Hace algunos años, estuve enseñando Economía en colegios secundarios; un concepto que llamó mi atención, por su implicancia en la vida cristiana, es el término de necesidad; una necesidad surge cuando existe un impulso imposible de controlar que lleva a que los esfuerzos individuales se encaminan en cierta dirección. Como mujeres siempre tenemos estos impulsos difíciles de controlar; también tenemos la necesidad de algo; en cualquier área de nuestras vidas, esto puede ser material (ropa, zapatos, tecnología, accesorios), emocional (amigas, esposo, contención) o espiritual (respuestas a nuestras oraciones). Esto nos lleva a la contraparte de esta situación: ¿Qué hacemos para controlar los impulsos? ¿Qué pasa cuando no podemos satisfacer una necesidad? Cuando no controlamos los impulsos o no satisfacemos una necesidad aparece “la insatisfacción”. Las emociones relacionadas con la insatisfacción son: tristeza, frustración, sufrimiento o agobio y estas emociones se hacen visibles en actitudes y, estas actitudes, afectan a los que nos rodean.
Podemos decir que las causas de la insatisfacción son: deseos, sueños o metas familiares no alcanzadas; en aspectos materiales o por anhelos o deseos que creemos que Dios no está cumpliendo en nuestras vidas.
Esto tiene que ver con nuestra visión de las cosas. Como cuando tenemos una botella de agua, cuyo contenido está por la mitad. Por un lado podríamos ver la botella medio llena y pensamos. “Esto es suficiente”; por otro lado podríamos ver la botella medio vacía, y pensamos: “Esto no es suficiente” ¿qué hace que tengamos una visión diferente? Todo se resume en la actitud de nuestros corazones.
Hagamos un repaso de la historia del hijo pródigo (Lucas 15:11-32); una familia clase media a alta; respetada en la ciudad. A simple vista podríamos decir que no tenían necesidad de nada, pero cuanto leemos el relato, encontramos el problema de la insatisfacción en ambos hijos a quienes hace referencia.
Analicemos al hijo menor, tenía todo en la casa de su padre, pero no estaba satisfecho con lo que tenía y decidió pedir toda su herencia. Ese impulso incontrolable, lo llevó a dejar la casa de su padre y buscar por sus propios esfuerzos alcanzar aquello que para él produciría felicidad.
No te parece una historia familiar, he escuchado tantas mujeres de diferentes edades que deciden dejar las bendiciones del Padre Celestial; dirigen esfuerzos a alcanzar sus deseos, sus anhelos, forjando su propio camino. Proverbios 14:12 describe perfectamente esta situación: “Hay camino que parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte” estas mujeres terminan sumergidas en el pecado, lejos del amor del Padre, atravesando tristeza, frustración, sufrimiento y agobio.
El hijo mayor por otro lado se quedó al lado de su padre, era un buen hijo, trabajador y tenía a su disposición todas las cosas que habían en la casa. Cuando el hermano menor regresa, cambia su actitud, los reclamos, las comparaciones y la envidia se apoderaron de su corazón.
Muchas de nosotras seguimos en la casa del Padre Celestial, en apariencia buenas hijas, involucradas en algún ministerio pero de repente empezamos a reclamar a Dios. Estos reclamos por peticiones no respondidas, nos llevan a compararnos o a mirar bendiciones que otros reciben. Estas actitudes del corazón, muchas veces no salen al exterior, mantenemos “las apariencias” ante los hombres, pero otras veces, de la abundancia del corazón habla la boca, y nuestras actitudes se hacen evidentes.
Si analizamos el corazón de ambos personajes podemos ver que su insatisfacción se genera por la falta de gratitud, ninguno pudo darle el valor verdadero de lo que tenían en la casa de su padre.
¿Cuáles son las causas de la falta de gratitud?
- La falta de gratitud viene por falta de la Palabra de Dios en nuestras vidas. Colosenses 3.16 “La Palabra de Cristo more en abundancia… y esto produce cánticos con gracia en nuestros corazones”. Aquí el término tiene que ver con que tiene que tener fundamento firme, habitar, estar, ser lleno. Nuestras mayores luchas son el tiempo que dedicamos a estudiar, escudriñar y empaparnos de todo lo que Dios nos dejó.
- La falta de gratitud viene por falta de tiempo de oración. Colosenses 4:2 “Perseverad en oración, velando en ella con acción de gracias”; la exhortación es perseverad, mantenerse constante en un proyecto ya comenzado. ¿Estas siendo constante en la oración? La oración es un hábito y el hábito se genera solo cuando perseveramos en él, la oración produce en nosotras gratitud.
- La falta de gratitud viene por falta de una mirada correcta. Salmos 25:15 “Mis ojos están siempre hacia Jehová, porque él sacará mis pies de la red”. La Insatisfacción es una red que nos atrapa, aplasta y aniquila. La única forma de salir de esta situación es tener la mirada siempre hacia Jehová.
- La falta de gratitud viene por falta de contentamiento. Hebreos 13.5 “sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré”. La insatisfacción viene porque no estamos contentas con lo que tenemos. Seamos agradecidas y tengamos contentamiento.
¿Estás insatisfecha? Puedes estar lejos del Padre o aparentar estar cerca. Este pecado de insatisfacción puede estas arraigado en tu corazón. Te invito a confesar tu pecado y cambiar de dirección (Proverbios 28:13), a procurar ser constante en tu tiempo de lectura y estudio de la Palabra de Dios (Proverbios 16:20), en tu tiempo de oración y en mantener tu mirada en Dios (Salmos 119:18) y por sobre todo estar contenta con lo que tienes (1 Timoteo 6:8).
La gratitud es una actitud del corazón, si no estás siendo agradecida con todo lo que Dios te da, busca ayuda, porque es tu decisión cuidar tu corazón Proverbios 4.23 “sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón porque de él mana la vida”.
Cuando quieras reclamar alguna cosa a Dios recordar las palabras del padre al hijo mayor; Lucas 15:31 “Él entonces le dijo: Hijo, tu siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas”
¡Debemos ser agradecidas!