Pensar en lo bello. Pensar en Él.

En este preciso momento, detente… ¿estás ahí? Bien. Dime, ¿en qué estás pensando? ¿Dime, en qué realmente piensas? Quizás si pudiera escucharte, las respuestas serían múltiples. Puede ser que estás pensando en una persona, un lugar, en algo que viste o te contaron. Esos pensamientos pueden ser del presente, del pasado o quizás del futuro. Tu mente tiene la capacidad de, por día, recibir 400000 millones de bitz (medida de información) por segundo; así que tenemos una amplia gama de opciones para pensar. Un pensamiento es un conjunto de ideas que, por lo general, son propias. Son construcciones que van tomando forma a medida que se dejan influir por creencias o juicios que podemos tener. La verdad, cómo funciona nuestra mente es algo maravilloso, que nunca la ciencia va a poder determinar en detalle su singularidad. Solo un Dios perfecto como el nuestro, fue capaz de crear.
Hoy vivimos en un mundo secular donde a las mujeres, no nos gusta que nos digan lo que tenemos que hacer, ni qué decir ni qué pensar. Pero, en nuestra vida espiritual, si queremos ser una mujer que realmente agrade a Dios, tenemos que “bajar la guardia”; disponer nuestro corazón y decidir obedecer a lo que Dios nos indica que hagamos. Y en cuanto a los pensamientos, Filipenses 4:8 es el versículo “máster” que Dios quiere que apliquemos a nuestra vida. Él nos brinda una lista de cualidades en cuanto a cómo deben ser nuestros pensamientos: verdaderos, honestos, justos, puros, amables…y es en esta palabrita que nos vamos a detener. En la versión NTV, notamos que lo expresa de manera diferente. Dice: “Y ahora, amados hermanos, una cosa más para terminar. Concéntrense en todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo bello…” ¿Notas algo? “Todo lo BELLO”. Esta palabra en su original hace referencia a todo aquellos que es excelente, perfecto, y, por lo tanto, es bello. ¿Cómo podemos saber si un pensamiento es bello? Bueno, eso es bastante difícil de definir y yo no tengo esa respuesta, pero la palabra de Dios sí. Cuando hablamos de algo excelente, de algo perfecto, hablamos de Dios mismo.

En Mateo 5:48 dice: … “tu Padre en el cielo es perfecto” (NTV); y como tal, y en su gran voluntad, todo lo que hace es perfecto. Cuando te creó, lo hizo perfecto. Cuando te salvó, lo hizo de una manera perfecta, cuando te mostró el propósito de tu vida, también mostró su perfección. Y cada día de tu vida, si se lo permites, lo va a seguir haciendo. Cada día nos tenemos que desafiar a tomar un tiempo para ejercitar nuestros pensamientos hacia la persona de nuestro Dios. Lo sé, sé que no es fácil, pero tampoco imposible. Comienza con unos minutos cada día, y con el tiempo, se convertirá en un hábito.
¿Sabías que de los 400000 millones de bitz (medida de información) solo somos conscientes de 2000 de ellos? Esa es una muy pequeña parte de todo lo que podemos llegar a procesar en nuestra mente. ¿Y si intentamos que ese porcentaje esté repleto de la perfección de Dios? ¿Y si decidimos dejar llevar nuestros pensamientos por Su presencia, Su perfección, Su amor, Su ternura por nosotras? ¿Y si vamos cambiando esos pensamientos oscuros que nos traen tristeza, preocupación, miedo y angustia, y tenemos pensamientos de luz, donde recordemos la alegría por nuestra salvación, la paz en cada situación difícil donde Dios estuvo presente, la confianza y valentía al tomar decisiones en la compañía de Dios, y el consuelo en medio del dolor? Y si… ¿Y si tomamos un tiempo precisamente ahora para hacerlo? Hazlo. Recuerda con tu mente, respira profundamente, siente con todo tu corazón y sonríe plenamente. Piensa en lo bello que es Él.

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