Si te pidiera que resumas en palabras lo que sentiste en estos últimos años con la llegada del COVID seguramente vendrían muchas a tu mente.
Todo lo que dábamos por sentado, firme, seguro o en lo que dependíamos comenzó a moverse. Un terremoto de situaciones y problemas llegaron para desestabilizarnos y cambiar nuestro futuro. Como consecuencia apareció el tsunami de las emociones y sentimientos que nos quitaron el sueño, nos agitaron interiormente, nos ahogaron, llenaron de temores, incertidumbre, dudas, frustración, preocupación, ansiedad, aislamiento y hasta nos invadió el dolor profundo de la pérdida.
En realidad, es lo que provocan en nuestro interior las pruebas, por eso, generalmente, las describimos como una tormenta que llega cuando menos la esperamos.
Esto lo vemos muy bien descripto por David en el Salmo 46:1-3. Es interesante ver que cuando leemos en la Biblia sobre la prueba siempre esos versículos vienen acompañados de hermosas promesas que serán nuestro consuelo, guía y fortaleza en medio de la angustia.
Por eso quiero compartirte sobre una prueba que llegó a mi vida, pero también cómo las promesas de Dios son las únicas de las que me puedo agarrar para mantenerme a flote cuando todo se mueve, o esta oscuro y no veo una salida.
La mayor tormenta apareció en el 2005, no fueron olas ni viento, sino el cáncer. A mi esposo Marcelo le diagnosticaron cáncer de colon, lo operaron y atravesó 24 sesiones de quimioterapia. Todos los controles y análisis posteriores eran negativos, así que estábamos muy felices porque la enfermedad estaba en remisión.
Cuando una tormenta estaba terminando, otra entró como una ola potente haciendo tambalear nuevamente nuestra barca. Comenzando el 2009, me diagnosticaron a mi cáncer de colon, fui operada dos veces, hice 12 sesiones de quimioterapia, y tuve una recuperación asombrosa.
Pero el viento, ni las olas habían golpeado lo suficiente, hasta que el temporal más duro se desató en marzo del 2011. A Marcelo le reapareció el cáncer y Dios, aun controlando la tormenta, decidió llevarlo a su presencia el 6 de septiembre.
En abril del año pasado, la tormenta se desató nuevamente después de hacerme los chequeos de rutina, ya que mostraban varios ganglios en el mediastino indicando que la enfermedad había vuelto más fuerte aún.
Aunque su Palabra dice que no debemos sorprendernos, me sorprendió porque no la esperaba ya que habían pasado más de diez años de mi cáncer y quimioterapia.
Nuevamente, todo en mi vida cambió de repente. El temor a la pérdida de mi salud y hasta de la vida, el dolor de hablar con mis hijos, que mi familia tenga que sufrir nuevamente, sueños, planes y proyectos de ministerio rotos. Me llené de preguntas e incertidumbre sobre lo que vendría, la ansiedad se apoderó de mí, pero su Palabra me dio paz una vez más.
En esos días sus promesas volvían a mi mente vez tras vez, golpeando mi mente y corazón. Entré al quirófano para las biopsias recordando Marcos 6 y repitiendo entre otros, el Salmo 121 y el Salmo 46. Les aseguro que experimenté que Dios es mi amparo y fortaleza, mi pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeré, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza.
A pesar de la prueba decidí confiar y no temer porque Dios es digno de mi confianza porque Él Es Soberano. Como los discípulos cuando atravesaron la tormenta, entendimos que la tormenta no había venido a nosotros sin el permiso de Dios ¡Él controla la tormenta! Sabíamos que, si nuestros ojos se enfocaban en las olas y el viento de la prueba, nos hundiríamos, pero si nos aferrábamos de su mano y manteníamos nuestra mirada en Él, Él nos daría las fuerzas y el ánimo necesario para caminar sobre el mar del cáncer.
Por naturaleza no tenemos la voluntad de someternos y aceptar con gozo el plan de Dios. Luchamos, nos revelamos, cuestionamos y nos llenamos de más temores en vez de descansar y recordar que todo está bajo el control Soberano de Dios. Es importante rendir nuestro corazón y voluntad ante el Señor y confiar que Él prepara todas las circunstancias, eventos del universo y cada cosa de mi vida para su gloria y beneficio de su pueblo. ¿Descansas en esta realidad?
Es Suficiente porque en Él puedo encontrar todos los recursos que sostienen mi mano para caminar en medio de la tormenta, sabe lo que necesito, como me siento, lo que deseo, Él me cuida. No es que la ausencia de Marcelo no nos duela, todo lo contrario, es y será el amor de mi vida, el padre ideal, el siervo de Dios con el que compartí más de 23 años de servicio misionero. O haya sido fácil enfrentar la prueba todos estos años, pero, así como los discípulos en medio del temor, escuchamos diariamente las palabras de Jesús diciéndonos: ¡no teman, tengan ánimo! su misma presencia y aún su poder nos da seguridad y paz y nos desafía a no poner nuestros ojos en el sufrimiento y dolor de este mundo, sino a levantar nuestros ojos y mantener nuestra mirada fija en Dios, tomados fuertemente de su mano que nos dará la gracia suficiente en los días más oscuros.
Él es Seguro, porque, aunque todo tiemble Él es mi amparo: es el lugar donde puedo correr a refugiarme, donde me cubren sus alas, el lugar de compasión, comprensión. Él es mi fortaleza, torre fuerte, roca, lugar de refugio y protección. El lugar de la confianza y seguridad, donde la mano del enemigo no puede llegar. Es mi Pronto Auxilio. El lugar donde puedo correr a auxiliarme esconderme ante los ataques de mis temores y miedos. Está PRONTO, atento, ¡rápido para socorrerme!
Cuando realmente acepté Su voluntad, cuando rendí mi vida a sus planes y propósitos y descansé plenamente en sus promesas, Él comenzó a obrar un milagro.
En primer lugar, las biopsias dieron negativas de Cáncer, tengo sarcoidosis que es una inflamación benigna de los ganglios por algo inespecífico que con medicación debieran normalizarse. Luego proveyó para poder ponerme una inyección de ácido hialurónico en la cuerda vocal paralizada debido a un procedimiento quirúrgico en una de las biopsias y así poder hablar mejor y no ahogarme. Sigo confiando que Dios pondrá su mano sobre mi cuerda vocal y que pronto volverá a la normalidad. Pude viajar a Portugal y realizar un sueño familiar, ya que es la tierra de mis abuelos y de mi papá, pero también pude servir y enseñar español en el Programa Bíblico Bilingüe en ese país, ya que Argentina mantenía las fronteras cerradas para los estudiantes. Hoy en día sigo enseñando en Argentina.
Volví a corroborar que no hay nada como confiar en la Persona de Dios y tomarme de Sus Promesas en mi debilidad o diagnóstico médico adverso, porque cuando aceptamos Su voluntad como buena agradable y perfecta, no hay sueño roto, planes frustrados en el que Él no pueda obrar, o dolor o ansiedad que no pueda sanar o calmar.
Quizás estás pasando por una prueba, dolor o tristeza parecido, o no, pero el Señor quiere que escuches su voz diciéndote: Yo soy tu amparo y fortaleza tu pronto auxilio en las tribulaciones por tanto no temas, aunque todo tiemble.