Solemos viajar mucho como familia a causa de nuestro ministerio. Viajes cortos, largos, en auto, en micro. Los primeros años de nuestro matrimonio lo hacíamos solos, pero luego se sumaron nuestros hijos, así que cada salida demandaba mucha preparación. Llevaba un arsenal de opciones para entretener a mis hijos: cartas, canciones, juegos, comida, libritos. Nuestro hijo mayor, que hoy tiene 17 años, siempre fue un apasionado por hablar desde que abría sus ojitos a la mañana, hasta que los cerraba por la noche, ¡Imagínense un viaje de doce horas escuchando esa vocecita del cielo!, así que diseñamos un nuevo entretenimiento familiar, “El juego del Silencio”, su regla principal: Mantener la boca cerrada por el mayor tiempo posible, obviamente el récord de Mateo fue de un minuto y medio.
A veces, a lo largo de nuestra vida, sentimos que el Señor aplica este juego con nosotras. Oramos por aquello que nos afecta, clamamos con pasión, insistimos una y otra vez esperando la respuesta de Dios, pero él se mantiene en silencio. Nos hemos hecho una imagen de Dios como la del genio de la lámpara de Aladino, que, ante cualquier deseo u oración, él debe responder inmediatamente. Pero Dios no actúa según nuestra agenda, sino de acuerdo a sus planes eternos. El silencio a menudo es doloroso, pero hay un propósito detrás, él quiere también hablarnos a través del silencio, quiere corregirnos, quiere que descubramos lo que hay en nuestro corazón: Porque él es bueno.
El pasaje que vamos a compartir hoy, se encuentra en Salmos capítulo 13, esta es una canción como la que podríamos cantar vos y yo. Algunos comentaristas creen que David estaba huyendo de Saúl, que su vida corría peligro, y aunque Dios ya le había prometido que sería el nuevo rey, Saul seguía en el trono.
SU QUEJA
El versículo uno comienza diciendo “¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?”. ¿Cuántas veces, a lo largo de este año, hemos repetido esta pregunta ante el Señor? La idea de la frase de David sería: Esto que estoy viviendo, ¿Ha de durar para siempre? Debo confesarte que he transitado situaciones difíciles que han perdurado en el tiempo, y muchas veces, me encontré quejándome ante el Señor por su falta de respuesta. El significado de la palabra olvido en el original es “Estar ausente o ajeno, tener pérdida de memoria”. David creía que Dios no estaba presente en medio de la situación dolorosa que él estaba viviendo, pero el silencio de Dios no implica ausencia, él no está inactivo; el Salmo 136:23 dice: “Él es el que en nuestro abatimiento se acordó de nosotros, porque para siempre es su misericordia”. No dudes, aunque hoy no lo veas, él sigue trabajando en nuestro favor.
David sigue quejándose, pero esta vez acusa a Dios de esconderse. Él pensaba que Dios estaba jugando a las escondidas con él, guardado en lo oculto, en lo secreto, pero querida amiga, él sigue sentado en su trono, él no lo ha abandonado, él no mira hacia otro lado, él es el Dios que todo lo ve, él no duerme. Pero su clamor continúa a lo largo del salmo, y en el versículo 2 dice: “¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma, con tristezas en mi corazón cada día? ¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?” David sentía que, a pesar de toda la maldad de Saúl, él seguía prosperando. Cuántas veces hemos vivido situaciones injustas a lo largo de este año, cuántas lágrimas hemos derramado, cuántas heridas se han generado en el alma, pero la palabra nos enseña que «Dios ama la justicia y no abandona a quienes le son fieles” Salmos 37:28.
Seguimos avanzando, y en el versículo tres encontramos su clamor: “Mira, respóndeme, oh Jehová Dios mío, alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte”. Tres pedidos en su angustia: Mírame, respóndeme, y alúmbrame. Me imagino a David como un niño angustiado llamando la atención de su padre, pidiendo a gritos que contestara su oración, y en medio de tal desesperación pareciera que hay un quiebre en su canción, realmente el Señor lo alumbra, le da la luz necesaria para recordar quién verdaderamente es Dios. Leamos juntas los versículos 5 y 6: “Mas yo en tu misericordia he confiado; Mi corazón se alegrará en tu salvación. Cantaré a Jehová, porque me ha hecho bien.”
¡Qué increíble la misericordia de Dios!, el término hebreo es “Jesed”, es ese amor constante y leal, esa bondad inmerecida que nos sostiene, no por lo que nosotras seamos o hallamos hecho, sino, por su pura gracia. Él nos ama profundamente, no lo merecemos, y, aun así, podemos confiar plenamente en la protección del Señor para con nosotras, por eso David puede cantar, a pesar de lo que “no” entiende del accionar de Dios, pero de algo si está seguro, y lo menciona al final del versículo 6: “Porque me ha hecho bien”; la traducción sería “Él ha sido bueno conmigo”. En los momentos de mayor dificultad, él ha sido bueno; en los silencios, él ha sido bueno; durante este año de pruebas, él ha sido bueno; aunque no veas, aunque no lo sientas, aunque no lo escuches, ÉL ES BUENO; lo ha sido ayer, lo es hoy y lo será mañana. Nahúm 1:7 dice que “Jehová es bueno fortaleza en el día de la angustia y conoce a todos los que en él confían.”
Quizá este año cantaste esta canción del silencio de Dios, te has quejado, has llorado, te has desanimado, no olvides entonar la última estrofa, recordando su misericordia y su bondad cada día de tu vida, EL HA SIDO BUENO
Super interesante el post!!!