Nada soy sin Él

No soy una experta en jardinería, tengo alguna que otra planta en casa y muchas de ellas no duraron en el tiempo. Quizás fue por falta de cuidado e ignorancia por no saber cómo mantenerlas. También vi ramas un poco flojas que en poco tiempo se secaron y las tuve que sacar y tirar porque no pudieron permanecer.

En Juan capítulo 15 encontramos el tema central que estaremos estudiando este mes. El versículo 5 dice:

“YO SOY LA VID, VOSOTROS LOS PAMPANOS; EL QUE PERMANECE EN MÍ Y YO EN EL, ESTE LLEVA MUCHO FRUTO; PORQUE SEPARADOS DE MI NADA PODEIS HACER.”

Entremos en contexto. El Señor Jesús ya estaba pronto a partir y se tomó un tiempo para hablar con sus discípulos, como acostumbraba, quizás para poner en perspectiva sus vidas para que entendieran mejor quién era Él y quiénes eran ellos. A través de esta metáfora de la vid, los pámpanos y el Labrador les iba a explicar la relación que debían mantener con Él y cómo debían vivir si deseaban seguir siendo sus discípulos.

La vid está arraigada fuerte en la tierra donde expande sus raíces. La vid es la fuente que nutre y sostiene cada rama o pámpano para que dé su fruto. Ahora, la mano del labrador es muy importante. Él hace que ese fruto mejore y se perfeccione limpiándolo y sacando todo aquello que impida su crecimiento.

Esta metáfora nos enseña lo unidas que debemos estar a Cristo ya que, de lo contrario, no podemos llevar frutos (vs 4). Es poco probable que demos fruto si nuestra vida no está en armonía con Sus enseñanzas. Otra cosa es que, aun cuando tenemos una vida aparentemente recta, necesitamos de la mano del labrador el cual nos conoce bien y ve más allá de lo que vemos nosotras para que pueda limpiarnos y podarnos (vs 2) para que sigamos creciendo.

Jesús hizo énfasis en la permanencia del pámpano en la vid y creo que sabemos la razón (vs4). Sin permanencia no hay fruto y sin fruto es cortada la rama. El fin del pámpano es llevar el fruto; es lo más atractivo e importante que tiene. Nosotras somos comparadas con el pámpano, una rama frágil y sin atractivo alguno, pero destinada al final para producir.

   No que seamos suficientes por nosotros mismos para pensar que cosa alguna procede de nosotros, sino que nuestra suficiencia es de Dios. 2 Corintios 3:5 (LBLA)           

Una de las características del hombre en la actualidad es la autosuficiencia. Todos en menor o mayor medida nos comportamos así, pensamos que no necesitamos nada ni a nadie para subsistir ni para lograr ciertos objetivos. Pablo nos dice: “No es que seamos suficientes…” Incluso, puede pasar que tengas mucha experiencia o tiempo en el servicio y llegar a pensar que algo de todo lo bueno que puedes llegar a hacer procede de ti. Este sería un pensamiento equivocado o distorsionado acerca de mi persona y de quién soy realmente.

Volviendo a Juan 15, este capítulo derriba totalmente cualquier pensamiento de independencia o autosuficiencia. Como vimos, carecemos de la capacidad de dar fruto por nuestra cuenta o de hacer cualquier cosa sin que la vid verdadera (vs 1) fluya a través nuestro. Lo que otros puedan ver como bueno en mi vida es porque lo recibo de Él, porque sin Él nada somos y nada podríamos hacer.

Muchas veces leí esta frase “hay que ser para hacer”. Déjame decirte que en estos días ha tomado mayor significado mientras escribo este devocional ¡Cuánta verdad en una sola frase! Lo primero que debo identificar es quién soy para saber cómo actuar, saber qué necesito y cuál es el propósito.

La autosuficiencia no va con lo que somos en Cristo. Fuimos creadas y diseñadas para vivir en dependencia, y para eso necesito depositar mi confianza en Él. Proverbios 3:5-6 dice “reconócelo en todos tus caminos”. Si queremos su dirección debemos confiar en Él en todas las decisiones. No importa cuánta experiencia tengamos o los talentos que utilizamos en lo que nos toca hacer si antes no estamos conscientes de que solo somos ramas que necesitan estar unidas a Cristo.

¿Qué necesito hacer? Crecer y fortalecerme. Solo lo voy a lograr si mi deseo está en mantenerme unida a Él. En el versículo 9 el Señor dice “permanezcan en mi amor”, dulces palabras que invitan a quedarte en un lugar más que seguro. Él tiene todo lo que necesito para que mi vida sea fructífera. En 2 Pedro 3:18 el apóstol concluye exhortándonos a crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Salvador. No importa en qué punto de nuestro viaje espiritual nos encontremos ni tampoco lo maduros que seamos en nuestra fe; todavía nos queda mucho camino por recorrer. Cada día debemos hallar la forma de acercarnos más a Cristo, somos llamadas a la comunión y debemos procurar mantenernos activas en nuestra relación con Él. Esto nutre el alma, nos fortalece y nos prepara para lo que viene.

¿Cuál es el propósito? El versículo 8 nos desafía a que Dios se lleve toda la gloria. Como pámpanos debemos llevar fruto, pero para que esto suceda es necesaria su intervención. Recordemos que Él es el labrador, el que limpia, poda y cuida para que el fruto llegue a su punto. Dios es glorificado cuando establezco una genuina relación con Él. Las relaciones interpersonales siempre llevan más del “ser” que del “hacer”, necesitan atención, intercambio mutuo para que prosperen. Las relaciones no pueden ser fuentes de fuerza vivificante si no estamos presentes en ellas. La comunión con Dios es una profunda necesidad de todo ser humano, aun si reconocemos o no esa necesidad. Fuimos hechas para disfrutar de nuestro Creador, para descansar y ser sostenidas por Él.

Refresquemos nuestra memoria con estos 5 puntos básicos de la comunión:

* Confesar el pecado que estorba nuestra comunión con Dios. En 1 Juan 1:9 Él promete perdonarnos y restaurarnos.

* Escuchar la voz de Dios. La única forma es a través de la Escritura inspirada por Dios (2 Timoteo 3:16-17). 

* Hablar con Él mediante la Oración. Jesús muchas veces se apartó para comunicarse con su Padre.

* Una vida de obediencia. Juan 14:15 dice “si me amáis, guardad mis mandamientos”. En Romanos 12:1 nuestra obediencia es nuestro “sacrificio vivo”. La obediencia es la forma de mostrar nuestro amor y gratitud hacia Dios.

Cómo ves, son puntos básicos, muy conocidos pero que deben llevarnos a una mayor profundidad en nuestra comunión con Él.

¿Queremos llegar a ser un reflejo de Cristo en lo que hacemos? Entonces comencemos de adentro hacia afuera. Hay cosas que limpiar, sacar, cambiar, etc., y esto no lo vamos a lograr solas. Recordemos que estamos unidas a Cristo y esta unión nos identifica con Él y establece una relación de permanencia. No podemos fabricar un fruto espiritual por nuestra cuenta no importa cuánto nos esforcemos, pero cuando permanecemos en Cristo, la Vid, el fruto viene naturalmente.

Bendito el hombre que confía en el Señor y pone su confianza en él. Será como árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme que llegue el calor, y sus hojas están siempre verdes. En época de sequía no se angustia, y nunca deja de dar fruto. JEREMIAS 17:7-8

Todo lo que somos y hacemos es el resultado de lo que somos interiormente. Que Cristo sea el centro y la motivación de tu vida.

REFLEXIONEMOS:

¿Identificas autosuficiencia como una fortaleza en tu vida?

¿Reconoces tu fragilidad para poder disfrutar de su Gracia? 2 1 Co. 12:9

¿Estás dispuesta a que Dios limpie, saque y corte aquello que impide tu crecimiento?

¿Estás lista para ser encaminada en una dependencia completa en Dios?

 

 

 

 

 

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