En este mes estamos viendo qué cosas nos roban el gozo y nuestro tema para ver a la luz de las escrituras es el dolor. El dolor nos roba el gozo cuando no es apreciado. Es importante recalcar que el dolor es la consecuencia por no haber recibido aprecio. Pero ¿qué es ser apreciado? Aprecio es una palabra que deriva del latín “a” – que significa: hacia, y “pretium” – que significa: premio o recompensa. Se conoce como aprecio al acto y resultado de valorar a alguien o algo. Podemos también decir que el antónimo del aprecio es el desprecio. ¡Cuánto dolor nos causa el desprecio recibido por personas, y cuanto más de aquellas a quienes amamos!
En la Biblia, en 2 Samuel 6:16 al 23, encontramos la historia de David y su mujer Mical, la hija de Saúl. El arca de la presencia de Dios estaba en la casa de Obed-edom y David la trajo a su ciudad. El rey, en su alegría por este evento tan importante y especial, danzó con todas sus fuerzas delante de Jehová. Cuando el arca llegó a la ciudad, Mical vio que David saltaba y danzaba y le menospreció en su corazón. Este fue el comienzo del desprecio, comenzó en su corazón. Después, en el versículo 20, leemos que David vuelve para bendecir su casa y Mical le sale al encuentro. Ella le dijo: “Cuán honrado ha quedado hoy el rey de Israel, descubriéndose hoy delante de las criadas de sus siervos, como se descubre sin decoro un cualquiera!” La actitud de Mical al decirle estas palabras, frustró la bendición de aquel tiempo, pero el Señor bendeciría la casa de David en el futuro (1 Samuel 7:29).
A causa de ese desprecio pronunciado hacia su esposo, Dios actúo y juzgó el pecado de esta mujer. El versículo 23 dice que Mical nunca tuvo hijos hasta el día de su muerte. Ya sea porque David dejó de tener relaciones maritales con ella o porque el Señor la disciplinó por su menosprecio, ella no tuvo hijos. En tiempos del Antiguo Testamento, quedar sin hijos, era un estigma. El no ser apreciado causa un dolor profundo en el corazón, es por eso por lo que debemos cuidar nuestro corazón de no ser mujeres que desprecian. Es importante preguntarnos, ¿siento dolor al ser despreciada? ¿Por qué? ¿Qué es lo que me roba el gozo?
- Creer que merezco un reconocimiento, me roba el gozo.
- Creer que merezco ser valorada, me roba el gozo.
- Creer que merezco el agradecimiento de otros, me roba el gozo.
El problema está en las expectativas que nosotras mismas hemos creado. Si bien quizá no está incorrecto sentir dolor por el desprecio recibido, nuestro gozo no debe depender del objeto o persona que recibe nuestra acción sino, el gozo debe estar en Dios mismo porque lo que hacemos lo hacemos para Dios. La persona que quizá nos desprecia es solamente un medio, pero el verdadero fin de nuestras acciones debe ser la persona de Dios y su gloria.
Creer que merecemos un reconocimiento, nos roba el gozo.
Quizá esperamos el aplauso por nuestros hechos, pero esto simplemente es un camino a la frustración y dolor cuando las cosas no suceden como nosotras lo deseamos o esperamos. La meta de nuestra vida debe ser hacer todas las cosas para Dios y su gloria. Colosenses 3:23 y 24 dice: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís”.
Creer que merecemos ser valoradas, me roba el gozo.
Cuando nos colocamos en una posición donde esperamos de otra persona recibir el valor correcto por nuestras acciones, corremos el peligro de perder el gozo cuando las cosas no suceden como nosotras hubiéramos deseado. Si bien, somos criaturas de Dios y Él nos ha dado un valor especial y nos ama, no debemos tener un concepto nuestro más alto del que debemos en sí tener. Romanos 12:3 dice: “que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura”. A veces esas expectativas que nosotras mismas creamos, son un arma poderosa en las manos de Satanás, la cual él usa para robarnos el gozo.
Creer que merecemos el agradecimiento de otros, nos roba el gozo.
Cuando esperamos el agradecimiento y ese agradecimiento no es correspondido, puede ser también perdamos el gozo en nuestra vida. Si bien es verdad que nos hace tan bien escuchar las palabras “muchas gracias” no debemos ser ofendidas o lastimadas cuando no son pronunciadas por la boca de aquellas personas que deseamos, porque hicimos algo por ellos. Lo importante es recordar para quién hacemos lo que hacemos. Cuando nuestra meta es vivir lo que Pablo nos anima y exhorta en su carta a los Colosenses, y realmente todo lo que hacemos es para la gloria de Dios, el dolor por no ser apreciadas no tendrá lugar en nuestra vida. La razón es que no tenemos expectativas insatisfechas. Cuando todo lo que hacemos es para Dios y su gloria, el rechazo, el dolor, la ingratitud, la desvalorización, el desagradecimiento de quienes nos rodean, no nos afecta porque vivimos para agradar y honrar a Cristo sin importar cómo la gente a nuestro alrededor nos trata o corresponde a nuestro accionar. Que Dios te bendiga y que Él nos ayude a no darle lugar al dolor por el desprecio recibido, sino hacer todo para Su gloria y Su honra.