Cuando era chica, era bastante miedosa, aprender hacer cosas nuevas era todo un desafío, y todavía me sigue costando. Recuerdo muy vagamente cuando aprendí a andar en bicicleta, se necesita muchísima constancia, perseverancia, a pesar de las caídas, de tener todas las rodillas raspadas. Hasta que en un momento, después de varios días proponiéndomelo, varias horas practicando, me sentí capaz, ¡podía controlar el equilibrio, la velocidad! me sentí confiada. Pero, no recuerdo muy bien por qué, quizás fue una caída, o el no tener un espacio por donde andar, que deje la bicicleta a un costado, por muchos años.
De la misma manera, cuando comenzamos nuestro andar cristiano, empezamos con muchas fuerzas, con mucho ánimo, queriendo aprender, saber, y conocer más sobre nuestro Salvador, y llega un momento en donde nos sentimos capaces. Esa capacidad nos lleva a alimentarnos por nosotras mismas, creyendo que estamos en equilibrio, creciendo con una velocidad constante, nos sentimos confiadas. Pero, muy lentamente y sin darnos cuenta, vamos disminuyendo la práctica; le dedicamos menos tiempo a la oración; quizás con solo hacer un pequeño devocional en la mañana nos sentimos “satisfechas” y creemos que conocemos suficiente a nuestro Salvador. Incluso, tomamos decisiones sin antes orar, y pasar un tiempo con Él que realmente conoce nuestro andar. Ya no deseamos conocer en completa devoción a Cristo, dejamos de deleitarnos en nuestra relación con Él.
Ahora es el momento en el que nos tenemos que analizar, pensemos en dónde estamos paradas, qué disciplina piadosa está teniendo prioridad hoy en nuestra vida. ¿Qué es lo primero que pensamos cuando nos despertamos? ¿Qué es lo último en lo que pensamos antes de acostarnos?
Una de las definiciones de disciplina dice: “Conjunto de reglas o normas cuyo cumplimiento de manera constante conducen a cierto resultado.” La disciplina siempre te va a conducir a un resultado, y la falta de la misma también .
Salmo 63:1 NTV dice: “Oh Dios, tú eres mi Dios; de todo corazón te busco. Mi alma tiene sed de ti; todo mi cuerpo te anhela en esta tierra reseca y agotada donde no hay agua.”
Es conmovedor ver cómo David en este versículo desea poder tener una relación personal con Dios. Expresa con claridad que tanto su alma como su carne lo desea, él tiene sed, quiere ser saciado con la Presencia de Dios en su vida. ¿Es ese tu deseo hoy? Me imagino que alguna vez has sentido sed, nuestro cuerpo nos avisa de la falta de hidratación. De la misma manera, el Espíritu Santo nos advierte de nuestra necesidad de tener una relación con Dios más profunda, mucho más íntima, más constante .
Salmo 63:2-4 NTV dicen «Te he visto en tu santuario y he contemplado tu poder y tu gloria. Tu amor inagotable es mejor que la vida misma, ¡cuánto te alabo! Te alabaré mientras viva, a ti levantaré mis manos en oración.”
David también tiene una profunda devoción a Dios, él sabía quién era Dios y de todo lo que era capaz, él admiraba cada atributo de Dios. En el versículo 3, NTV relata: “Tu amor inagotable es mejor que la vida misma ¡Cuánto te alabo!” David amaba al Señor con todo su corazón. ¿Puedes expresarte igual que David? Esa profunda admiración debe ser la que caracterice nuestro tiempo con Dios.
“Tú me satisfaces más que un suculento banquete; te alabaré con cánticos de alegría. Recostado, me quedo despierto pensando y meditando en ti durante la noche. Como eres mi ayudador, canto de alegría a la sombra de tus alas.»
Salmo 63:5-7 NTV
Este hombre conforme al corazón de Dios tenía deleite, tenía un placer muy intenso cuando pasaba tiempo con Dios, estaba complacido con su Salvador, el Señor satisfacía lo más profundo de sus sentimientos, cada parte de su vida. Con mucho temor te pregunto, ¿es ese tu Dios? ¿Es quién completa tu vida?
Hoy es el día, no extendamos más la espera, Él está ahí aguardando que le deseemos, que sintamos una profunda devoción, que nos deleitemos en Él, no solo pasando un tiempo de lectura, no solo pidiéndole “lo de siempre”, Él quiere que derramemos nuestros corazones, que podamos conocerlo a tal punto, que le deseemos más que a la vida. Cantares 2:3b nos dice, “bajo la sombra del deseado me senté, y su fruto fue dulce a mi paladar.” Pasa un dulce tiempo con el Señor cada día y no lo dejes a un costado. Nuestro tiempo con Dios debe ser mucho más que cumplir con una rutina, ese momento te debe dar mucha más vida, mucho más gozo sabiendo que estas acompañada del deseado.
Tiempo después, volví a andar en bicicleta, ya siendo mucho más grande, me costó, tuve mucho miedo, pero lo logré. No tengas miedo de volver a caminar junto a tu Salvador, es la mejor forma de conocerlo, la mejor manera de vivir en Su voluntad. No desperdicies tu tiempo deleitándote en los placeres de este mundo. Deléitate en Aquel que te amó primero.
“cuanto más cerca de Él están, más cerca están de la perfecta calma del cielo; cuanto más cerca están de Él, más llenos están sus corazones, no solo de paz, sino de vida, de vigor y de gozo, pues todo esto depende de una constante comunión con Jesús.” C. H. Spurgeon.