Mi mayor responsabilidad: cuidar mi cuerpo

Cuando estudiamos la Biblia, podemos observar descripciones interesantes acerca de cómo Dios guió a su pueblo a conocerle y estar cerca de él. En el Antiguo Testamento, vemos los detalles del templo sagrado, que fue el edificio donde se llamaba al pueblo a adorar a Dios. Ese lugar representaba la Presencia de Su persona.
Actualmente los cristianos tenemos la seguridad de que, cuando recibimos a Cristo en nuestro corazón, el Espíritu Santo Mora dentro nuestro. La Biblia afirma:

“ ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?
Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. 1 Corintios 6:19- 20

En base a esto, podemos decir en primer lugar, que nuestro cuerpo es el lugar donde vive “el Espíritu Santo”. Él es Dios mismo, y nuestro cuerpo es Su hogar, es donde Él habita.
En segundo lugar, nuestro cuerpo ya no nos pertenece, le pertenece a Dios, porque Él pagó un alto precio por nosotros, y compró por medio de del Señor Jesucristo, todo lo que somos (cuerpo, mente y espíritu). Debido a esto, cuando buscamos motivos y explicaciones a la pregunta de por qué debemos “cuidar nuestro cuerpo”, la respuesta es simple y sencilla: fuimos comprados por Dios, por el sacrificio de Jesús su Hijo; y lo único que podríamos llegar a hacer, es darle gloria, por ese acto majestuoso de amor inexplicable.
El cuerpo, es el medio por el cual nos relacionamos con el exterior, nuestros pensamientos, deseos e intenciones, son plasmados a través de las acciones que hacemos, y éstas son llevadas a cabo por nuestro cuerpo.
Por ello, ese “darle gloria” no es para nada fácil, porque vivimos en un cuerpo carnal, donde el Espíritu Santo convive con la vieja naturaleza, y necesitamos de una disciplina, de una práctica cotidiana y repetitiva, para poder lograr este objetivo, de darle la gloria a Dios a través de nuestro cuerpo.
Cada vez que escucho la palabra “disciplina”, viene a mi mente el pasaje donde Pablo le habla a los Corintios, y compara la vida cristiana a una carrera donde los corredores deben cumplir ciertas “reglas” para ganarla y obtener el premio final.

“ Sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” 1 Corintios 9:27

En este versículo Pablo habla de poner su cuerpo en servidumbre para poder lograr el premio, pero para esto necesitamos tener una disciplina adecuada para cuidar nuestro cuerpo, y la idea de este versículo es que, el cuerpo sea un siervo para poder lograr el objetivo supremo. Por lo tanto, mi propio cuerpo debe servir para lograr los propósitos de Dios, darle la Gloria a Dios, y no a la inversa: donde yo sirvo a mi cuerpo para consentirlo de manera hedonista. Con esto no quiero decir que no cuidemos de nuestra salud, sino que, debemos buscar y lograr el equilibrio correcto.
Nuestro cuerpo demuestra lo que hay en nuestro interior, desde cómo nos alimentamos, si nos ejercitamos o no, cómo nos vestimos, todo eso “externo” da cuenta de un “interior”.
Entonces el primer paso para lograr una disciplina en el cuidado de mi cuerpo, es ponerlo en servidumbre, el cuerpo debe ser mi siervo, y no yo siervo de mi cuerpo.
El segundo paso en esta disciplina es la de despojarme de todo peso, y del pecado diario.
Si alguna vez tuvimos que correr una carrera, e inclusive realizar una caminata, sabemos que, cuánto menos peso tengamos, vamos a ser más ágiles y efectivos en nuestro transitar. De la misma manera, la Biblia nos dice que, para poder correr una carrera espiritual, debo sacar todo el pecado que frena la eficiencia en mi caminar. Cuántas veces cargamos situaciones no resueltas, conflictos, resentimientos, pecados ocultos, y esto hace que no podamos avanzar en nuestra carrera, dándonos cargas difíciles de sobrellevar.

“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”. Hebreos 12: 1-2

El pecado pone obstáculos a nuestro objetivo de obtener el premio, hace que nos volvamos negligentes, y no podemos obtener victoria si el pecado nos desenfoca del premio supremo. Por esta razón, es importante en nuestra carrera cristiana confesar y pedir perdón por nuestros pecados, de esa manera no voy a tener obstáculos para avanzar. Vemos entonces que para poder correr una carrera, y tener una vida disciplinada, debo poner en servidumbre mi cuerpo, debo disciplinar mi espíritu a través de quitar el pecado que hay en mi vida, y finalmente debo cuidar mi mente.
Para que un corredor pueda ganar el premio supremo, necesita tener dominio sobre su mente, en ella es donde nacen las acciones para controlar el cuerpo, nacen las decisiones para quitar el pecado, y es ahí, donde nacen los deseos y las motivaciones para mantener el éxito en las otras áreas.

“Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente,” Efesios 4:17

“y renovaos en el espíritu de vuestra mente.” Efesios 4:23

Aquí se nos pide que no tengamos en nuestra mente vanidad. Enfocarse en esto es mirar todo lo pasajero que esta vida ofrece, cosas que hoy están, y mañana ya no están, porque perecen. Se nos exhorta a no pensar como aquellas personas que no tienen a Cristo en su corazón, quienes viven esclavas de sus cuerpos, donde el pecado no las deja avanzar, y donde los pensamientos son vanos, enfocados en lo terrenal y en lo que desaparece.

“Yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras”. Apocalipsis 2:23

Es una responsabilidad pensar que aquí en la tierra estamos construyendo y proyectando para algo eterno, tendremos un premio o una corona según las obras que hayamos logrado aquí en la tierra, a través de la disciplina de cuidar nuestro cuerpo, espíritu y mente, comprendiendo que ante Dios nada podemos esconder, Él lo escudriña absolutamente todo, discierne los espíritus y las intenciones del corazón.

Teniendo esto en mente, espero que juntas podamos pensar qué lugar ocupa el cuerpo en mi vida, ¿Un papel principal o secundario? ¿Aún sigo guardando pecados sin confesar a Dios? ¿Qué tipos de pensamientos cultivo en mi mente, son pensamientos vanos o pensamientos que construyen para lo eterno?
Es mi deseo que podamos usar nuestro cuerpo, nuestro espíritu y nuestra mente, para lo eterno, y que podamos renovar nuestra mente, hacerla nueva para darle gloria a Dios, él es el único que se la merece.

“ y puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe…” Hebreos 12: 2

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