Es el mes de diciembre, como cada año, hacemos un balance de lo que hemos hecho, de lo que hemos vivido y ponemos nuevas metas. El agradecimiento debe ser una de esas columnas en nuestro balance anual, y el estilo de vida de cada hijo de Dios, un estilo de vida motivado por la gracia y por la hermosura de la persona de Dios. 1 Tesalonicenses 5:18 dice “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”.
Asaf en el Salmo 75:1 (NTV) expresó con palabras hermosas: “¡Te damos gracias, oh Dios! Te damos gracias porque estás cerca; por todas partes, la gente habla de tus hechos maravillosos”. Esas palabras me hacen evaluar, no solo cuán agradecida soy con Dios, sino cuán agradecida soy de Dios… sí, cuán agradecida soy al único y verdadero Dios que hace maravillas y que está cercano a mí, y a todos aquellos que le buscan.
Agradecer por lo que hace, pero de igual manera, agradecer por lo que él ha sido, es y será. Agradecer su persona, su ser; agradecer por aquellos atributos que lo rodean, la esencia de su naturaleza misma. Un Dios con atributos sublimes, atributos que solo el “Perfecto en sabiduría” (Job 37:16 b) podría tener… ¡Cómo no llevar una vida agradecida a Él!
Este año pude tener la oportunidad de leer un libro que ha sido de bendición para mi vida, llamado: “El conocimiento del Dios Santo” (A.W.Tozer). Es un libro en el cual se presentan los atributos de Dios y nos ayuda, en un modo sencillo, a tratar de conocer su profundidad, intentando que nuestras mentes finitas puedan conocer a un Dios infinito y majestuoso.
Uno de los atributos que se menciona, es exactamente por el cual estamos a punto de dar gracias: “Dios es justo”. El autor escribe y dice una gran verdad: Dios nos perdona, porque es bueno, pero no podría ser bueno si no fuera JUSTO…Dios puede ser justo, y con todo, JUSTIFICAR A LOS INJUSTOS, por medio de la obra expiatoria de Cristo. 1 Pedro 3:18 dice: “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el Justo por los injustos, para llevarnos a Dios…”
El castigo por el pecado fue pagado cuando Jesucristo, nuestro sustituto, murió por nosotros en la cruz. Por nuestros pecados estábamos sentenciados a muerte, y la justicia divina, pronuncia justo al hombre que ha creído, 1 Juan 1:9 “si confesamos nuestros pecados, él es fiel y JUSTO para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad”.
Hay una hermosa historia en la Biblia que ilustra perfectamente lo que estamos compartiendo. Esta historia se encuentra en el evangelio de San Juan 8:1 al 11.
Allí se encuentra Jesús en el templo y todo el pueblo vino a él y sentado les enseñaba. Pero un grupo de escribas y fariseos (conocedores de la ley judía), le trajeron a una mujer sorprendida en adulterio y la pusieron en medio para poder juzgarla.
Según ellos, Moisés había dejado escrito que tales mujeres debían ser apedreadas, pero esa no era la verdad completa; ellos querían tentar a Jesús y sorprenderlo… ¡qué ingenuos!
Pero ahí estaba Jesús, que parecía escribir con su dedo en tierra algo importante porque ni siquiera los miraba. Estos personajes, con malas intenciones, querían que él juzgue a esta pecadora y dé un veredicto al respecto…»Tú, pues, ¿Qué dices?”.
Todos ellos la rodeaban y tenían en sus manos piedras con las cuales sepultarla bajo escombros apenas Jesús diera la orden. ¡Qué momento de tensión! Imaginen a esa mujer aterrada, siendo avergonzada, amenazada de muerte y juzgada por tantas personas que creyeron ser mejores que ella, que creyeron podían ponerse en el lugar de jueces justos tratando de hacer cumplir la “supuesta ley”, cuando en realidad, nada estaba más lejos que eso.
Ellos, insistentes con Jesús, querían una respuesta de él y fue así que dijo: “EL que de vosotros esté SIN PECADO sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Qué respuesta inesperada, ¿verdad?…Fue como recibir el golpe de un martillo en la cabeza, porque la Biblia nos cuenta que, al oír esto, ACUSADOS por su conciencia, salían uno a uno hasta que no quedó ninguno que la pudiera juzgar, excepto UNO, Jesús. El único que la podía juzgar, el Justo sin pecado que tenía el derecho a apedrearla, NO LO HIZO, no la condenó sino todo lo contrario, la PERDONÓ y le dio una nueva oportunidad: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más”.
¿Cómo te imaginas a esta mujer escuchando esas palabras del Justo que no la condenó, habiendo ella sido injusta? Así es como nosotras nos debemos sentir: sorprendidas, asombradas, AGRADECIDAS.
Nosotras estábamos allí también, nuestros pecados nos condenaban, teníamos una sentencia de muerte segura; pero vino él para ponerse en medio y recibir mi castigo y el tuyo. 1 Pedro 2:24 (NBV) dice: “Cristo mismo llevó en su cuerpo nuestros pecados a la cruz, para que muramos al pecado y llevemos una vida justa. Cristo fue herido para que ustedes fueran sanados”
¡Qué hermoso es Dios, cuánto nos amó, cuánto nos ama! Es motivo suficiente para llevar una vida de gratitud. Que este año que termina en pocos días, nos encuentre con un corazón agradecido por tanto y por todo lo que Dios es y hace.
Seamos agradecidas porque Dios ha sido justo.
Que Dios las bendiga.