En mi debilidad aprendí que Su Gracia es suficiente

“Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad…” (2 Corintios 12:9ª)

Mis más allegados me hacen bromas en cuanto a mi desinformación de la actualidad, me dicen que “vivo en la luna” … ¡y lo reconozco! Así que, por esta razón, desde hace un tiempo me he propuesto leer, de vez en cuando, el diario digital. Sinceramente las noticias de política, economía, farándula, policiales, siguen sin llamar mi atención, pero he descubierto que las “historias de vida” son las que más me atraen. Historias como la del niño de escasos recursos que llegó a ser doctor, o el abuelo de 70 años que terminó sus estudios, ¡y con honores!, o aquella joven con problemas severos de salud que logró correr una maratón… vivencias que emocionan y dejan alguna lección a imitar.

Al igual que en los diarios, hoy quiero contarte la historia de una mujer muy cercana y las lecciones que Dios le enseñó hace un tiempo atrás…

Esta mujer, joven, creyente, súper involucrada en las cosas de Dios, activa, deportista, amiguera, servicial, con muchos planes buenos por delante, de repente, de un día para el otro, comenzó a sentir mucho dolor en su cuerpo hasta casi inmovilizarla. Recurrió a distintos médicos, realizó diferentes estudios, hasta que pudo llegar al diagnóstico: una enfermedad autoinmune crónica era su nueva aliada de por vida y la cambiaría para siempre.

Primero, lloró mucho por la noticia, luego, luchó con Dios por esta prueba, lo cuestionó, le costó aceptar hasta que, quebrantando su voluntad, recordó que los planes de Dios son siempre de bien y aunque ahora pareciera tan difícil, Su Gracia es suficiente para toda circunstancia.

Esta mujer de la que te hablo, soy yo, y desde mi corazón, quiero compartirte algo de lo que Dios me enseñó (¡y sigue enseñándome!) en tiempos de debilidad.

Las he resumido en 4 lecciones:

Conocer más íntimamente Su persona y Su poder.

El Señor le dice a Pablo: “mi poder se perfecciona en la debilidad”. Entonces Pablo declara: “de buena gana me gloriaré en mi debilidad, para que sobre mí repose el PODER de Cristo.” (2 Co 12:9)

Si no hay debilidad, no experimentaré su Poder de la manera que Dios quiere que lo haga.

Debemos reconocer que son los momentos de prueba los que, muchas veces, nos acercan al Señor y en los que le buscamos con mayor fervor. En momentos de fragilidad es cuando clamamos por fortaleza y Su poder. Y Dios, en su misericordia nos lo concede.

  1. H. Spurgeon dijo: “nunca experimentarás la fortaleza de Dios hasta que Él te haya sostenido en aguas profundas.”

¿Estás pasando por algún tiempo de debilidad física, emocional o espiritual? ¡Aprovecha esta oportunidad para acercarte más a Dios! Qué triste es, cuando algunos, al atravesar el dolor, el valle de sombra, se enojan, alejan y endurecen su corazón a Dios… no lo permitas ¡No desperdicies este tiempo para conocer en profundidad el carácter bueno de Dios!

Derribar el ego.

¡Si, seré muy sincera! Confieso que antes de la enfermedad, me sentía muy conforme y agradecida por mi “fortaleza física”. Ahora entiendo que era orgullo. El Señor ha quebrantado mi voluntad a través de la enfermedad y cada día procuro vaciarme de pretensiones y exigencias para así llenarme más de Él.

Pablo mismo, en el versículo 7 dice que le fue dado “un aguijón en la carne para que no se enaltezca sobremanera”.

Si tuvieras que hacer una lista de fortalezas y debilidades, ¿cuál sería la más larga?

¿Eres humilde en la utilización de los dones y talentos que Dios te dio?

Te motivo a recordar que NADA podemos ser ni hacer si no es POR ÉL Y PARA ÉL.

Y también, a poder decir como Juan el bautista: “es necesario (no optativo) que Él crezca y yo disminuya” (Jn 3:30) (énfasis añadido).

Ser más compasiva.

El dolor y la vulnerabilidad abrieron mis ojos al que sufre, al frágil. Como antes te conté, me gloriaba en mi fuerza física y, en consecuencia, era más exigente y demandante del rendimiento de los demás. Juzgaba mal al que continuamente expresaba agotamiento y pena en lugar de compadecerme. ¡Gloria a Dios que no me dejó en mi orgullo y altivez! sino que, a través de la aflicción, ablandó mi corazón; me permitió experimentar Su gracia y así poder ser un canal para bendecir a otros.

El dolor, tus problemas ¿te están aislando y haciendo que sólo te mires a ti misma? Te animo a salir de ese estado de autocompasión y mirar a tu alrededor. Dios puede usarte para animar a otros.

Alguien dijo: “que mis luchas no me hagan ciega al sufrimiento de otros”

¿Qué sentimientos surgen de tu corazón al ver a otro sufrir? ¿Brotan palabras de exhortación o actos de amor?

“No le des un sermón a quién necesita un abrazo” (Toby Mac).

 

Darle toda la Gloria. (Romanos 11:36)

El propósito de cada creyente no sólo es predicar el evangelio, crecer espiritualmente, ser parte del cuerpo de Cristo, sino que la mayor meta que tenemos es llevar Gloria a Su Nombre.

Mucho más fácil es hacerlo cuando todo marcha bien, pero somos llamados a darle la gloria aun en medio de la aflicción. Una cosa es atravesar el valle de sombra y de muerte “resistiendo”, “aguantando”, anhelando que ya pronto se acabe, y otra muy distinta, es aprovechar el proceso, glorificarle en cualquiera sea la situación, descansando en Su soberanía, Su cuidado y recordando que Su Gracia es suficiente.

Al mirar hacia atrás, a todo lo vivido, sólo veo la Gracia de Dios en mi vida y es mi anhelo que tú también la puedas experimentar.

Termino con las líneas de esta antigua canción, la cual estuvo en mi mente todo el tiempo mientras escribía estas sinceras palabras…

 

“Su gracia es mayor, si las cargas aumentan,

Su fuerza es mayor si la prueba es tan cruel,

Si grande es la lucha, mayor es su gracia,

Si más son las penas, mayor es Su paz…”

 

Sólo Dios sabe lo que ahora mismo estas viviendo, Él conoce tus luchas, tu dolor, tus sueños frustrados, tus lágrimas y hoy te dice: “Mi Gracia es Mayor, Mi gracia es Suficiente”.

 

Si en algo te has sentido identificada y necesitas compartir y orar con alguien, ¡no dudes en escribirnos! Estamos para servirte.

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