Hay historias que parecen livianas y fáciles de llevar, y hay otras que, para contarlas, no se sabe bien por dónde empezar. Algunas pesan, cual mochila cargada de piedras, y cuesta mucho poder avanzar. Oprimen el pecho con tan solo recordarlas, y dejan cicatrices que estrujan el corazón, y no entienden de razón. Hay historias, realmente muy dolorosas y difíciles de soportar; pero también las hay transformadas, desde vacío y oscuridad, regados con lágrimas y soledad a una ¡Esperanza Viva! Porque, cuando Cristo llega a una vida, ¡una nueva historia puede comenzar!
Durante algún tiempo no hablé de mi historia. Sentía mucho dolor, mucha angustia. Tenía cientos de preguntas sin respuestas. Me avergonzaba. No quería aceptar la realidad. Pensaba que, si no lo hablaba, quizás algo podía cambiar. Años de silencio, encerrada en mi dolor, llena de amargura en mi corazón. Prisionera del odio y esclava por la falta de perdón. Cuando tenía 9 años, mi papá se quitó la vida. A partir de allí, una situación tras otra profundizaba la herida. Los años pasaban y como circuito de domino que una pieza cae y empuja a otra, así vivía cada situación, y me desmoronaba detrás de ellas. Incertidumbre, depresión, ausencias, carencias y dolor. Cuestionaba a Dios, a mi papá, y a mí misma. Nada tenía sentido. No podía disfrutar del presente ni soñar con un futuro, simplemente porque estaba anclada en el pasado. Con el tiempo entendí que necesitaba perdonar. Pedirle perdón a Dios, por tantos años de enojo por lo que Él permitió; perdonar a mi papá por la decisión que tomó, y perdonarme a mí misma, porque me culpaba creyendo que podría haberlo evitado. Satanás quería mantenerme en ese lugar de dolor, víctima de las decisiones de otros, creyendo que no podía avanzar ni soñar. «Pero Dios», Dios tenía una nueva historia para mí, pero había decisiones que yo necesitaba tomar.
Antes de continuar…no sé cuál es tu historia, o lo que ahora estas viviendo, pero, sea cual sea, ¡hay propósito en ella! Hay un propósito en cada situación que vives, aunque en el momento no lo comprendas. Posiblemente la situación que marco tu vida no haya sido tu culpa, pero sí es tu responsabilidad lo que haces con ella. Dios tiene para tu vida una nueva historia, y para vivirla hay decisiones que tomar.
Aceptar para avanzar
El Apóstol Pablo expresa en Filipenses 3:13 “no pretendo haberlo ya alcanzado, pero una cosa hago, olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que esta adelante.” Llega un momento en la vida de cada cristiano que debe decidir qué hacer con todo aquello que fue, que hizo, y que no hizo; con lo que sucedió, y con todo lo que no sucedió. Te quedas dando vueltas en una historia de heridas, dolor y errores, o aceptas que fue y es parte de tu vida que Dios en su Soberanía lo permitió para un propósito mayor. Y esa aceptación no es resignación, es creer con plena confianza en Dios que, aunque no lo entiendo, fue y es lo mejor. Es necesario aceptar aquellas situaciones que Dios ha permitido, y dejar de cuestionar. Solo así podrás avanzar hacia aquello que Dios ha preparado para ti.
Agradecer para accionar
Con el tiempo comprendí el verdadero significado de 1 Tes. 5:18 “dad gracias en todo”. Qué difícil agradecer por el dolor, las ausencias o el sufrimiento, pero son aquellas situaciones las que nos moldean y acercan al Salvador. Experimenté que sólo cuando logré agradecer a Dios por las situaciones que permitió, fue cuando pude ponerme en acción a favor de los demás. En 2° Corintios 1 dice que somos consolados por Dios, para que con la misma consolación podamos consolar a otros. Recuerdo esa noche que en oración, luego de mucho llorar, le dije a Dios, que aunque no entendía nada, aceptaba y agradecía todo lo que Él había permitido; que si el propósito era poder acompañar a una sola persona que este viviendo lo mismo o algo similar, entonces el propósito estaría cumplido. Jamás imaginé lo que Dios haría con esa oración, más de lo que podría haber soñado era lo que Dios tenía preparado, y sé que aún hay más.
Acompañando a tu historia personal, hay un propósito Eterno. Aceptar para avanzar y Agradecer para accionar. Cuando esto sucede, es como si cayeran vendas de los ojos y muros del corazón, y puedes ver aquellas obras que Dios había preparado de antemano para tu vida (Efesios 2:10) que estaban relacionadas con todas aquellas situaciones que viviste, y que finalmente parecen tener sentido cuando comprendemos que ellas sucedieron como parte de ese magnifico Plan de Dios para poder colocarte en el centro de su voluntad, al lado de otros y así, acercarlos a Él.
Nada sucede en vano, no existen contratiempos ni casualidades en el Plan de Dios.
Quien escribe, es una mujer alcanzada por Su amor y perdonada por Su Gracia. Todo lo que Dios permitió y permite en mi vida, es parte de Su historia de amor ¡para mí! Entonces la acepto y agradezco. No ha sido fácil, pero hoy disfruto de ¡Su propósito! Ya no es mi historia, ¡es la Suya en mí!
Quien lee, tu, también tienes una historia. Una historia que sí importa, y Dios quiere y puede hacer algo con tu vida. No puedes vivir en las heridas o derrotas pasadas, pero tampoco debes vivir de las victorias de ayer. Muchas veces nos estacionamos en alguna “época gloriosa” y seguimos viviendo del recuerdo de lo que hicimos o fuimos, sin crecer, sin avanzar…pero en Cristo, hay más gigantes por vencer, más montes por conquistar y más buenas obras para realizar.
Permite que Él tome el lápiz y ¡confía! Aquel que comenzó la buena obra, la perfeccionará. Él quiere continuar escribiendo con tu vida, Su historia, una nueva historia para ¡Su gloria!