Dando fruto agradable – Paz

Si te invitara a hacer una lista de cosas que te quitaron la paz estos últimos meses estoy segura de que la lista sería muy larga. Mi lista empieza con mi salud, que para serte sincera en muchas ocasiones me llenó de temor y ansiedad ante diagnósticos que no esperaba.

No solo nuestras vidas personales son caóticas, estresantes y están llenas de preocupaciones, sino que vivimos en un mundo que es de todo, menos pacífico, marcado por conflictos, guerras, inseguridad etc. Deseamos disfrutar de la paz, pero a menudo es esquiva y lejana.

Generalmente, basamos nuestra paz en cómo nos sentimos o por las circunstancias que atravesamos, y pensamos obtenerla a través del esfuerzo propio o mejores condiciones de vida. Sin embargo, la paz de la que habla la Biblia tiene poco que ver con las experiencias diarias de la vida o con cómo nos sentimos por ellas.

La conocida palabra hebrea shalom, significa paz. Transmite la idea de plenitud, integridad, seguridad, bienestar, ausencia de agitación o discordia, prosperidad, alegría, descanso. El N.T agrega la palabra eirene, paz orientada a relaciones armoniosas, libres de disputas o de preocupaciones.

Podemos entonces definirla como una condición de plenitud y bienestar del cuerpo y el alma producida por una relación correcta con Dios, y una armonía amorosa con los demás. Sin dudas que este estado no podemos alcanzarlo por nosotras mismas, este fruto nace del mismo corazón de Dios y lo produce el Espíritu Santo.

¿Cómo cultivar el fruto de la paz y disfrutarlo en nuestra vida?

 

1.Confía en Su Persona. Él es nuestra paz.

La paz no es la ausencia de problemas, es el resultado de tener una buena relación con Dios y de poner toda nuestra confianza en Él.

El Espíritu Santo imparte el don de la paz como fruto de la fe verdadera y como un beneficio de nuestra redención en Cristo. Nos ofrece: Paz eterna con Dios por medio del regalo del perdón en la cruz, Paz interna de Dios, para con nosotros y en todas las circunstancias y Paz externa para con otros. (Isaías 9:6; Colosenses 1:20; Romanos 5:1; Isaías 53:5)

 

  • Él es la fuente, el dador de paz

¡Qué bueno sería recordar esta promesa cada mañana! La paz os dejo, la paz os doy; no os la doy como el mundo la da, no se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. (Juan 14:27;16), seguramente enfrentaríamos las preocupaciones diarias de una manera muy diferente.

Cuando llegan situaciones que nos quitan la paz y llenan de temor o ansiedad creemos saber lo que hay que hacer, lo que es mejor y si no, lo imaginamos y nos llenamos de pensamientos y razonamientos que nos dejan exhaustas.

Buscamos la paz en la fuente equivocada, recurrimos a nuestros recursos y fuerzas, pensando obtener mejores resultados que los de Dios, o la buscamos en el mundo y las soluciones que puede ofrecernos olvidando que son temporales y que en lugar de paz nos traerán más aflicción o temor.

Dudamos de Dios, de Su poder, de Su actuar, de Su presencia, de Su provisión y tomamos Su lugar queriendo hacer lo que Él debe y solo Él puede. Mostramos así nuestra: independencia, autosuficiencia, orgullo e incredulidad. En realidad, con esta actitud estamos diciendo yo no creo, no confió en Su Persona, en sus atributos o promesas, sino que confió en mí y el mundo para obtener la paz.

Digo que el Príncipe de paz no es suficiente para darme lo que necesito, no creo que me ame, que me cuide, que sepa lo que me pasa, como me siento, o que pueda hacerse cargo de mis problemas y aquietar mi corazón angustiado. 

¡Él es digno de nuestra confianza! Si murió por nosotros para darnos paz eterna en el cielo ¿cómo no nos dará paz interna, diaria para aferrarnos a ella cuando la necesitemos?

 

Nuestra confianza en el Dios de Paz y dador de Paz nos sostendrán, aun cuando sintamos que nuestra vida se derrumba. Dios, por el poder de Su Espíritu morando en nosotras, nos dará la fortaleza para enfrentar todo lo que venga.

Esto no significa que nuestras circunstancias se sentirán pacíficas o todos nuestros problemas relacionales y dificultades mejorarán de repente, o que nuestras oraciones serán respondidas inmediatamente. Lo que sí significa, es que nuestra mente puede aferrarse al Dador de Paz en lugar de desbordarse con pensamientos de miedo, ansiedad o temor.

Las circunstancias de nuestra vida pueden no cambiar o mejorar, pero si la actitud que tomamos ante ellas.

 

¿Puedes escuchar la voz del Señor mismo susurrándote? …Estas cosas os he hablado para que en Mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo

 

2.Contrólate por el Espíritu Santo. La paz es el resultado de la llenura del Espíritu.

Efesios 5:18 nos dice que no debemos dejar que las cosas externas, como lo puede ser el vino, que puede controlar las acciones o actitudes de una persona, nos dominen o controlen, sino que debemos ser llenas, impulsadas, controladas por el Espíritu Santo, así como el viento impulsa la vela de un barco.

El Espíritu llena nuestra vida por medio de la comunión diaria con la Palabra de Dios y la oración.

 

  • Llénate de la Palabra. Cuanto más nos llenemos de su Palabra, más controladas, impulsadas seremos por el Espíritu y Él más paz producirá en nuestras vidas.

 

Colosenses 3:15-16 dice: La paz de Dios gobierne en vuestros corazonesla palabra de Cristo more en abundancia, ensenándoos, exhortándoos…

La Palabra debe hacer morada, habitación amplia y permanente en nuestras vidas produciendo paz.

Nosotras decidimos quién gobierna, controla nuestro corazón: Nuestros temores, miedos, preocupación o su Espíritu consolándonos, animándonos, fortaleciéndonos a través de su Palabra.

¿Nos dejamos llevar por nuestra sabiduría, ideas, pensamientos, principios, o nos dejamos guiar por la Palabra de Dios?

Salmo 119.165 dice Mucha paz tienen los que aman tu ley.

Amar es guardar y obedecer sus mandamientos, para ello debemos leerla, meditarla, memorizarla, practicarla, vivirla diariamente.

Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera, porque en ti ha confiado. (Isaías 26:3).

La palabra hebrea persevera es samák, y significa aferrarse, sostenerse, apoyarse. En otras palabras, los que tienen sus mentes totalmente aferradas, apoyadas y reposadas en la Palabra y confían en Dios, serán guardados en completa paz.

Debemos llenarnos de la Palabra, amarla, abrazarla, engrandecerla, obedecerla para tener fortaleza espiritual. Será el ancla que sostendrá nuestra vida cuando todo se agite a nuestro alrededor.

En el momento de creer, el Espíritu viene a morar en nosotras. Él es nuestro Consolador, consejero, el Parakletos, nuestro auxiliador y asistente divino que viene en nuestra ayuda para enseñarnos y recordarnos su Palabra, sus promesas, las que guardamos con anticipación en la mente a través de la memorización y meditación. Por esa razón nuestro corazón no se turbará mi tendrá miedo. (Juan 14:26-27)

 

El tiempo que gastes hoy llenándote de la Palabra de Dios determinará tu fortaleza espiritual y paz interior en el futuro.

¿Qué lugar ocupa la Palabra en tu vida? ¿Es tu delicia, tu alimento? ¿Te estás llenando de ella diariamente? ¿Lees, meditas, memorizas, estudias, la aplicas? ¿Te dejas controlar por ella?  

 

  • Llénate de oración y su paz guardará tu corazón y tu mente. 

Pablo nos dice, Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. (Filipenses 4:6-7)

 

Antes que nada, ora. Si te preocupa algo, ¡ora! Si ya oraste, ¡no te preocupes! 

Ante la amenaza, el caos, búscalo en la quietud de la oración.

 

Dale a conocer a Dios tus peticiones, ruegos, cargas, dolor, preguntas, pero por sobre todo agradece. Cuando agradecemos aún sin saber lo que vendrá, estamos dependiendo, confiando, en el control de Dios, descansando que Él reina sobre todo lo que estamos viviendo.

 

Ora, porque el corazón y la mente son débiles y caen fácilmente en la preocupación.

Ora porque la batalla comienza en la mente y es cuando Satanás aprovecha para derribarnos y llenarnos de temores. Sin oración no podemos pelear contra el enemigo, estamos indefensas y desprotegidas.  La estrategia para espantar al enemigo comienza de rodillas.   

 

Ora, para no pensar en lo que no debes o más de lo que debes. Derriba todo pensamiento que dispare tus temores y llévalo cautivo a Dios. Que Su Espíritu controle tu mente y deja de argumentar con razonamientos que contradicen la Palabra de Dios y que llenan de mentira tu mente (2 Corintios 10:5).

 

Y como consecuencia de orar, Su paz guardará nuestro corazón, emociones, sentimientos y nuestra mente. 

 

¿Quieres disfrutar de mucha paz, completa paz que sobrepasa todo entendimiento? ¿Quieres disfrutar del fruto del Espíritu Santo?

Entonces, confía en Su Persona. Él es nuestra paz y contrólate por el Espíritu Santo porque la paz es el resultado de la llenura del Espíritu mediante la comunión diaria con la Palabra de Dios y la oración.

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