1) CONVICCIÓN:
Como les decía, en forma personal, yo debo tener mis prioridades en orden porque esa será la base para el equilibrio en mi hogar, la plataforma firme donde se apoyará mi vida cristiana y la de mi matrimonio y ministerio.
Veamos en Mateo 22:37-40
«Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.»
• Prioridad N°1: Amar a Dios con todo tu corazón, alma y mente.
• Prioridad N°2: Amar al prójimo como a ti mismo, o sea, sin egoísmo.
Pregunta: ¿Cuál es el prójimo más cercano que tenemos? Mi esposo y mis hijos. Esa debe ser mi prioridad que no debo descuidar.
Veamos ahora Tito 2:3-5
«Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada.»
En este pasaje se insta a las mujeres maduras espiritualmente, a enseñar a las más jóvenes a: amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos para que la Palabra de Dios no sea blasfemada.
Me llama en sobremanera la atención la importancia que tienen estas conductas aquí mencionadas, al punto de ser una prioridad la enseñanza de las mujeres casadas. Evidentemente si es algo que otros tienen que enseñarnos, es porque es algo que no nace en forma natural en nuestro andar cristiano. Por otro lado, el no afianzar firmemente esas prácticas en mi vida familiar afectan el nombre de Dios y como consecuencia cualquier obra que pretendamos comenzar en su Nombre.
2) CONSIDERACIÓN:
Cuando tenía 20 años, estaba en el Instituto Bíblico en el exterior (aún no había comenzado IBPV en Argentina), y me enviaban los fines de semana a una iglesia muy grande como ministerio. Cada fin de semana me hospedaban diferentes miembros de la iglesia, pero un par de veces fui hospedada en la casa del pastor. Yo veía siempre a su esposa en la iglesia muy activa en todas las reuniones: daba clases en la Escuela Dominical, enseñaba a las mujeres, aconsejaba, salía a evangelizar, y… cantaba en el coro. Por otro lado, su marido era un pastor muy dinámico y evangelista. La iglesia tenía muchos miembros. Ellos tenían un hijo de 5 años, otro de 3 y una bebé de 6 meses. Una de esas veces que me hospedaron, entré a la habitación de los chicos, y era tanto el desorden que muy asustada pregunté si les habían entrado a robar. Luego fui a la cocina y literalmente no se podía apoyar UNA taza en ningún lado. Una pila de mamaderas con leche de varios días y platos sucios se apilaban de una forma que nunca había visto en mi vida. En el mismo momento, comencé a lavar los platos para ayudar un poco, y la desilusión me invadió, al igual que la confusión. ¿Realmente era correcto servir así al Señor? ¿Ese era mi futuro si me iba a involucrar en el ministerio? En ese fin de semana, la imagen de ellos se deterioró ante mí, y empecé a ver a una mujer que invirtió sus prioridades y se encontraba agotada, culpable, insatisfecha y desordenada… por supuesto, la responsabilidad era también de su marido que colocaba cargas sobre ella que no podía sobrellevar, por lo menos mientras tuviera prácticamente dos bebes y un niño pequeño.
3) COORDINACIÓN:
Veremos algunos parámetros para tener en cuenta en la tarea de coordinar las responsabilidades del matrimonio y el hogar cristiano con el ministerio.
1. MI PRIMER MINISTERIO ES MI FAMILIA: Mis hijos, son mis principales discípulos. Puedo discipular a otras chicas, pero llegado al caso, otra persona puede continuar con ese discipulado… pero no puedo delegar toda la influencia y el tiempo que me corresponde pasar con mis hijos a otra persona, en ese lugar: SOY IRREMPLAZABLE.
El acompañar a mi esposo, el estar cerca, viajar con él, comprenderlo y escucharlo, es fundamental. Quizás haya momentos en la vida que por circunstancias mayores no puedo estar con él (nacimiento de un hijo, enfermedad mía o de alguno de la familia, etc) pero deben ser razones de fuerza mayor, excepciones, no la regla. Otra vez en esa relación: SOY IRREEMPLAZABLE.
2. Amar con el amor de Dios implica perdonar muchas veces y tener la conciencia limpia cada día y no dejar que se acumulen mis reclamos que intoxican mi vida y matrimonio y ministerio.
3. Buscar alternativas de tiempos juntos. El dilema más grande en el ministerio es lograr que los problemas y las personas no invadan en cualquier momento mi privacidad. El matrimonio y los hijos necesitan ciertos tiempos solos. Esto no implica hacer de mi casa un “bunker inaccesible”, pero es importante respetar ciertos momentos en familia, y enseñar a otros que los respeten también. Siempre y cuando que no haya una situación de urgencia o algo inesperado.
4. Proverbios 31:11 dice que “el corazón de su marido está en ella confiado y no carecerá de ganancias”. Luchar con la autocompasión propio y de nuestros hijos cuando, por ejemplo, el papá viaja por ministerio. Mi marido puede salir confiado en que su esposa será capaz de mantener el timón del barco del hogar con firmeza. Mi mala actitud se vuelca en influencia en mis hijos y ellos beberán de mi insatisfacción. Las veces que mis hijos reclamaron por el viaje de su padre, yo les enumeraba cuántas otras profesiones exigen que muchos papás viajen. O sea, ellos no eran a los únicos que les pasaba, y yo tampoco la única esposa que pasaba varios días sola.
5. Proverbios 31:22, Timoteo 2:9. No debo descuidar mi apariencia como excusa de la excesiva actividad o falta de tiempo. La enseñanza bíblica es estar “adornada” con modestia, o discreción. Me arreglo para agradar a mi esposo, primeramente, segundo es una demostración del gozo de mi vida matrimonial y en el ministerio. Si yo me descuido y no me arreglo para él, lo expongo a tentaciones externas, y de la misma manera, si él lo hace. Los dos debemos cuidarnos uno al otro para servir al Señor con integridad, santidad y gozo hasta el final.
Mucho para pensar. Mucho, quizás, para ajustar hablando con mi esposo. Pero nada es imposible de llevar adelante con el temor de Dios en nuestras vidas y en la del matrimonio en el servicio. Mi deseo es que Dios te guíe en su Palabra para entender el ABC de una vida equilibrada día a día entre el matrimonio y el ministerio. Dos tesoros que el Señor nos ha dado, y en las que Él debe ser el SEÑOR en todo momento.