“Vino luego a Betsaida, y le trajeron un ciego, y le rogaron que le tocase (vs23) Entonces, tomando la mano del ciego, le saco fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, le puso las manos encima y le pregunto si veía algo. (vs 24) El, mirando, dijo: Veo los hombres como árboles, pero los veo que andan. (vs 25) Luego le puso otra vez las manos sobre los ojos, y le hizo que mirase, y fue reestablecido, y vio de lejos y claramente a todos.”
Marcos 8.22-26
Al encontrarse con el ciego de Betsaida, sin duda alguna, la intención del SEÑOR JESUS, iba más allá del gran milagro de reestablecer su visión.
Apenas unos versículos antes, en el mismo capítulo 8, Marcos nos relata la exhortación que les deja a sus discípulos, ya que ellos, de alguna manera también, estaban teniendo serios problemas en su visión espiritual. (…vs 18. teniendo ojos no veis?)
Pero este pasaje, nos cuenta la historia, de un grupo de amigos que acercan un hombre ciego a Jesús, seguramente porque sabían que Él era el Único que podría solucionar su problema: devolverle la visión.
Es notable que aquí se destaque más el entusiasmo de los amigos, que el del propio no vidente; a diferencia del ciego Bartimeo, que fue aquel ciego de Jericó que, al saber que Jesús llegaría a la ciudad, no paro de dar voces pidiendo que lo sanara (Mr. 10:46)
1. El problema de la Visión
El pasaje no nos dice que se trate de un ciego de nacimiento…pero quizás sí se tratase de un padecimiento que sufría desde hacía mucho tiempo.
Al avanzar el relato, encontramos que Dios elige realizar este milagro en forma gradual, y lo hace en dos etapas.
Era necesaria una segunda etapa, ya que, en la primera, si bien su visión había sido reestablecida pero no totalmente restaurada. Todavía presentaba algunos inconvenientes, tenía una visión borrosa acerca de la realidad. por eso su respuesta a la pregunta de Jesús fue:
“Veo los hombres como árboles, pero los veo que andan…” (vs 24).
Esta distorsión en su mirada no le permitía ver los hombres como lo que realmente eran, sino como simples árboles.
Cuando queremos tomar una foto de algún paisaje, casi siempre, la figura de los arboles toman un papel sin importancia, hasta a veces nos estorban la mirada, o simplemente su aparición es solo parte del decorado de ese cuadro fotográfico. En ese momento para el, las personas eran como árboles.
Debemos ver a las personas como Dios las ve. Mateo nos describe qué es lo que exactamente vio Jesús al mirar a la multitud. Vio personas como ovejas sin pastor, como ovejas desamparadas, ovejas dispersas, y tuvo compasión de ellas. (Mt 9.36) Indudablemente “Su Mirada” era una “Mirada” enfocada en la necesidad espiritual de la gente.
Cada fin de semana llegan a las iglesias, a nuestros reuniones y ministerios estas ovejas sin pastor, quizás sintiéndose desamparadas bajo alguna prueba, o dispersas, lejos del camino de Dios. Es por eso que es importante preguntarse… ¿de qué sirven los mega eventos o las impecables reuniones cristianas… sino ATENDEMOS al rebaño de Dios?
Nuestra atención debe estar focalizada en las personas y sus necesidades, cualquiera sea la tarea que emprendamos para Dios o el área donde deseamos servirle, debemos estar en sintonía con la Gran Comisión: Id y haced discípulos…un mandato para todos. (Mt 28.19)
Pero no solo llamó mi atención el problema de la visión de uno de los protagonistas de esta historia, sino que también cómo fue el proceso de restauración.
2. El proceso de Restauración
Jesús lo tomó de la mano y lo sacó de la aldea. Sin duda alguna, habrá sido una caminata interesante, donde el ciego ya no dependería de nadie más que del Señor. Si este hombre, quería recobrar la vista, debía dejarse tomar de la mano y ser llevado fuera de la Aldea, a ese encuentro personal y particular con Jesús.
El amor verdadero por las personas no es un mero sentimentalismo y ni siquiera es generado por nosotras mismas. Necesitamos ir a Dios, a tener ese encuentro particular y personal donde le pediremos de Su Amor. Algo que sólo vamos a conseguir en comunión con Él y con Su Palabra, conociendo más de Su Persona, de su carácter y de su trato con otros…
El salmista en el Salmo 73.17 describe que necesitó entrar en el santuario de Dios, para comprender el fin de los perdidos… Allí en el Santuario, en comunión con Dios, alineó su pensamiento con los de su Creador acerca de los perdidos.
Dejemos de priorizar detalles, programas o excusas personales y no perdamos la oportunidad de invertir tiempo en ser de bendición a otros
No nos cansemos de influenciar vidas bíblicamente, de discipular personas, de tener el enorme privilegio de estar frente a frente con alguien y abrir Su Palabra.
El ciego de Betsaida fue sincero con Jesús y consigo mismo, reconociendo que todavía no tenía una visión correcta ¡y necesitó de ese 2do Toque del Amoroso Maestro!