«Porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse. Por tanto, todo lo que habéis dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que habéis hablado al oído en los aposentos, se proclamará en las azoteas”. Lucas 12:2-3
Cuando llegamos a ese punto crucial en nuestras vidas en el que entendemos que necesitamos un Salvador, para salvarnos de nuestros pecados, el objetivo de nuestras vidas cambia, o debería cambiar. Este objetivo nos debe llevar a buscar DAR TODA LA GLORIA A DIOS. La santidad posicional viene incluida con la salvación, pero la santidad progresiva, debemos buscarla, esto es, avanzar hacia la meta, parecernos a Cristo, pero, la realidad es que en este caminar seguimos luchando con pecados que afectan el poder alcanzarlo. Los pecados que más daño hacen son aquellos que están ocultos, que los realizamos en secreto y “que nadie puede ver”; una gran mentira de Satanás, pues, no hay nada oculto para Dios, Él es omnisciente y omnipresente.
“Si decimos que tenemos comunión con Él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad” 1° Juan 1:6; ¿Cuáles son las tinieblas a las que se refiere este versículo? Es todo aquello que creemos ocultar, pero que en realidad se hace visible: lo que soy, lo que conozco y lo que hago (que van estrechamente relacionados). Entonces los celos, la ira, los malos pensamientos, el rencor, la falta de perdón, la envidia, las concupiscencias, entre otros pecados que los llamamos “internos”, siguen estando en nosotras, con la excusa que es parte de nuestro carácter, temperamento, o crianza. ¿Vamos a seguir dando excusas o vamos a confesar nuestros pecados y llamarlos como Dios los llama?
“Con Cristo estoy juntamente crucificada y ya no vivo yo más vive Cristo en mi”; ¡cuántas veces repetimos de memoria esta porción de las Escrituras, aunque no sea una realidad en nuestras vidas! Porque los que hemos muerto al pecado ¿Cómo viviremos aun en él?
Es hora de dejar las excusas y comenzar a desenmascarar nuestros corazones ante la mirada de aquel que todo lo ve y comenzar a dar pasos de acción que nos lleven a tener vidas auténticas delante de los ojos de Dios pero también de quienes nos rodean. Nunca olvides el elevado precio que pagó Cristo en la cruz por tus pecados, no lo menosprecies pensando que podés seguir adelante sin dejar de lado tus pecados internos.
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” 1°Juan 1:9
Te dejo tres pasos prácticos para erradicar estos pecados internos: Identificar: Dales el nombre que Dios les da. Confesar: Pedí perdón y apartarte de ellos. Memorizar: Llená tu mente con la Palabra de Dios, es la única forma de poder limpiar de adentro hacia afuera.
Que podamos orar las palabras del salmista: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí” Salmos 51:10