Cuando recibí a Cristo era una adolescente y recuerdo de que hablaban de entregarle tu vida a Dios, pero aun yo no podía comprender qué significaba eso. Fui creciendo, me discipularon y en un campamento de Palabra de Vida pude entender claramente lo que Dios quería decir con «Entrega» y fue allí donde comenzó la aventura de mi vida cristiana: de vivir para Dios. ¿Qué te dice la palabra «Entrega»? Se define como «algo que se cede a otra persona» . Esto puede incluir tus posesiones, poder, metas; y hasta tu propia vida. Los cristianos de hoy día escuchamos mucho acerca de la vida entregada. ¿Pero qué significa exactamente? Es el acto de devolver a Jesús la vida que te ha dado. Es ceder el control, los derechos, el poder, la dirección y todas las cosas que haces y dices. Es renunciar a tu vida y ponerla en las manos de Jesús para que él haga con ella como él desee.
El apóstol Pablo sabía esto. Y él escogió seguir el ejemplo de Jesús, teniendo una vida entregada. Antes, Pablo era una persona que odiaba a Jesús, era un perseguidor, «respiraba odio hacia los seguidores de Jesús» con una gran voluntad propia y ambición. También era muy bien educado, porque había sido enseñado por los mejores maestros de su tiempo, y era fariseo, uno de los más celosos de los líderes religiosos judíos. Sin embargo, el Señor tomó a este hombre, autodeterminado y autodirigido y lo transformó en un ejemplo brillante de una vida entregada. Pablo fue una de las personas más dependientes y guiadas por Dios, llenas de Él. Hizo de su vida un modelo para todo aquel que desee vivir una vida completamente entregada a Cristo (1 Ti. 1:16). Él decía: “Si deseas saber lo que conlleva vivir una vida entregada, mira mi vida. ¿Has puesto en tu corazón entrar en una relación más profunda con Cristo? ” Pablo sabía que no había muchos que estarían dispuestos a seguir su ejemplo. Pero su vida es un modelo para todos aquellos que escogen una vida de entrega total.
1. El camino de entrega comienza con un rendimiento absoluto a Dios.
Dios comienza el proceso «tumbándonos de nuestro caballo» cómo lo hizo con Pablo. Él iba en su camino muy seguro, cabalgando hacia Damasco, cuando una luz cegadora vino del cielo. Entonces una voz le habló, diciendo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hch. 9:4). Todo eso ponía al descubierto el vacío en su vida. Tiempo atrás, Pablo había estado cara a cara con un hombre que se había entregado por completo a Dios, y eso hacía que se sintiera miserable. Probablemente pensó: “He sido adiestrado por años en las escrituras, sin embargo, ese hombre hablaba la palabra de Dios con autoridad. He tenido hambre de Dios toda mi vida. Pero Esteban tenía el mismo poder del cielo aun muriéndose. Él claramente conocía a Dios, como ninguno que yo haya conocido. Aun así, yo he estado persiguiéndole a él y a sus semejantes.” Pablo sabía que algo faltaba en su vida. Ahora, de rodillas y temblando, escuchó estas palabras del cielo: “Yo soy Jesús a quien tu persigues.” (Hch. 9:5). Y estas palabras pusieron el mundo de Pablo al revés. Las escrituras dicen que “temblando y temeroso, dijo: Señor ¿qué quieres que yo haga?» (9:6). La conversión de Pablo fue una obra del Espíritu Santo. Era el perseguidor del pueblo de Dios y su testimonio sería un poderoso e irrefutable testimonio para el evangelio de Jesucristo. El Señor le dijo: “Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer.” (9:6). Ahora trata de imaginarte a Pablo. Este fariseo bien educado estaba pasmado y ciego. Todo en su vida parecía derrumbarse. Pero la realidad era que Pablo fue llevado por el Espíritu Santo a una vida entregada. Cuando él preguntó: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” Su corazón estaba gritando, “Jesús, ¿cómo puedo servirte? ¿Cómo puedo conocerte y agradarte? Nada más me importa. Ahora tú eres todo para mí.”
2. El camino de entrega lleva mucho sufrimiento (Hch. 9:15-16).
A Pablo se le prometió un ministerio fructífero. Pero él tenía que pasar por grandes sufrimientos para llevarlo a cabo. El tema del sufrimiento es amplio, incluye: agonía física, angustia mental, emocional y dolor espiritual. Pablo experimentó cada uno de estos. Él sufrió un aguijón en su carne, naufrágios, apedreamientos, golpizas y robos. También enfrentó rechazos, burlas y murmuraciones maliciosas y soportó todo tipo de persecuciones. Este patrón de sufrimiento en la vida de Pablo no será experimentado por todos los que buscan tener una vida entregada. Pero de alguna forma, cada creyente devoto va a tener sufrimiento, pero existe un propósito detrás de todo esto. El sufrimiento es un área de la vida sobre el cual no tenemos control y allí aprendemos a entregarnos a la voluntad de Dios. Yo llamo a tal sufrimiento la escuela de la entrega. Es un lugar de aprendizaje donde, como Pablo, caemos sobre nuestros rostros y terminamos llorando, “Señor, no puedo con esto.” Él nos responde, “Bien, yo me encargaré. Entrégate a mí por completo, tu cuerpo, alma, mente, corazón, todo. Confía en mí plenamente.” En 2 Corintios 1: 3 al 6 Pablo habla acerca del sufrimiento que es permitido por Cristo. Nuestro Señor permite tal dolor en nuestras vidas para hacernos testigos a otros de su fidelidad (2 Co. 1:3). Nuestro sufrimiento no es solo para llevarnos a una entrega total a su voluntad, sino que es también para “vuestra (de otros) consolación y salvación” (2 Co. 1:5). Los ministerios más importantes de consuelo vienen de nuestros grandes sufrimientos.
3. El camino de entrega lleva a una sola ambición.
Pablo no tenía otra ambición, ninguna otra fuerza que lo llevara en la vida, que esta: “ganar a Cristo.” (Fil. 3:8). Le preguntaron a un joven predicador que pensaba él, que era el problema número uno entre sus compañeros? Él dijo: “La presión de ser exitosos.” Su respuesta asombró a muchos. Él explicó: “Los ministros jóvenes piensan que deben producir rápidamente grandes números en su iglesia. Ellos sienten una gran presión por ver crecimiento de la noche a la mañana.” Para los estándares modernos del éxito, Pablo era un fracaso total. Él no construyó ningún edificio, ni tenía una organización y los métodos que él usó fueron despreciados por otros líderes. De hecho, el mensaje predicado por Pablo ofendía a gran números de sus oyentes. Hubo momentos en que fue apedreado por lo que predicaba. ¿Su tema? La Cruz. Pero este no es el punto. Cuando estemos delante de Dios en el día del juicio, no seremos juzgados por nuestros ministerios, logros, o número de convertidos, sólo habrá una medida de éxito en ese día: ¿estaban nuestros corazones completamente rendidos a Dios? ¿Hicimos a un lado nuestra voluntad he hicimos la de Dios? ¿Nos rendimos ante la presión de nuestros compañeros y seguimos a la multitud, o buscamos estar a solas con él buscando dirección? ¿Corríamos de Iglesia en Iglesia buscando el propósito en la vida o encontramos nuestra plenitud en él?
4. El camino de entrega trae contentamiento.
Muchos cristianos viven en continuo descontento. Nunca están satisfechos con lo que tienen. Siempre están mirando hacia el futuro, pensando, “Si sólo hiciera esto, o tuviera aquello, seré feliz.” Pero su satisfacción nunca llega. El contentamiento fue una gran prueba para la vida de Pablo. Después de todo, Dios le dijo que lo usaría con poder (Hch. 9:15) . Pablo primero recibió su comisión (Hch. 9:20). ¿Qué pasó después? (Hch. 9:23). No solo rechazaron su mensaje, sino que también planearon matarlo. Qué comienzo tan desastroso para un ministerio que Dios dijo que sería poderoso. Pablo fue a Jerusalén a conocer a los otros discípulos de Jesús, (Hch. 9:26), pero sufrió un rechazo mayor. Sus propios hermanos en Cristo se alejaban de él. ¿Qué crees que pasó por la mente de Pablo mientras él experimentaba estas cosas? La verdad es, que a través de todo – la desilusión, el dolor, las amenazas a su vida – Dios estaba enseñándole algo crucial a su siervo: el estar contento. Pablo predicaba a los que no eran judíos allí, (Hch. 13:48-49). Sin embargo, antes que Pablo pudiera saborear la victoria, “los judíos instigaron a mujeres piadosas y distinguidas y a los principales de la ciudad, y levantaron persecución contra Pablo y Bernabé, y los expulsaron de sus límites.” (13:50). ¿Puedes imaginar la confusión y el desánimo de Pablo? Su llamado parecía frustrarse, Dios le había prometido un ministerio de evangelismo fructífero. Pero cada vez que él predicaba, era maldecido, rechazado, asaltado, y apedreado. ¿Cómo respondió?: sin cuestionar ni quejarse (Flp. 4:11). Sabía que a pesar de las circunstancias, él se movía por fe y confianza en Dios.
Querida amiga, no te desanimes, aun en este tiempo de cuarentena Dios quiere desafiarnos a vivir de una manera diferente, con una total entrega a él, para que nuestras vidas puedan ser usadas para impactar a otros, no nos conformemos a este mundo, deja que Dios mismo tenga el control. Miremos el ejemplo de Pablo y que podamos experimentar que entregar nuestas vidas a Dios y vivir para él vale la pena.