Cuando comenzamos a servir en el ministerio, podemos ver un sin número de actividades para realizar, y aquellas mujeres que somos activas nos alistamos en cada una de esas actividades; sin dudas son todas buenas y sirven a nuestro Padre, pero con el paso de los días, meses, e inclusive hasta de años, comenzamos a ver que no nos alcanza el tiempo para nuestra familia, esposo e hijos, tampoco para nuestro crecimiento personal, ni para proyectos personales, y comenzamos a tener sentimientos de culpa, de dudas, justamente por el poco tiempo que le dedicamos a todo lo anterior y nos preguntamos cómo podemos atravesar por eso, cuando en realidad estamos sirviendo a Dios, y para hacer todas esas cosas es que justamente nos preparamos a lo largo de nuestra vida y es para lo que decidimos vivir. Entonces ante esta situación examinamos si nuestro corazón es desagradecido y no logra disfrutar de la bendición de servir a Dios, o es que, realmente nos embarcamos en cosas que no deberíamos haber aceptado.
En mi caso, les puedo contar personalmente que pasé por este conflicto de buscar y de recibir la corrección de Dios, tuve que aprender a discernir cuando estoy decidiendo yo, y cuando es realmente Dios en las elecciones y decisiones del ministerio, aunque les confieso que todavía no lo tengo totalmente aprendido. En consecuencia, Dios me mostró hace un par de años un hermoso pasaje de su Palabra, muy conocido en Éxodo 18:13-27, donde Moisés se encuentra muy cargado en cuanto al servicio, por ello tuvo que detenerse para ajustar algunas cuestiones.
Primeramente: podemos ver que hay un problema, algo que debía resolverse pronto. En el versículo 13 en adelante vemos a Moisés atendiendo las necesidades del pueblo desde la mañana hasta el atardecer, y se destaca la soledad en que lo hace “tú sólo”, y seguramente nos vemos reflejadas en Moisés ¿Cuántas veces hicimos actividades, planificaciones, tareas, todo nosotras solas y no dejamos que nadie nos ayude, porque creíamos que esa era la mejor manera de hacerlo? Ante tal situación el suegro de Moisés le dice:
“No está bien lo que haces. Con seguridad desfallecerás tú, y también este pueblo que está contigo, porque el trabajo es demasiado pesado para ti; no puedes hacerlo tú solo”.
Éxodo 18:18
Éstas palabras sacan un velo de nuestros ojos, dándonos cuenta que Dios mismo nos habla a cada una de nosotras y nos confronta en cuántas oportunidades estuvimos a punto de perder todas nuestras fuerzas, y no renunciamos a nuestras “responsabilidades”, y la verdad es que el Señor nos dice “Vas a desfallecer tú y el pueblo contigo”. La pregunta que nos debemos hacer es ¿Por qué y para quién estoy haciendo lo que hago?, generalmente pensamos que trabajamos para Dios, pero a veces caemos en la cuenta de que hacemos las cosas para nuestra propia gloria.
Quiero destacar que Moisés estaba sirviendo a Dios, sólo que se estaba esforzando más de lo que Dios mismo quería, el esfuerzo debe ser limitado por lo que Él quiere, no por lo que yo pienso que está bien.
Eclesiastés 9:10 ,nos dice que “Todo lo que te viniere a la mano para hacer hazlo según tus fuerzas”, y sabemos que las fuerzas de las mujeres varían todo el tiempo, dependiendo de la etapa en la cual se encuentren, o dependiendo de la singularidad de cada mujer, debemos comprender que las oportunidades de servicio y ministerio van a estar dadas según la provisión que Dios mismo nos da, nunca nos va a pedir algo que no podamos dar o hacer y eso nos habla de un Padre muy amoroso, y Soberano que controla su Obra y que El mismo es quien nos abre paso a las oportunidades de servicio, según lo que cada una pueda lograr.
Entonces hasta ahora vimos el problema, una persona con demasiadas tareas para hacer y con un futuro no muy alentador, por lo tanto ante esto Dios envía a su suegro quien lo va aconsejar y guiar a lo que debe poner en marcha:
“Sé tú el representante del pueblo delante de Dios, y somete los asuntos a Dios. Y enséñales los estatutos y las leyes, y hazles saber el camino en que deben andar y la obra que han de realizar. Además, escogerás de entre todo el pueblo hombres capaces, temerosos de Dios, hombres veraces que aborrezcan las ganancias deshonestas, y los pondrás sobre el pueblo como jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez. Y que ellos juzguen todo pleito sencillo. Así será más fácil para ti, y ellos llevarán la carga contigo. Si haces esto, y Dios te lo manda, tú podrás resistir y todo este pueblo por su parte irá en paz a su lugar”. Éxodo 18:19 -23.
En este pasaje se detalla todo el listado de lo que debía realizar Moisés, y es tan completo que no quedan dudas de que Dios nos quería enseñar algo a nosotras hoy en la actualidad: compartir las cargas, que la obra la hacemos entre todas, no es de Moisés, no es mía, sino que es Suya, y Dios les muestra un futuro de salud para Moisés, pero también, un futuro de paz para todo el pueblo. En último lugar, vemos a Moisés que aceptó el consejo, y pudo poner en marcha el plan sugerido, no vemos que se aferró a “sus maneras” de hacer las cosas, se animó y aceptó el cambio, y pudo llevar a la práctica todo lo aconsejado por su suegro, cuidando así su vida y la de los demás también.
Muchas veces lucho con el pensamiento de que, “cuantas más cosas haga por el ministerio, Dios va a estar más contento conmigo”, y la verdad es que tuve que aprender que Dios se complace en los que le obedecen, y no tiene que ver con las muchas o pocas actividades que llenen mi agenda o que “yo haga”.
Moisés nos mostró un gran ejemplo de compartir las cargas, buscar a las personas correctas para hacerlo, y por sobre todo descansar en el Señor sabiendo que Él ya tiene lo mejor para nosotras. ¿Qué hubiera pasado si no tenía una actitud obediente? en sus manos tenía el poder de hacer la voluntad de Dios o de seguir haciendo lo que a su parecer era lo correcto, pero lo importante es que obedeció y hoy nosotras podemos tomar de su ejemplo y prepararnos para un servicio de excelencia que glorifique a Dios y no a nosotras mismas.
Hoy nuestro Padre nos llama a la reflexión, ¿Cómo tomamos el ministerio que Dios nos da?, ¿Cerramos nuestra mano y lo queremos para nosotras mismas, o somos obedientes y descansamos en que Él tiene y sabe que es lo mejor para nuestra vida y la de los que nos rodean?
Que podamos realmente entender, que Dios quiere que compartamos nuestras cargas, tareas, y responsabilidades y que enseñemos a hacerlo y no nos saca de ningún lugar, sino al contrario, nos sigue usando para bendecir a otras.