«Yo pues preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados.» Efesios 4:1
Ana se había propuesto un cambio en su estilo de vida. Era necesario porque sus análisis daban muestra de su mala alimentación y su falta de actividad física. No dudó en acudir a un médico, quien le aseguró, que en cuestión de unos meses mejoraría si seguía todas sus indicaciones: cambiar las facturas de la tarde por una fruta, las series de netflix por caminatas y unos cuantos ajustes más. «Listo», pensó Ana, el cambio es un hecho. Nos volvimos a ver unos meses después y la noté agotada físicamente. «¡Ana! ¿Cómo va tu salud?», le pregunte; a lo que ella me respondió un poco decepcionada: «¡mal! Me acaban de dar los resultados del último análisis, todo mal!» Exclamó en un tono aletargado, mientras movía la cabeza de lado a lado y comía una rica medialuna para consolarse. Como podrás imaginar, Ana fue al médico, pero no atendió a ninguno de sus consejos, su falta de motivación y compromiso sólo la llevaron a estar más y más enferma.
¿Cuántas veces nos pasa cómo a Ana? nuestra salud espiritual está en riesgo y seguimos arrastrando los mismos hábitos pecaminosos, que nos impiden alcanzar la madurez espiritual y la plenitud en Cristo. Sabemos lo que debemos hacer, pero no hay un real compromiso y motivación de nuestra parte. El riesgo más grande es acostumbrarnos a vivir la vida cristiana en la mediocridad de una pseudo santidad. Esto enmascara nuestra vida con apariencia de lo que debería ser, servir a Dios , asistir a las reuniones de la iglesia , hacer el ministerio y hasta discipular personas, animándolas a hacer lo que nosotras, en realidad, no concretamos (Mt. 15:14).
En Cristo somos llamadas a la santidad y a una nueva manera de vivir. Su palabra es viva y eficaz (Hb. 4:12) y sabemos que no falla ni vuelve vacía, es poderosa para transformar vidas como lo hizo con nosotras. Por las buenas nuevas del evangelio, fuimos conscientes del amor de Dios, sabiendo que nos rescató de nuestra vana manera de vivir no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, mediante el cual creemos en Dios, quien le resucitó de los muertos y nos dio vida juntamente con Él; fuimos renacidas por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. (1 P. 1:18-24).
Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, nos relata en los tres primeros capítulos de la carta de Efesios, las bendiciones de nuestra posición en Cristo. Te animo a tomar tu Biblia, leerlos y marcar todas estas bendiciones, dejá que la verdad de la palabra penetre en tu corazón. Fuimos amadas, bendecidas, rescatadas, escogidas, santificadas, adoptadas como hijas y redimidas por su sangre. Tan grande amor transforma nuestra mente y renueva nuestro entendimiento. Esto que sabemos, impacta directamente en nuestro corazón, y nuestras motivaciones también deben ser nuevas. El amor y la gratitud deben impulsarnos a tomar cartas en el asunto y no permanecer en el fracaso de esos hábitos pecaminoso. Ellos nos atan y tomamos ese rasgo de nuestra forma de actuar, para excusarnos, diciendo que es “lo que nos cuesta” o “somos así no puedo cambiar“. Nosotras podemos cambiar y debemos hacerlo, pues somos llamadas a reflejar el carácter de Dios y a mostrar con nuestras vidas a nuestro Salvador. Muchas personas la única Biblia que leerán será tu vida, asegúrate de enviar el mensaje correcto. En Efesios capítulo 4:17 al 32 el médico divino nos deja cuatro indicaciones para concretar el cambio:
- Primer indicación: Expone tu mente y corazón a la palabra de Dios (Ef. 4:17-19).
Nunca es demasiada Biblia, tal vez será demasiado Instagram, o demasiado Netflix, pero nunca demasiada Biblia. Lee la Palabra, deja que te interpele, que desnude tus miserias ante tus ojos y te haga consciente de lo que debes cambiar. - Segunda indicación: Enfócate en Cristo (Ef. 4:20-21).
Míralo a Él. No te compares con otros, porque eso siempre apacigua nuestra culpa y minimiza nuestros pecados; pero mirarlo a Él nos confronta con el ejemplo que debemos seguir y nos muestra cómo debemos actuar. - Tercera indicación: Elimina lo viejo (Ef. 4:22).
Cuestiona lo que haces y por qué lo haces, presta atención y no dejes que viejos hábitos de una vida muerta sigan apoderándose de lo que Dios te regalo: la libertad de una vida nueva. - Cuarta indicación: Escoger lo nuevo (Ef. 4:23-24)
No dejes vacíos, no alcanza con solo eliminar lo que no va, es necesario reemplazarlo por una práctica nueva, que siga el ejemplo de Cristo y que dé muestras de tu madurez espiritual.
Ahora depende de nosotras seguir las indicaciones, hacer nuestra parte, motivadas por el amor a Dios que nos empuja a un compromiso incondicional.
¡El cambio es posible!