Les cuento una escena que se repite muy seguida en casa. Suena la alarma de mi celular, rápidamente extiendo la mano para apagarla y después me doy vuelta a seguir durmiendo un ratito más. Este año me cuesta más de lo normal levantarme, pues tengo dos alarmas más; una 10 minutos más tarde y la otra 20 minutos después de esa. Ya la posterior, marca la última instancia que tengo, cuando sí o sí debo levantarme. Si no, las cosas que hay que hacer en mi casa no se van a lograr, trayendo consecuencias no solamente para mí sino para otros también. Ahora, es interesante, que eso suele pasar los días de semana. El fin de semana, aunque a veces me tengo que levantar más temprano para preparar cosas antes de nuestra salida para la iglesia, no me es necesario poner alarmas extras. Reconozco que la motivación que tengo para levantarme y alistarme a mí y a los demás para la iglesia los sábados y domingos es mayor que lo que tengo para nuestra rutina durante la semana.
¿Te pasa algo parecido? ¿Has notado diferencias así en tu vida? Seguramente hay actividades o compromisos que te cuestan poco o nada lograr— aunque implican levantarse temprano, quedarse tarde– aunque tengas que gastar no solo tu tiempo sino tus recursos también para alcanzar la meta. Pero hay otras cosas que te cuesten más. Lo más probable es que lo mismo pasa con alguna de las jóvenes a quienes ministras también. ¿Cómo le podés ayudar a esa joven volver a sentirse animada en las tareas que tiene por delante? Nuestro propósito aquí es analizar la falta de motivación en nuestras vidas— percibir de dónde viene y pensar como corregirla.
Antes de comenzar, quisiera resaltar que este artículo no se trata de un estado generalizado de falta de motivación. Si observas que te cuesta no solo levantarte a las mañanas, sino experimentas un estado de desánimo y falta de ganas a lo largo del día, frente a diversas propuestas o actividades, puede ser que estés enfrentando una lucha mayor— puede ser que estés atravesando un cuadro de depresión donde debes recurrir a la ayuda de un médico o un mentor para saber identificar su causa y buscar una cura adecuada. Hoy, queremos enfocarnos no en un cuadro tan severo como ese, sino una situación como el ejemplo con que empezamos– cuando te das cuenta que frente a ciertas actividades, sí tenes ganas y estás motivada, pero ante otras propuestas, te falta ánimo.
En lo personal, descubrí que mi motivación se relaciona con sentir propósito en lo que hago. Miré en la concordancia bíblica el uso de la palabra propósito en castellano y me sorprendí de que se encuentra solo 14 veces en toda la Biblia– 4 veces en el Antiguo Testamento y 10 en el Nuevo Testamento. De los usos en el NT, 7 veces se traduce de la misma palabra griega, pródesis (G4286). Esta palabra significa presentar figurativamente una propuesta o intención. Se traduce como propósito, desear, designio. Habla de poner algo delante, como una meta, con intención.
Cuando se traduce como propósito en la Biblia, 5 veces se refiere a los propósitos de Dios y solamente dos veces a los de personas. En 2 Tim 3:10, Pablo lo nombra entre las maneras que Timoteo le siguió y en Hechos 11:23 habla de Bernabé, diciendo «cuando llegó… se regocijó, y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor.» Bernabé, conocido como el hijo de consolación según Hechos 4:36, al llegar a un grupo de creyentes, los animó a que su propósito de corazón debe ser permanecer fiel al Señor.
Si pienso en ser fiel al Señor y considero mi lucha diaria con la alarma, debo reconocer que me está costando levantarme y ser motivada a comenzar mi día porque me siento obligada por las circunstancias, pero no animada por el amor a Cristo y el deseo de serle fiel a Él y lo que Dios tiene para mí. Hay muchas cosas que el enemigo usa para desanimarnos: la rutina en sí nos puede aburrir y hacer perder la expectativa de Él cada día, las circunstancias relacionadas con nuestras obligaciones pueden anularnos– tal vez porque la tarea no nos agrada en sí o porque se nos complica por alguna dificultad o un conflicto con alguien. Estas cosas muchas veces nos llevan a postergar o evitar hacer lo que debemos en vez de anticiparlo y emprenderlo con gozo y diligencia. De hecho, otra palabra que estudié preparando ese devocional es el verbo que se traduce proseguir en Filipenses 3:12 y 14. Esa palabra griega, dióko (G1377) se traduce perseguir muchas otras veces en el NT. Puedo estar como Pablo en Filipenses 3, persiguiendo la meta que Dios tiene para mí cada día, o puedo estar paralizada por mi falta de motivación.
El problema no es lo que tengo que hacer, sino por qué lo hago o, mejor dicho, para quién. Me llamó la atención cuántas veces la palabra «propósito» se refería a Dios. Enfatizar Sus propósitos me hace pensar que muchas veces dejo de sentir propósito por un problema de perspectiva– por no ver las cosas como Él las ve. Aunque quisiera excusar mis alarmas extendidas como un problema físico de cansancio es más un problema espiritual de comprensión. Cada día que nos da vida es una oportunidad nueva para servirle. Recordar Efesios 2:10, que hay buenas obras preparadas de antemano para mí, debe ser suficiente ánimo para levantarme de la cama cada día. En fin, recorrer esas palabras en las Escrituras me llevó a quitar mi última alarma. Decidí usar los diez minutos entre la primera y la segunda para entregar mi día a Él. Dios desea que seamos fieles en lo poco y que disfrutemos todo lo que hacemos como un acto de adoración a Él (1 Corintios 10:31).
Aquí les dejamos unas preguntas de reflexión para tu propia vida o para ayudar a la joven de tu iglesia que lucha con su motivación: ¿Qué actividad te cuesta últimamente? ¿Qué excusas das por evitar o postergarla? ¿Podes orar y pedirle a Dios que te ayuda ver esa actividad como una oportunidad que Él te da para servirle? Recordamos las palabas de Bernabé y con propósito de corazón, ¡permanezcamos fieles al Señor!