“Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud,…”
Mateo 5:15
Nací en Paraguay, un país que por su geografía no tiene mar, tampoco costas, ni playas y, en mi niñez y adolescencia, me gustaba mirar películas que tuvieran escenas donde pudiera ver el mar. En ellas, había algo que llamaba mucho mi atención, y era el Faro, porque siempre estaba ubicado en puntos singulares de la costa. Su función era de guiar a los barcos que navegan de noche, quienes cuando ven su luz, saben que pronto llegarán a tierra.
Un faro, si no está encendido, no cumple su función, no sirve de guía y orientación para los que buscan su ayuda luminosa en la oscura noche.
En la Biblia, la luz tiene varios significados:
- Jesús es Luz, lo afirmó en Juan 8:12 “…Yo Soy la luz del mundo…”.
- La Palabra de Dios es luz, dice el Salmos 119:105 “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino”.
- Tú y yo somos luz, en Mateo 5:14 Jesús hizo esta afirmación “Vosotros sois la luz del mundo…”
Tenemos una gran responsabilidad de brillar, resplandecer, mostrar al mundo lo que Cristo ha hecho en nuestras vidas, reflejar en nuestras vidas a Aquel que nos dió el privilegio de poder ser LUZ, pero, ¿Qué pasa cuando escondemos la luz debajo del «Almud» ?
En la antigüedad la luz era puesta en un lugar alto, de tal forma de poder tener una mayor utilidad, llegar a más rincones de la casa. Solo una persona que no tiene conciencia de esto, podría colocar la luz debajo del almud.
Para que nos demos una idea: el almud es semejante a una jarra de madera gruesa, que por su forma y espesor, no permite vislumbrar la luz.
Si nos damos cuenta, esta acción es un acto voluntario, nosotras decidimos poner la luz bajo el almud, ¿Qué cosas hacemos para que nuestra luz no brille? O ¿Cómo colocamos nuestra luz bajo el almud? Colocamos la luz bajo el almud cuando no utilizamos nuestros dones y talentos, cuando no predicamos el Evangelio, cuando no vemos la necesidad de otros, cuando vivimos de una manera que no refleja a Cristo.
Todas los que un día aceptamos a Cristo como nuestro Salvador, sabemos que el Espíritu Santo colocó en nosotras dones y talentos, debemos de usarlos para “Su Gloria”. En la parábola de los talentos en Mateo 25: 14-30, el que recibió un solo talento fue, y lo escondió. ¿Cuál fue la respuesta de su Señor? (v. 29) “porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.”.
Si ponemos nuestra luz bajo el almud, vamos a perder, nos será quitado; ¿Qué perdemos? Perdemos ciertos privilegios que por ser hijas de Dios tenemos.
Tres privilegios que perdemos al esconder nuestra luz.
1. LA PROYECCION: La proyección nos indica hacia dónde apuntamos, dónde está puesta nuestra mirada.
“La lámpara del cuerpo es el ojo; así que si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que hay en ti es tinieblas ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?” Mateo 6:22-23
“Mi corazón esta acongojado, me ha dejado mi vigor, y aún la luz de mis ojos me falta ya”. Salmos 38:10
Muchas veces nuestra luz en realidad es tinieblas ¿Cómo se puede dar esta situación? Nuestros ojos son la lámpara del cuerpo, y si nuestro ojo no está enfocado hacia lo que es correcto, perdemos la proyección. No dejemos que nuestra luz se convierta en tinieblas, porque vamos desviando la mirada, nuestra mirada debe estar puesta en la persona correcta. “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” Hebreos 12:2.
2. LAS PROMESAS: Dios en su infinita bondad dejó promesas escritas para aquellos que no ocultan su luz, me gustaría recordarte algunas de esas promesas.
Si mostramos nuestra luz.
- Salmos 90:17: Dios confirma la obra de nuestras manos.
- Juan 3:21: Dios manifiesta que las obras que hacemos, las hemos hecho en ÉL.
- 2 Corintios 4:6: Dios resplandece en nuestros corazones.
El mayor regalo que Dios nos dejó, son todas las promesas que están al alcance de nuestras manos, pero necesitamos luz para poder verlas, si escondemos la luz debajo del almud, perdemos de vista las promesas que Dios tiene para nuestras vidas.
3. LAS PRIORIDADES: Escondemos la luz, y no podemos ver lo que verdaderamente es importante para nuestras vidas.
- La prioridad de la comunicación: Hechos 13:47 “Porque así nos ha mandado el Señor, diciendo: Te he puesto para luz de los gentiles, A fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra.”
- La prioridad de las compañías: 2 Corintios 6:14 “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?”
- La prioridad de la conducta: Efesios 5:8 “Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz”
Voluntariamente, muchas veces decidimos callar, no vemos la necesidad de predicar el Evangelio, voluntariamente escogemos la compañía de personas que no tienen la misma luz que tenemos nosotros, voluntariamente andamos de una manera obscura, no andamos como hijos de luz.
Sería absurdo encender una lámpara cuya función es iluminar en la obscuridad, y esconderla de modo que no se vea la luz. Así tenemos que vivir delante del mundo, y en el mundo. Nuestras vidas deben ser visibles a todos de modo que puedan ver el poder y beneficios del Evangelio: nuestras vidas transformadas, y nuestras buenas obras a favor de otros. La motivación debe ser la de glorificar a Dios, no de ensalzarse a uno mismo. Glorificar a Dios significa dejar que Él se vea tal cual es: todo poder, todo amor, toda bondad y toda misericordia. Ya que seas una vela en un rincón, o un faro en una colina, deja que tu luz brille.
Ocultamos nuestra luz al callar cuando debiéramos hablar, cuando dejamos que el pecado empañe nuestra luz, cuando no vemos las necesidades de los demás. Dios me desafió mucho con acciones prácticas a tomar cada día, y es mi oración que Dios te desafíe a: “Ser un faro de la verdad: a no esconder tu luz al resto del mundo”.