Como líder de adolescentes, por muchos años he visto a muchas de mis chicas ser llevadas por la corriente, y muchas veces enredadas en todos “los placeres” que este mundo puede brindarle. Cuando las confrontaba me encontraba con cuestionamientos como: “¿Qué tan malo es que me junte con estos chicos?”, “Yo soy demasiado fuerte como para caer en lo mismo que ellos viven”, “Estar en el mismo lugar, no quiere decir que yo comparta lo mismo”, y muchas veces, después de la caída, “Pero todos lo hacían”, “¿Cómo iba a encajar si no probaba lo que ellos hacían?”, “Solo me deje llevar”, “Siempre me quedo afuera de todo”. Y realmente las comprendía porque también he pasado por la adolescencia y sé lo difícil que es NO pertenecer a este mundo.
Un grupo social, es decir, una comunidad, es donde todas y cada una de nosotras queremos pertenecer. Muchas veces nos une una actividad, un comportamiento, o un estilo de vida. Tener un sentido de pertenencia no solo es parte de la adolescencia sino de cada etapa de nuestras vidas. En la adolescencia, esto es muy importante, ya que creamos los rasgos de nuestra personalidad, nuestros valores y principios bíblicos. Es por eso que acompañar a los adolescentes en este proceso, guiarlo y contenerlo es valioso y enriquecedor para que su crecimiento espiritual sea consistente.
A partir de la caída del hombre en Genesis 3 valoramos lo que piensa el otro de nosotros más de lo que piensa Dios de nuestras actitudes y acciones. El pecado ha corrompido tanto nuestra relación con Dios que dejamos de temerle para temer al hombre. Los proverbios son muy claros cuando hablan de relaciones y el motivo por el cual están en nuestras vidas.
“Pues odiaron el conocimiento y decidieron no temer al Señor. Rechazaron mi consejo y no prestaron atención cuando los corregía. Por lo tanto, tendrán que comer el fruto amargo de vivir a su manera y se ahogarán con sus propias intrigas. Pues los simplones se apartan de mí hacia la muerte. Los necios son destruidos por su despreocupación.” Proverbios 1:29-32 NTV
Es interesante leer a partir del versículo 10 donde un padre aconseja a su hijo a “no juntarse con…” y menciona la manera en cómo un grupo de personas puede llevarte hacia la destrucción total, quizás con frases sutiles que realmente no parecen tener nada de malo: “no va a pasar nada malo”, “solo nos vamos a divertir”, “vamos a ganar muchísimas cosas juntos”, “siempre vamos a estar juntos” (vrs. 11-14). En realidad, nos llevan a tener una perspectiva incorrecta del pecado, con mucha liviandad, como parte de la diversión, como algo pasajero y sin mucha importancia, tanto así que el hecho de matar en estos versículos lo menciona como algo de todos los días.
La presión o la influencia de un grupo social constituye un cambio en las creencias, actitudes o conductas de una persona por la acción o presencia de otra persona o grupo de personas. La presión social hace que muchas veces hagamos cosas que nunca pensamos que las haríamos, y con sutileza va cambiando todos nuestros pensamientos y hasta llevarlos a la práctica.
No tenemos que ir muy lejos de nuestra historia, podemos hablar de nuestra actualidad y la ideología de género. Hoy, tener un principio diferente al de la sociedad te hace una persona discriminadora y sin empatía. Y con presión y sutileza logra que nos cuestionemos muchos de nuestros principios bíblicos.
En este mismo pasaje de proverbios podemos detectar 3 consejos que un padre le da a un hijo, y son los mismos consejos que puede darle una líder a su discípula.
- Dale la espalda, vrs 10. No consientas, no apruebes ni siquiera des lugar al deseo, dale la espalda para que no caigas en anhelar algo que no es correcto. Ayudemos a la adolescente a conocer y a desear a Dios y Su palabra más que cualquier otra cosa.
- No vallas con ellos, mantente alejado, vrs 15. El padre le suplica que no vaya con ellos. Abrámosle los ojos, hablémosle con palabras sinceras, que podamos confrontar con la verdad, corrigiendo pecado y enfrentándola con la consecuencia, “Los que eligen el buen camino temen al Señor; los que van por mal camino lo desprecian.” (Pr. 14:2)
- El pecado te robará tu vida. Realmente esto es lo que ocurre cuando nos dejamos llevar por la presión de grupo. Desear la vida de una persona que está lejos de Dios, nos roba la vida que Cristo ya pagó y nos dio por pura Gracia. “No tenga tu corazón, envidia de los pecadores, antes persevera en el temor de Jehová todo el tiempo.” (Pr. 23:17)
¡Vale la pena no pertenecer a este mundo!
En Mateo 16:26 vemos unas preguntas que hace Jesús: “¿Y qué beneficio obtienes si ganas el mundo entero, pero pierdes tu propia alma? ¿Hay algo que valga más que tu alma?”
Barclay en su comentario dice “… si nos enfrentamos con la vida en una constante búsqueda de seguridad, facilidad y comodidad, si todas las decisiones las hacemos por motivos mundanos de prudencia, estamos perdiéndonos todo lo que hace que la vida valga la pena. La vida se convierte en algo incoloro y blandengue, cuando podría haber sido una aventura. La vida se convierte en algo egoísta, cuando podría haber estado radiante en el servicio… El que siempre juega a lo seguro deja de ser un hombre, porque el hombre fue hecho a imagen de Dios. El hombre que lo arriesga todo -y puede que parezca que lo ha perdido todo- por Cristo, encuentra la vida. La sencilla lección de la Historia es que siempre han sido las almas aventureras, que dijeron adiós a la seguridad y a la tranquilidad, las que escribieron sus nombres en la Historia y ayudaron grandemente a la humanidad. Siempre es la persona que está dispuesta <a jugarse la vida que hay en Dios» la que a fin de cuentas encuentra la vida.
El pertenecer a este mundo nos hace muchas veces sentirnos seguras y tranquilas ¿estás ganando al mundo o realmente eligiendo a Cristo cada día?
Por último, me gustaría dejarte un consejo, anímala a vivir y compartir en una comunidad cristiana. Que sea ese lugar donde pueda ella desarrollar su personalidad, donde pueda encontrar valores y principios bíblicos para el resto de su vida; que la Palabra de Dios sea el fundamento y la influencia viva en su vida.