Hace algunos años me encontraba con los sueños rotos, en una situación que no quería estar por segunda vez consecutiva. No era malicia humana, no era por mi pecado, era una prueba muy grande a la que el Señor me estaba llevando. Esos días, lidié de distintas maneras con el dolor, aunque no siempre de la mejor forma. Por momentos, la insatisfacción fue lo que predominó. Recordando esa etapa, me encontré con esta historia (que se encuentra en Génesis 29 y 30) que quiero compartir contigo.
Viajemos por un momento hasta Harán. Allí, entre las tiendas, animales, y criados, vemos a Jacob un hombre profundamente enamorado de Raquel, a quien no podía desposar con una dote por su pobreza. “Trabajó 7 años, como si hubieran sido pocos días, porque la amaba”; Sin embargo, un extraordinario engañador[1], sería engañado por su suegro. En la noche de bodas, fue Lea quien se convirtió en su esposa, la hermana mayor de Raquel. Fue así, que el amor que Jacob sentía por Raquel era tan fuerte, que estuvo dispuesto a trabajar un tiempo más para que Raquel finalmente fuera su esposa.
Entra en la tienda de Raquel, obsérvala, e intenta escuchar su corazón. ¿Cómo se habrá sentido luego del engaño? Seguramente, ella también estaba esperando el momento de su casamiento, y sufrió una desilusión. ¿Y Lea?, ella también fue parte del engaño (su padre no la forzó si no que fue voluntariamente) pero también fue víctima del mismo.
“Y se llegó (Jacob) también a Raquel, y la amó más que a Lea…pero Raquel era estéril”, “Cuando el Señor vio que Lea no era amada, le concedió hijos.” (Génesis 29.30-31, NVI)
Este escenario no fue grato para ninguna de las dos. Raquel tuvo que lidiar con la espera, el engaño de su padre y hermana, y más tarde con la infertilidad. Lea, con el menosprecio y el desamor. Terreno fértil para un sinfín de sentimientos y pensamientos tristes y amargos.
Antes de continuar, quiero preguntarte: ¿Cuál es tu escenario? ¿Qué circunstancias te rodean? ¿Estás lidiando con tu mente y corazón en medio de lo que te aqueja?
Todo lo ocurrido terminó en una incansable lucha entre las hermanas que tenían algo en común: INSATISFACCIÓN. Es decir, aquella circunstancia en que no se cumplen las expectativas.
[1] Podes leer la historia de Jacob en Genesis 25 al 28.
“Y concibió Lea, y dio a luz un hijo y llamo su nombre Rubén, porque dijo: Ha mirado Jehová mi aflicción, ahora, por tanto, me amará mi marido.”
“Viendo Raquel que no daba hijos a Jacob, tuvo envidia de su hermana y decía a Jacob: Dame hijos, o si no, me muero.”
Lea, estaba insatisfecha por no tener el aprecio de su marido, mientras que Raquel lloraba por un útero estéril que se volvió un ídolo en su corazón. Aquí ambas comienzan a tener hijos, revelando en sus nombres, la profundidad del corazón de ambas. Podemos ver algunos resultados que la INSATISFACCIÓN generó en ambas:
- Imposibilidad de disfrutar lo que Dios SÍ les dio: Raquel tenía todo el amor de su esposo, y Lea fue abrazada por la misericordia del Señor, quien vio que era menospreciada y le dio hijos. Sin embargo, ambas lucharon por tener lo que les faltaba, por cumplir sus expectativas. No podemos juzgarlas porque entendemos lo dolorosa que era la situación para ambas. Pero esa falta que cada una sentía se había vuelto un ídolo, y no podían deleitarse en la bendición personal que Dios le dio a cada una.
- Conflicto con quienes las rodean: envidia mutua, Raquel pelea con su marido por tener hijos (30:1). Un pecado llevando a otros pecados: celos, envidia, contiendas, que van resquebrajando los vínculos, que alejan, que dañan.
- Manipulación: En distintos momentos, ambas entregaron a sus criadas a Jacob para que tuvieran hijos propios porque no los tenían. Cuando la insatisfacción tomó el control de sus vidas, empieza una serie de acciones que van manipulando personas y circunstancias para lograr lo que querían. Elaboraron estrategias, en las que Dios no tenía parte, o las enmascararon de espiritualidad “…con luchas de Dios he contendido con mi hermana, y he vencido…” dijo Raquel. ¿Realmente esta lucha por tener más hijos era una lucha de parte del Señor?
- Alteraron sus valores: Raquel le exigía a Jacob que le diera hijos como si él pudiera modificar su esterilidad. Lea ponía en cada hijo la esperanza de ser amada por su marido. Por ejemplo, uno de sus hijos fue Leví, es decir “sujetado”, en sus palabras “ahora se unirá (sujetar) mi marido conmigo…” (vs. 34). Jacob no podía tomar el lugar de Dios y los hijos de Lea no debían llevar la pesada carga que recaía sobre sus vidas.
- Mayor insatisfacción: El corazón insatisfecho, es un corazón insaciable. La dicha de estas mujeres no llegó por tener más hijos. Por ejemplo, Raquel, que finalmente pudo concebir, expresó cuando nació su hijo José “Añádeme Jehová otro hijo” (Vs. 24). Cuando el centro de la vida es lograr las expectativas propias, nada logra llenarnos.
Ahora, en medio de este duro pasaje, hay un versículo que nos trae luz y esperanza para pasar de la INSATISFACCIÓN al CONTENTAMIENTO:
“Concibió otra vez, y dio a luz un hijo, y dijo: Esta vez alabaré a Jehová; por esto llamó su nombre Judá; y dejó de dar a luz.”
Lea tomó una decisión, “esta vez” nos habla de un momento en particular en el que fue determinada, el nacimiento de su cuarto hijo. También enfocó su corazón de manera correcta; eligió alabar a Jehová. Es decir, darle gracias, alabanza y loor tan solo por el hecho de tener otro hijo, sin poner la expectativa en la mirada de su marido. Su decisión, no quedó en una expresión de deseo de cambio, se vio reflejada en una acción: el nombre de su hijo. Judá significa celebrado. Vemos que Lea pudo disfrutar de la bendición de tener una nueva vida y la honra era para el Señor.
Pero hay algo más trascendental en este acontecimiento. Judá sería el padre de la tribu de la cual descendió Cristo, el León de la Tribu de Judá, nuestro Salvador. ¿Puedes verlo? Su situación no cambió, Jacob no empezó a amarla más por otro hijo, la rivalidad con su hermana permaneció. Lo que cambió fue su corazón y el nacimiento de este hijo fue trascendental.
Tengo que mencionarte que la contracara de esta actitud fue como murió Raquel. Dice Génesis 35:16-17 que murió en el trabajo de parto de su último hijo, Benjamín. Años atrás, la insatisfacción la llevó a decirle a su marido “…dame hijos, sino me muero.” Que paradójico que su vida terminó detrás de la lucha por su sueño.
Querida amiga, el contentamiento no llega por cambios externos, metas logradas o promesas cumplidas (aunque esto traiga alegría). El contentamiento llega cuando entendemos que nuestra vida es una ficha más de este rompecabezas llamado historia, en el que Dios dispuso nuestras situaciones con un propósito en particular, y un fin mucho mayor que nuestra alegría pasajera, dar gloria a su Nombre, y hacerlo famoso en la tierra. Una ficha de rompecabezas suelta no sirve para nada, en cambio ubicada en su lugar se vuelve bella y toma un sentido único.
Tal vez esperabas encontrar la solución o los pasos para llegar al contentamiento en estas líneas y espero no haberte decepcionado. No te estoy proponiendo una actitud de resignación, sino por el contrario, iniciar el camino al contentamiento es elevar la mirada por sobre tus circunstancias, es ver el mapa completo, es buscar el propósito de aquello que te duele en el Plan del Señor, y determinarte a darle gloria.
Empecé contándote un momento muy doloroso de mi vida. En el plazo de dos años perdí dos embarazos. Ese dolor se acentúo cuando mis amigas iban quedando embarazadas, y la insatisfacción se agudizó hasta que llegué a este pasaje: “…luego que reconozcas que el cielo gobierna.” (Daniel 4:26). Cuando creas y confíes en la Soberanía de Dios, habrás dado el primer paso de la insatisfacción al contentamiento. Seamos como Lea, determinadas a vivir por un propósito mayor.