Tormentas… ¿a quién le gustan las tormentas? Al 95% de las personas, no. Claro que hay excepciones, pero a la mayoría no nos agrada. Estas ahí, bajo techo observando desde una ventana, dentro de un vehículo viajando, o debajo de una frazada tratando de esconderte esperando que pase pronto. En cualquier situación que te encuentres mientras dura la tormenta, todo lo que en ese tiempo suceda es incierto…lo único cierto es que en algún momento pasará. La lluvia acabará, el viento se apaciguará y volverá a salir el sol.
Allí estaban ellos (Mateo 14:22-33) los discípulos, después de haber presenciado y de haber sido parte de uno de los mayores milagros registrados en las Escrituras, la alimentación de los cinco mil. Subieron a la barca y estando en el mar, se desató la tempestad (v. 24), eran azotados por las olas y el fuerte viento. Pero no era la única tormenta, había un temporal más grande adentro de ellos (v. 26- “se turbaron”). En su corazón nacía un enemigo, y Jesús expresa en palabras lo que había en su interior (v. 27 “tened ánimo, Yo soy, no temáis”). Ellos se habían desanimado.
De igual manera pasa en nuestras vidas, hay tormentas, pruebas, situaciones que nos sacuden, nos golpean y así como los discípulos, nos fatigamos. Muchas veces sentimos que estamos, literalmente remando en contra de la corriente. Sin embargo, no son esas las tempestades más temidas. Las peores tormentas a las que nos enfrentamos son las internas, aquellas que al principio nadie ve y son silenciosas, pero que en algún momento se manifiestan, hacen ruido y mucho. En ocasiones dejan grandes destrozos en nuestra vida espiritual y en nuestras relaciones…en esos momentos de turbación, es cuando aparece el verdadero enemigo, que no es la tormenta en sí misma, sino el desánimo.
¿Qué es el desánimo?
Abatimiento, tristeza, desinterés, postración, desmayo, derrotismo, desconsuelo, desaliento. El desánimo se relaciona con todos aquellos sentimientos y emociones que afectan al alma. Cuando Jesús les dice “tened ánimo” les está diciendo: ¡tengan confianza!
¿Qué me lleva a desanimarme? Vemos en Mateo 14, y en los paralelos de Marcos 6:45 y Juan 6:15, que remaban con gran fatiga, estaban cansados, la situación era contraria, no estaban logrando lo que tenían que hacer, no iban al ritmo que esperaban. Esas son las mismas situaciones a las que, sin dudas, vos y yo nos enfrentamos. Nos pusimos metas y no estamos avanzando; no funciona como pensamos, no llega lo que esperamos, no estamos logrando lo que nos propusimos. La salud, la economía, lo laboral o sentimental. Situaciones que me desaniman en lo personal, familiar y en lo ministerial.
¿Cuáles son los efectos del desánimo?
- Distorsión en la visión (v. 26). Los discípulos creían ver un fantasma. Cuando estamos desanimadas vemos todo distorsionado. Como cuando vamos a una prueba en el oculista, la claridad, la forma y el tamaño de las letras varía dependiendo del lente. En medio de la tormenta del desánimo, las situaciones toman otro tamaño y adquieren otra dimensión.
Consejo: No confíes en tu percepción de las cosas en ese momento. Pídele a alguien que con objetividad te ayude a ver la realidad de la situación. - Desconfianza en su voz (vv. 27-28). Aun habiendo hablado Jesús, Pedro dudaba si era él, desconfiaba si era Jesús quien hablaba. En momentos de desánimo, dudó de la Palabra de Dios y cuestionó sus promesas.
Consejo: No tomes decisiones en esos momentos. Pídele a alguien que te recuerde la verdad de la Palabra de Dios. - Desviación de la vista (v.30). Pedro miró el fuerte viento. Dejamos de mirar a Jesús y miramos las circunstancias de alrededor, desviamos la vista del objetivo y como Pedro, comenzamos a hundirnos en la tormenta.
Consejo: No te encierres, no te quedes solo. Pídele a alguien que te ayude (“Señor sálvame”).
¿Qué hago cuando estoy desanimada?
- Escuchar su voz. La poderosa voz de Dios en medio de cada una de nuestras tormentas, exclamando, “tened ánimo, YO SOY, no temáis”. En el libro de Juan se nos presentan siete “Yo soy”: El pan de vida (6:35), La luz del mundo (8:12), La puerta (10:9), El buen pastor (10:11), La resurrección y la vida (11:25 y 26), El camino y la verdad y la vida (14:6), La vid (15:5). Qué hermoso pensar que para cada una de nuestras necesidades, existe un “Yo soy” de parte de Dios.
- Evaluar la situación (v.31), “hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?” El Señor lleva a Pedro a pensar, ¿por qué dudaste? Evalúa, piensa. ¿Qué pasó, por qué estas desanimada? La mayoría de las veces que Jesús dice “tened ánimo”, llama a un cambio de estado, a una acción, a salir de donde estas.
- Enfocarnos en Él, volver a mirarlo. ¿Sabes? Nadie se aleja de Dios de un día para el otro. Considero que alejarse de Dios y del pueblo de Dios, es la suma de pequeños desánimos acumulados, por eso hablamos de un enemigo oculto y peligroso. Ante todas estas tormentas en la vida, externas o internas, debemos volver a mirar a Dios y tomarnos de su mano. Hebreos 12:2 y 3 dice “Puestos los ojos en Jesús …Considerad a aquel, que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro animo no se canse hasta desmayar” Pon tus ojos en Cristo, enfócate, una y otra vez, ante cualquier situación, ¡vuelve a mirarlo a Él! Porque lo mismo que le dijo a los discípulos, nos dice a vos y a mi hoy: “Ten ánimo, Yo soy, no temáis”
Gracias Auténticas…
Bendiciones desde Ecuador
Atte Raquel Cubilla de Guerrero 🇦🇷🇪🇨