Vidas expuestas ante la mirada de Dios

¿Alguna vez te has preguntado: ¿quién soy cuando nadie me ve? A veces, puede parecer “fácil” vivir correctamente cuando estamos rodeados de personas que nos observan. Pero el verdadero desafío es mantener esa misma rectitud en lo íntimo. Personalmente, he pasado por momentos en los que me he sentido tentada a tomar atajos, a ceder en lo que parecía más fácil en lugar de lo correcto. Podemos acostumbrarnos a vivir para la audiencia, o estimar más el mantener una apariencia. La lucha interna puede ser intensa.

Pero Dios nos llama a vivir conscientes de su presencia y de allí se desprende un concepto: CORAM DEO. ¿Alguna vez escuchaste esto? Quiere decir vivir en la presencia del rostro de Dios, sin importar las circunstancias. 

Toda nuestra vida, lo que hacemos y pensamos está expuesto a los ojos de Dios. Alguien como el Rey David tenía esta verdad muy en claro. En el Salmo 139 David dice: 

 

«Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; 

Has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, Y todos mis caminos te son conocidos.» (Vs 2-3)

 

He aprendido que la integridad no solo se trata de lo que hacemos cuando otros nos ven sino también de las decisiones que tomamos en lo íntimo, aún en lo secreto de nuestros corazones, porque nuestra vida está expuesta a los ojos de Dios. Te animo a pausar un segundo y preguntarte ¿hay atajos que estoy tomando en mi vida diaria?

A veces, he tenido que enfrentar esas conversaciones difíciles que nadie quiere tener, pero que eran necesarias para pedir ayuda y rendir cuentas a personas de confianza que sabía que podían ayudarme a mantenerme firme en el camino correcto. Ha habido momentos en los que me he sentido perdida y débil, pero al buscar a Dios, he encontrado que soy totalmente lo opuesto. Tenemos que recordar que estamos yendo al trono de la gracia y que ahí es donde podemos encontrar la fortaleza para elegir lo correcto. 

Es fundamental recordar que nuestro objetivo es agradar a Dios y no a las personas. La vergüenza o el temor a lo que otros puedan pensar no deben frenarnos. Además, debemos estar conscientes de que Satanás busca constantemente atacar nuestra integridad. Él quiere que cedamos y comprometamos los principios de Dios. 

Te animo a orar como el Salmo 139:23-24 «Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno.»

Aferrémonos a la integridad, no solo por lo que otros puedan ver, sino porque es un testimonio de nuestra fe y confianza en Dios. En cada pequeño acto de honestidad y rectitud, estamos honrando a Dios y mostrando Su verdad. Ese es el parámetro en el que debemos mantenernos; en lo que Dios dice y no lo que yo me digo a mi misma basada en mi propia percepción.

Recordemos que somos cartas abiertas ante un mundo necesitado de esperanza y verdad.

 

Fil 2:15: «para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin tacha en medio de una generación torcida y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo».

Síguenos o comparte en:

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *