El tema para pensar juntas es acerca de cómo acompañamos en la restauración, ¿alguna vez te preguntaste, o examinaste qué condiciones, maneras o formas son bíblicas a la hora de ayudar a otros a volver al camino del Señor?
La verdad que yo no lo había hecho antes, y al leer este pasaje de Gálatas 6:1-5, el Señor me mostró y confrontó en cómo yo lo estaba haciendo, y esas condiciones son las que voy a compartirte en este pequeño devocional.
La primera condición para poder ayudar a otros es que tenemos que ser personas espirituales, y quizás te preguntes ¿qué es “ser” una persona espiritual? Puedes leer el capítulo 5 de Gálatas donde nos da un cuadro entre lo que es ser una persona carnal versus una persona espiritual y, si tienes dudas, enfócate en los frutos que se detallan y analiza tu propia vida, si estás siendo o viviendo de manera “espiritual” o “carnal”.
La pregunta que le sigue a esto es ¿soy espiritual o carnal? En el momento de querer ayudar a otras personas, ¿me guía el Espíritu Santo o me guían mis emociones, mis propias convicciones, mis deseos, mis ideas en cuanto a restaurar?
Si voy a ser sincera, muchas veces intenté ayudar desde mis propios intereses y según lo que pensaba en cuanto a la situación, pero Dios es muy claro en su Palabra, es un mandato que viene de Él y debemos hacerlo a su manera, porque es la mejor.
Y si seguimos pensando en cómo restaurar a una persona que se haya apartado del Señor, también podemos hablar de qué emoción o emociones acompañan el proceso. Muchas veces cuando hablamos con chicas que “están en pecado”, si nos analizamos, podemos observar en nosotras que lo hacemos desde el lado del enojo, la ira, la bronca; realmente en nuestro interior corre dolor por lo que está sucediendo. Puede ser que a veces el pecado de la otra persona nos enoje, pero a veces también es orgullo porque nuestra amiga o hermana no está “obedeciendo” o “teniendo en cuenta lo que le dijimos” de forma reiterada, y eso es lo que a veces hiere nuestro orgullo; nuestro consejo no ha sido tenido en cuenta, nuestro tiempo fue “mal gastado”, y también nuestros esfuerzos. Ahí el pasaje de Gálatas toma fuerza y nos dice que tenemos que realizar el proceso de restaurar en mansedumbre y humildad, e inclusive en la versión de NTV, nos habla de hacerlo con ternura. Así es nuestro Dios que nuevamente nos enfoca, nos corre la mirada para hacer las cosas como Él desea que las hagamos y nos dice que no lo hagamos a nuestra manera, sino con mansedumbre, porque quizás en un futuro no muy lejano puede ser que nosotras estemos en el lugar de ser restauradas.
Es interesante que en este contexto Pablo nos exhorta a que nos cuidemos para no caer en la misma situación. La verdad es que nadie puede garantizarnos que nosotras no caigamos en algún pecado, por eso también insiste en que obedezcamos la “Ley de Cristo”, que es justamente amar a Dios en primer lugar, pero también amar a nuestros hermanos. Si esa práctica es constante en nuestra vida, también vamos a llevar las cargas los unos a los otros y seguramente la restauración va a ser más fácil, más natural, porque ya vamos a estar ocupados de antemano en la vida de otros y los otros en la nuestra.
De esta manera, el proceso de restaurar fluirá con más rapidez porque si yo llevo las cargas del otro, ya sé de antemano las luchas que tiene la otra persona; puedo ponerme en sus zapatos y no desde el lugar de juez, creyéndome que soy más que la otra persona porque ahora me tocó restaurar. Su Palabra dice que no somos más que nadie, sino al contrario, que estemos alertas y probando las cosas que nosotros hacemos cada día porque cada uno debe ocuparse de sus propias responsabilidades. Por un lado, se nos pide que compartamos esas cargas pesadas que no podemos llevar. Para eso necesitamos de la iglesia, los líderes espirituales y las amistades que nos ayudan a llevarlas. Por otro lado, están las cargas que son las responsabilidades que cada uno debe llevar, y de esta manera, nos cuidamos de no caer en tentaciones, velando y cuidando por nuestras propias responsabilidades.
Entonces, si hacemos un repaso de cómo podemos restaurar, querida amiga, te recuerdo que primero tenemos que ser mujeres espirituales, mirarnos y examinar qué nos domina ¿El Espíritu o la carne? Después tenemos que mirar con qué actitud ayudamos a otros, ¿es con enojo, ira o lo hacemos con mansedumbre y humildad? ¿Pensamos solamente en que fuimos ofendidas en algún aspecto o pensamos que Dios es realmente el ofendido por el pecado cometido? Y por último ¿estamos ayudando hoy a llevar las cargas que otros que no pueden llevar solos? ¿Estoy teniendo una actitud empática con otros que me necesitan? Si realmente hoy pudiéramos cumplir la “Ley de Cristo” seguramente mañana habría menos que restaurar.
Por todo esto, querida amiga, te desafío a que puedas mirar en tu interior y examinar cómo estás tomando el proceso de restaurar. Es realmente hermoso y desafiante que decidas analizar tu vida, cambiar cosas para la gloria de Dios, ya que esto demanda tiempo y mucho trabajo. Es una invitación que te deja el Señor. Piensa que en el futuro nosotras podríamos estar en ese lugar de ser restauradas y… ¿Cómo te gustaría que lo hagan contigo?