El tema de hoy es el aborto, un tema que hemos escuchado muchísimo en estos últimos meses por los debates en el congreso. Muchas personas en todo el país se manifestaban a favor y en contra de la legalización del aborto. Las plazas se llenaron de pañuelos verdes y pañuelos celestes.
¿Qué hay en tu corazón con respecto a este tema?¿Tus convicciones son reales y están basadas en la Palabra de Dios? O solo participaste, como tantas otras personas, en compartir una foto o video en redes sociales contra el aborto sin que analizarás en tu corazón el tema.
Te invito hoy a ver el fundamento científico y médico del comienzo de la vida respaldado por la Palabra de Dios que es nuestro manual de vida.
He leído y escuchado declaraciones como: las mujeres tiene el derecho de quitarse de su vientre la imposición social de un rol que no desean. ¿Imposición social? ¿Les parece una imposición social tener la capacidad biológica de ser madres? Los hijos son una bendición de Dios; y las mujeres fuimos especialmente diseñadas para ser dadoras y sustentadoras de vida, ya sea a nuestros hijos biológicos o adoptivos, y a otros niños en nuestra esfera de influencia.
Escuchamos con demasiada frecuencia que las mujeres tenemos derechos sobre nuestros cuerpos, y claro que los tenemos, pero en el caso puntual de la mujer embarazada no es nuestro cuerpo, es el cuerpo de otro ser genéticamente diferente, no es una célula, no es un órgano, es otra vida.
Se argumenta la necesidad de no poner en riesgo la vida de la mujer, olvidando en realidad esa vida no se pone en riesgo por el embarazo sino por el acto de atentar contra otra vida.
“Libra a los que son llevados a la muerte; Salva a los que están en peligro de muerte. Porque si dijeres:
Ciertamente no lo supimos, ¿acaso no lo entenderá el que pesa los corazones?
El que mira por tu alma, él lo conocerá, y dará al hombre según sus obras”
Proverbios 24:11–12
No podemos simplemente quedarnos en nuestras pequeñas torres de marfil, nuestros lindos fuertes, santificados y mirar al mundo participar en esta cultura de muerte y no importarnos ni involucrarnos.
Toda vida es digna, toda vida es amada y valorada por Dios, no depende de su capacidad intelectual o de la capacidad de sentir o expresarse. Qué diferencia habría entre un embrión, un adulto en estado vegetativo persistente o un anciano en su etapa final de demencia.
Pero en medio de todo esto déjenme presentarles al principal “actor”, el embrión humano, y definirlo como la forma más joven de un ser, que tiene su comienzo en el momento de la concepción, en que un óvulo es fertilizado por el espermatozoide . Y ya existe un minúsculo ser humano.
Desde la ciencia no cabe duda el comienzo de la vida, un óvulo y un espermatozoide son células aisladas, pero cuando se unen, cuando se produce esa fusión de núcleo femenino y masculino, ese ser , ese individuo tiene un ADN propio, genéticamente diferente al de su padre o de su madre. Hoy el ADN es nuestra identificación biológica nadie se permite dudar de la certeza de la huella genética, Desde ese momento contiene todo lo necesario para desarrollarse, la madre se limita a asistir ese crecimiento, de la misma manera que lo continúa haciendo los primeros años de vida, sabemos que sin la madre el embrión no puede vivir así como lo hacen los niños en los primeros años de vida.
Salmos 139: 13 – 16, estos versículos es como si el Espíritu de Dios hubiera tomado una sonda divina de fibra óptica y con ella hubiera explorado dentro del vientre, revelando la presencia, omnipontente y cariñosa de Dios obrando en el feto.
El recién nacido no es un ser humano potencial (en el sentido de que no es un ser humano todavía) sino alguien cargado de potencialidades que debe desarrollarse a lo largo del ciclo vital.
Dios participa activamente desde el momento inicial del desarrollo de una persona, aun antes de que el bebé tenga apariencia de bebé. El salmista David dijo a Dios,
“Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas”.
Salmos 139:16
La Biblia establece explícitamente que Dios no sólo forma al bebé en el vientre, sino que también tiene un plan para su futuro antes de la concepción.
“Antes que te formase [Dios] en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué”.
Jeremías 1:5
La mayoría de las mujeres no abortan por razones triviales. Usualmente están en medio de una situación descorazonadora en la cual tienen mucho que perder si escogen llevar el embarazo hasta su término. Pero debemos entender que el aborto nunca es la mejor opción, es más no debería estar entre las opciones. Ninguna situación por la que atraviesa la madre modifica la razón del aborto.
Nadie puede matar a un ser humano que se sabe inocente e indefenso. Si has pasado por una situación dolorosa como un aborto, Dios ofrece sanidad a todo corazón herido. Aún después de haber pecado existe la manera de volver a estar en paz con Dios, y también necesitamos hacer lo que sea necesario para tener paz con los demás.
“Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu”.
Salmos 34:18
- Debes aceptar tu responsabilidad (Salmos 32:5)
- Recibir el perdón de Dios confiando en el pago que Cristo realizó por la pena de tu pecado y entrégarle el control de su vida.
“ Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). (2 Corintios 5:17).
- Perdonar a los demás. “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones” (Salmos 103:12).
¿Cómo acompañamos a alguien que ha pasado por un aborto?
Jeremías 17:14 presenta la fuente de la verdadera sanidad, “Sáname, oh Jehová, y seré sano; sálvame y seré salvo»
- Escuchar con compasión. “[Hay] tiempo de callar, y tiempo de hablar”. (Eclesiastés 3:7) Escuche, escuche, escuche con su corazón.
El mejor conversador es el que sabe escuchar.
- Exprese su amor por medio del contacto físico. La mirada directa, tomar a la persona de la mano o un abrazo
- Responder sin ira “La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor”.(Proverbios 15:1)
- Llorar con ella y por su pérdida. “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran”. (Romanos 12:15)
- Apoyarla con un amor fiel y firme. “Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad; átalas a tu cuello, escríbelas en la tabla de tu corazón”. (Proverbios 3:3)
- Asegurarle que ella tiene gran valor como hija de Dios. “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios”.(1 Juan 3:1)
Las invito a que puedan leer el salmos 139 alabando y agradeciendo a Dios por su amor hacia nosotras.