Hebreos 12:1 dice “Por tanto, nosotros también… despojémonos de todo peso… y corramos con paciencia la carrera…”
Anteriormente vimos que la mochila de la Inseguridad tiene que ver con cómo me siento conmigo misma, por cómo soy y la mochila de la descalificación tiene que ver con cómo me siento por lo que hice en el pasado. Ahora vamos a considerar la mochila de la Necesidad y tiene que ver con lo que no tengo.
Esta carga puede llegar a ser muy pesada, ya que agobia mucho el alma si no se cuida el corazón. Es una mochila de la que en ciertos momentos de la vida no podemos despojarnos, porque tal vez, es la voluntad de Dios que pasemos tiempos de escasez para enseñarnos lecciones muy profundas, que de otra manera no aprenderíamos. Pero en toda esta situación, hay algo de lo que sí debemos despojarnos: la QUEJA que puede brotar amargamente del corazón.
En la Biblia encontramos en 1 Reyes 17 el ejemplo de una viuda que vivía en Sarepta, junto con su hijo. Era un tiempo de mucha escasez por falta de lluvia, y esta mujer no escapaba a la realidad de la situación. ¿Qué le quedaba a ella? Solamente un puñado de harina, y unas gotas de aceite en una vasija, como para cocinar una última cena para su hijo y para ella, y después de eso esperar el peor de los desenlaces. Ella hizo lo que tenía que hacer usando lo que tenía: cocinó, y aunque hubo resignación, no se menciona queja alguna.
Es en ese momento, cuando aparece el profeta Elías y se dá una situación muy particular: primero, el profeta le pide un poco de agua en un vaso (¿recuerdas que te dije que era una época en la que no llovía, el agua era el más preciado tesoro), y ella le trajo el vaso, pero enseguida el profeta le pide también un bocado de pan, y es más, le pide que le traiga primero a él y después que ella prepare para su hijo, y ella. Ante este pedido, ¿cómo hubiésemos reaccionado?
El profeta le dijo: “porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: la harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija no disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra. Entonces ella fue e hizo como le dijo Elías, y comió él, y ella, y su casa, muchos días. Y la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó”…
En los momentos de escasez y necesidad, el corazón hace que naturalmente nos centremos en nosotros mismos, y viene la queja, la autocompasión y el egoísmo, pero esta viuda a pesar de su necesidad, compartió con el profeta lo poco que tenía y fue bendecida, porque la generosidad no tiene que ver con lo que uno posee, sino con el corazón. Filipenses 2:14 dice: “hagan todo sin quejarse, y sin discutir” (NTV).
El gran recurso para despojarnos de la queja en el tiempo de necesidad, es el contentamiento.
La Biblia dice en 1 Timoteo 6:8 “así que teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con eso”.
En Filipenses 4:11 el apóstol Pablo dijo que había aprendido a contentarse cualquiera fuese su situación, y en ese contexto dijo “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
En Mateo 6 el Señor Jesús dijo que nosotros valemos mucho más que las aves del cielo y que los lirios del campo, por tanto no debemos afanarnos por el día de mañana.
Salmo 34:10 “… pero los que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien”.
Salmo 37:25 dice “no he visto justo desamparado ni su descendencia que mendigue pan”
Si estás cargando con la mochila de la necesidad, no dejes que ese peso te haga mirar hacia el piso, o hacia dentro, ni des lugar a la queja: más bien ten un corazón contento por lo que sí te da el Señor, y aprovecha la oportunidad para crecer en fe, y ser de bendición para los que te rodean. Te animo a pensar y a hacer una lista de todo lo que sí tienes, y te sorprenderás, y podrás agradecer y alabar al Señor, el mismo Dios que al tiempo de Elías frenó la lluvia, y tiempo después permitió que volviera a llover. Él tiene un propósito aun a través de los tiempos difíciles de necesidad. ¡Podemos viajar livianas!