Hola amigas, como venimos escuchando en esta serie del fruto del Espíritu, hoy quiero compartirles sobre la benignidad. Me encantó hace un tiempo descubrir el significado tan especial de esta palabra y todo lo que encierra en ella. Benignidad es: ternura e interés por los demás, disposición a la dulzura, gentileza y amabilidad, planificar. Es decir que, la benignidad es la parte del fruto que busca, curiosea, y pregunta: ¿Quién necesita algo? ¿cómo puedo aminorar la carga de alguien? ¿cómo puedo suavizar lo que pudiera ser brusco?
Saben chicas, cuando descubrí estas definiciones se me abrió la mente y el panorama de lo que el Espíritu quería de mí. La Biblia en Colosenses 3:12 nos manda a “vestirnos de benignidad” y en segunda Timoteo 2:24 dice que: “el siervo de Dios no debe ser contencioso sino amable (benigno) para con todos”. Acá se refiere a “ser amables para con todos”, a los inconversos, como una forma de ganarlos para Cristo con mi trato. ¿Tengo este calificativo de “muy amable” de parte de los que me rodean, creyentes o inconversos? ¿cada día decido vestirme de benignidad para ganar a otros? ¿Cómo soy en la fila del banco, en el súper, en el trabajo? ¿se dan cuenta que soy diferente por mi benignidad?
La Biblia nos dejó un montón de ejemplos para imitar además de Cristo, hay dos en particular que me encantan. Uno es el del niño de Juan 6:9 con los 5 panes y 2 peces. Aun siendo un pequeño se dio cuenta la necesidad que había, sabía que lo que tenía era poco, pero él escucho y tal vez pensó: “si lo doy, me quedo sin nada y con hambre, o tal vez mi mamá después me rete”. Sin embargo, planificó suplir esa necesidad sin importar las consecuencias.
El segundo ejemplo es la sunamita de 2 Reyes 4:8-10. Esta mujer se dio cuenta de que Eliseo pasaba seguido por su pueblo y que tenía una necesidad especifica de hospedaje. Allí nos cuenta que un día se sentó a planificar cómo suplir esa necesidad y le compartió a su esposo lo que había observado junto con la solución que ella quería ofrecerle. Sabemos que pensó en todo: cama, mesa, silla, candelero, etc. Una gran inversión de tiempo y de dinero seguramente.
No sé ustedes, pero tal vez yo, si tuviera ese dinero, hubiese pensado en algo para mí, un viaje, ropa nueva, cambiar algo de la casa. Sin embargo, la benignidad preponderó en ella.
Una vez, cuando era adolescente, tomé un colectivo para ir a la iglesia. Cuando ya había hecho varias cuadras, sube una señora bastante mayor, muy humilde y con una particularidad: no tenía zapatos. Se me rompió el corazón al verla así, pero empecé a pensar “le podría dar mis zapatos”, ya que en mi casa tenía otros, pero …también pensé que iba a tener que volverme descalza todas esas cuadras, ¡que vergüenza! Además “voy a llegar re tarde a la reunión”. Sabes amiga, dejé que ese “pero” dominara y opacara mi benignidad y lo que el Espíritu quería hacer a través mío. Hasta el día de hoy, más de treinta años después, no puedo borrar de mi mente esa escena.
Hay varios enemigos de la benignidad en nuestras vidas y el primero es el EGOISMO, pensar en mí antes que en la necesidad de otro. Filipenses 2:4-8 nos dice que Cristo nos consideró a nosotros como superiores a Él mismo. ¿Veo la necesidad física o espiritual de los otros antes que las mías? ¿veo las necesidades de las mujeres de mi iglesia o de las chicas del grupo de jóvenes? ¿busco y planifico cómo ayudarlas, dejando de lado mis deseos?
Otro gran enemigo de estos días acelerados en que vivimos es la FALTA DE TIEMPO. Siempre tenemos cosas para hacer, y más como mujeres, el trabajo, los estudios, el ministerio, la casa, la comida, los hijos (si los hay), etc. Y la verdad es que no tenemos tiempo para ver lo que necesitan los que me rodean. Pero sabes, siempre nos hacemos un tiempito para lo que más nos gusta, por ejemplo, ver una serie, ver Instagram, charlas con amigas, salir a caminar, tener un hobby (el mío es pintar y hacer manualidades). Realmente a las cosas que le damos valor o que nos gustan siempre le damos un espacio en nuestro correr diario, es decir, que el dejar de planificar con benignidad por falta de tiempo es relativamente una excusa.
Otro enemigo que siempre me acecha es pensar que “SEGURO QUE LO HARÁ OTRO”, alguien más cercano, una vecina, una amiga, etc. Y sí, siempre va haber personas dispuestas a desarrollar la benignidad, pero yo, voy a perderme la oportunidad de ver lo que Dios puede hacer a través mío dejando el fruto del Espíritu florecer, y además voy a estar pecando ya que Santiago 4:17 dice: “el que sabe hacer lo bueno y no lo hace le es pecado”.
El último enemigo que suelo detectar en mí es LA FALTA DE INTERÉS O ATENCIÓN. Proverbios 20:12 dice: “el oído que oye y el ojo que ve, ambas cosas, igualmente ha hecho Jehová”. ¿Se acuerdan una de las definiciones que les mencioné de benignidad? Era: buscar, observar, curiosear, preguntar para ver dónde hay una necesidad que suplir, como lo hizo la sunamita. Hay un refrán conocido que dice: no hay peor sordo que el que no quiere oír, ni peor ciego que el que no quiere ver. El mirar y ver (la necesidad) y el oír con atención, me llevan a comprometerme, por eso a veces miramos sin ver y oímos sin escuchar, porque no estamos dispuestas a comprometernos. Cuántas veces le preguntamos a una amiga, discípula, o a una hermana de la iglesia ¿Cómo estás? Pero no estamos atentas a escucharlas o a dedicarles tiempo. Se acuerdan de David cuando preguntó en 2 Samuel 9:1 “¿ha quedado alguien de la casa de Saúl, a quien haga yo misericordia?”. David buscó, indagó, se dispuso a buscar a quién hacer el bien.
¿Estás buscando y observando, o pasan las personas con necesidad de tiempo, de afecto, de amabilidad, de cariño, etc., sin que te des cuenta?
Sabes amiga, yo tuve que parar y pedirle a Dios que primero me dé un corazón amoroso y una mente creativa para estar atenta y así planificar y suplir necesidades de los que están a mi alrededor, a veces, es un simple mate y una charla, una tarjetita con una notita, una comida al que está enfermo o atareado, un pequeño regalito que sea un mimo al corazón atribulado. Segundo, le pedí que pueda tener contacto con el necesitado. Pablo escribió en 1 Tesalonicenses 2:7 que fue tierno con los tesalonicenses “como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos”.
Jesús también tuvo contacto y fue benigno en muchas ocasiones, como cuando tocaba y bendecía los niños que le traían; reacción contraria a la de los discípulos.
También tocó el féretro del único hijo de la viuda de Lucas 7:12.
Tocó la espalda encorvada de una mujer enferma.
Tocó un hombre lleno de lepra.
Y también tocó los ojos de dos ciegos.
Recuerda: benignidad es una disposición del corazón. Dios quiere que tengamos como Él un corazón tierno y un espíritu ansioso por cuidar de otros.
Te desafío a desarrollar la benignidad. Pregúntate cada día a quién puedes ayudar hoy.