La mochila de la descalificación

Hay mochilas que nos pueden llegar a volver más lentas y cansadas en la carrera de la vida cristiana. Es bueno examinarnos de vez en cuando porque por la gracia de nuestro Señor Jesucristo podemos despojarnos de cargas innecesarias para poder viajar así más livianas y gozosas por esta vida. Hebreos 12:1 dice “Por tanto, nosotros también… despojémonos de todo peso… y corramos con paciencia la carrera…” Hace algunos años atrás conocí a Marcela. Ella se sentía descalificada por decisiones equivocadas que había tomado en cierto momento de su vida y esa mochila pesada le impedía avanzar en su relación con Dios y con otras personas. También se sentía limitada en su servicio en la iglesia. Se sentía literalmente estancada, frustrada. El diccionario define descalificación como “quitar la capacidad o el buen crédito de una persona, sentirse incapaz o inhabilitado para cierta actividad o tarea”  Creo que este, el de la descalificación, es un peso muy común entre muchos creyentes. El pasado se torna una carga que el enemigo trae continuamente a la mente e impide avanzar y aceptar nuevos desafíos. No permite el desarrollo de los dones, el crecimiento espiritual y el servicio en el ministerio. Este peso agobia el alma, y si la “inseguridad” tiene que ver con sentirme mal conmigo misma por cómo soy, la descalificación tiene que ver con cómo me siento por lo que hice en el pasado. En la Biblia encontramos el ejemplo del apóstol Pedro, su impulsividad y ligereza de palabras lo habían llevado a prometer al Señor que jamás lo negaría, que aunque todos se fueran, él se quedaría con el Señor.  Pero, en el relato bíblico leemos que la noche del arresto, Pedro huyó como todos los demás y en vez de ser valiente, de defender al Señor, lo siguió de lejos. Aquella noche Pedro fue confrontado tres veces sobre su relación con el Señor y en las tres ocasiones lo negó. Tal vez fue el momento más amargo de su vida al escuchar el gallo cantar, para después cruzar su mirada con la profunda mirada del Señor Jesús, que conmovió lo más profundo de su alma. Seguramente Pedro se sintió descalificado para siempre.

¿Alguna vez te sentiste descalificada por haberle fallado al Señor?  Marcela, la chica que conocí,  se sentía profundamente decepcionada de ella misma y escuchaba una y otra vez esa vocecita interna que la descalificaba para servir al Señor, y también en ocasiones la desaprobación de las personas que la rodeaban. Pero gloria a Dios que tenemos un Dios de oportunidades. Su misericordia es nueva cada mañana. Cuando Cristo resucitó mandó a avisar: “…id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo” (Mr.16:7). El Señor todavía tenía mucho para la vida de Pedro, y en Juan 21 tenemos registro de algo de esa maravillosa y restauradora charla personal entre el Señor Jesús y Pedro  a orillas del Mar de Galilea. Y así como el recurso para despojarnos de la inseguridad es la confianza en el Señor, el recurso para despojarnos de la descalificación es la confesión. 1 Juan 1:9 dice: “si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad”. También Proverbios 28:13: “El que encubre sus pecados no prosperará, más el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia”, y Santiago 4:6 nos habla de que “Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humilde” Pedro experimentó la maravilla del perdón en su vida sabiendo perfectamente que el Señor no nos mira más a través de los pecados sino a través de Su Hijo, y que alejó nuestros pecados tan lejos como lo está el oriente del occidente, y nunca más nos los traerá a la memoria. Entonces, nosotras no los traigamos a la memoria. Este versículo es precioso, y te lo quiero regalar: ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” Hebreos 9:14. Abrí tus ojos, no caigas en esa emboscada del enemigo, el Señor te ama y quiere usarte. Podemos viajar livianas, Dios quita esa carga.

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