía, esto requiere la capacidad de ir más allá del conocimiento de los hechos, de introducirse y participar en el mundo de los sentimientos de la aconsejada.
4) Saber preguntar.
Nosotras conocemos bien cómo Jesús, en su ministerio con personas, formulaba preguntas al relacionarse con ellas (Lucas 14:1-6; Lucas 6:39-42). Por eso, preguntar hace que la consejera se sienta más segura, porque la ayudará a obtener más información sin que se sienta implicada.
Cuando haces preguntas, hazlas de modo amplio, que den a la persona la posibilidad de explayarse, de manifestar sus pensamientos y sentimientos en cuanto a una situación, que le dé la libertad para elaborar su propia respuesta. Al formular preguntas abiertas, que requieran ampliar, ten cuidado de que no trasmitan, por medio del tono, mensajes no verbales, filosofías, creencias o prejuicios de tal forma que denoten un sentido de enjuiciamiento.
5) Animarte a confrontar.
La confrontación es el acto constructivo de “acercarse para llevar a cabo una comparación o un examen” (1 Tesalonicenses 5:14). Es la oportunidad de la consejera para explorar discrepancias que impiden el crecimiento en las percepciones, sentimientos, comportamiento, valores y actitudes de la aconsejada, a fin de compararlas y examinarlas frente a la Palabra de Dios. Es ayudar a la aconsejada a ver su vida y su comportamiento bajo una luz distinta, bajo la luz de la Palabra de Dios (Santiago 1:22-25.)
El objetivo en la confrontación no es el de conseguir que la aconsejada esté de acuerdo con nosotras, sino, el de que ella examine su conducta, de modo que pueda entenderse mejor a sí misma, y obrar en una forma más consecuente, en obediencia a lo que Dios demanda de ella.
Un ejemplo de confrontación directa en la Escritura lo hallamos en 2° Samuel 12:6-14., cuando Natán enfrentó a David acusándole de su pecado contra Urías y Betsabé. La honestidad y la aceptación son principios importantes a seguir en todo nuestro aconsejar (Gálatas 6:1) Proverbios 27:5 “Mejor es la reprensión franca que el amor encubierto”.
Ya finalizando te pregunto: ¿Estás capacitada para hacerle frente a la tarea que Dios ha depositado en tus manos? Aconsejar, es mucho más que pronunciar una serie de perspectivas que tengamos sobre un asunto. Implica involucrar a la persona en una forma integral: qué siente, cómo piensa, cómo son sus reacciones, para así después orientarla hacia lo que Dios dice en su Palabra.
El ministerio ejemplificador de Jesús fue el de motivar a las personas a vivir en plenitud, ayudándoles a tratar con los problemas, conflictos y cargas de la vida.
Quiero desafiarte entonces, a que dediques tiempo a estudiar, y considerar la forma en que Jesús hizo su ministerio de un modo TRANSFORMADOR.