Aún Duelen los Deseos no cumplidos

Al revisar nuestro andar es posible que nos hagamos preguntas sobre circunstancias que no se dieron como las habíamos pensado, que se resolvieron de forma sorpresiva o con un desenlace impensado, aún incomprensible.

¿Qué hubiese pasado si nuestra relación no se hubiera roto?, ¡Cómo hubiera querido pasar más tiempo con mamá!, “Tendría que haber sido más receptiva con aquel consejo”, “Si hubiera realizado los análisis a tiempo”.

Hay decisiones que nosotras hemos tomado y dieron un vuelco drástico a nuestra vida dejando un sin número de inquietudes e interrogantes. Hay decisiones que otros han tomado por nosotras que nos lastimaron. Pero también hay circunstancias que llegan a nuestra vida para deshacer los sueños más especiales que alguna vez pudimos imaginar. Si estamos sufriendo las consecuencias de decisiones que no han sido bien tomadas será necesario comenzar por restaurar lo dañado buscando la guía del Señor. Si sufrimos el dolor por lo que otros nos han hecho, es posible que tengamos que desandar el camino del perdón, profundo camino de sanidad para abordar las consecuencias de lo que han decidido por nosotras.

Pero ¿qué de las situaciones, de las pruebas, del dolor que llega a nuestra vida sin pedir permiso? Simplemente llegan. Arriba la tragedia, la enfermedad, el diagnóstico poco esperanzador, la muerte. Sobreviene la pérdida de la ilusión y la certeza que habrá caminos que no transitaremos ¿Cómo vivir con los sueños que no serán? ¿Cómo sanar ese dolor que arrastramos?

El domingo tres de abril de este año nació nuestro tercer hijo: Lucas. Llegó 12 minutos después que ingresamos al sanatorio: 10.50 hs. Rápido, anticipándose tres meses a su fecha de parto; 26 semanas de gestación. No hay explicaciones al por qué. Desde ese mismo momento, nuestra familia, nuestra congregación y aquellos amigos que se enteraban lo que estábamos viviendo se sumaron en oraciones constantes por su frágil vida. Los días que siguieron al nacimiento de Lucas se vieron inundados de grandes cambios familiares. Sus hermanos deseaban conocerlo y los protocolos en la Neonatología lo impedían. Su estado de salud era de una inestabilidad absoluta que nos llevaba a aguardar un milagro de sanidad completa. Por eso, clamamos una y otra vez. La incertidumbre inundó nuestros días, sin embargo, la búsqueda del Señor y Su paz eran el anhelo del corazón de mi esposo y el mío.

En esos días mi lectura de la Palabra de Dios rondaba en el libro de Marcos “¿Qué quieres que te haga?” Le preguntó Jesús al ciego que a gritos pidió hablar con Él (Marcos 10.51). Sentí que Jesús me preguntaba lo mismo y pedí con fe por los pulmones de Lucas, que se abran, que se expandan para que pueda respirar por sus propios medios. La pregunta de Jesús me parecía tan personal: “¿Qué quieres que te haga?” Le di mi respuesta, la creí posible.

En el momento que Lucas llegaba al mes de vida, su estado de salud se volvió aún más inestable comprometiéndose de tal manera que, al orar por él mi mente recordaba específicamente el poder de Dios. El poder de Dios era capaz de restablecer la vida de Lucas de una manera tal que en la Neonatología y el sanatorio quedarían asombrados de lo que había sucedido.

Entendemos el control como el dominio sobre algo o alguien. Buscamos controlar las situaciones u organizarnos de tal manera que podamos evitar los contratiempos. Para algunas personas los imprevistos, lo que se salió del plan original es casi una catástrofe. El nacimiento prematuro de Lucas era algo que no estaba en nuestros planes. Eso no se ajustaba a la expectativa o al sueño que teníamos. No había sido así con nuestros otros hijos, no lo pusimos como posibilidad. Cuando sucedió, aparecen las preguntas del ¿por qué?, pero el pensar en que a Dios no se le había descontrolado nada, me llenaba de paz.

Una y otra vez, la pregunta de Jesús volvía a mi mente “¿Qué quieres que te haga?” Durante esos días había avanzado en mi lectura hasta llegar al pasaje en Lucas 7 del versículo 11 al 17.

Cuando (Jesús) llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad. Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores. Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate.

El pasaje me llenó de esperanza, la mirada de Jesús inundada por la compasión y Su poder llevaron al milagro. La tarde del 5 de mayo frente a la vida totalmente debilitada de Lucas pedí por el milagro, le pedí a Jesús que me mirara con la misma compasión que había mirado a esa mujer que llevaba el féretro de su hijo en la pequeña ciudad de Naim.

Esa noche, minutos antes de la medianoche, nos llamaron del sanatorio. Lucas había fallecido.

De pronto, aquello que habías soñado, por lo que te habías ilusionado se difumina sin demasiada anticipación. La responsabilidad de elegir las palabras para hablarles a su hermano y a su pequeñita hermanita que el bebé había fallecido parecía un peso imposible de sostener. Señor, ¿tu compasión?

Los momentos de profunda intimidad en el Señor, en los que había clamado por mi hijo, me habían estado preparando para inundarme de fortaleza. Solemos abrazar la idea del milagro en términos del poder de Dios obrando lo extraordinario: dar vida a quien ha muerto o sanar lo que humanamente se considera imposible; creyendo que es así solamente como se produce el milagro.

Pasaron los días y seguí avanzando en la lectura de la Palabra de Dios. Ahora me encontraba en Lucas 8, una mujer desesperada a causa de su enfermedad toca el manto de Jesús. Es sanada. Hacía pocos días que había despedido a mi pequeño bebé. La respuesta de Jesús a ella fue “Hija, ve en paz, tu fe te ha salvado” (Lucas 8.48). Pensé, esa fe es la que me está salvando a mí. Dándome fuerzas para levantarme cada día, llenándome de ánimo para ocuparme de los detalles en casa, de discernimiento para poder ver otras necesidades, la claridad para poder tomar decisiones. Hay un milagro que está sucediendo: La Palabra de Dios me está vivificando (Salmos 119:25).

No nos arraigamos a Dios porque Él contesta nuestra oración como nosotros esperamos, sino porque confiamos en Quién es Él. Cuando una ilusión se desarma, cuando es la misma mano de Dios deshaciendo un sueño, necesitamos mirar al Creador, al Padre amoroso y sabio que nos lleva a transitar un nuevo camino. Ante el sufrimiento podemos responder con resentimiento o agradecimiento. Esa manera de responder será la que nos permita elaborar una nueva realidad. Agradecer la presencia constante del Señor, Su Palabra y el amor práctico del pueblo de Dios que inundó de detalles nuestro camino de incertidumbre se convirtió en el camino para sanar.

En Isaías 30:20 y 21 encuentro orientación en cómo seguir cuando los sueños se desarman:

Aunque el Señor te dio a comer adversidad y a beber sufrimiento, Él seguirá contigo a fin de enseñarte; verás a tu maestro con tus propios ojos. Tus oídos lo escucharán. Detrás de ti, una voz dirá: «Este es el camino por el que debes ir»

Cuando Dios quiere enseñarte te orientará a las preguntas adecuadas a realizarte para transitar el proceso de sanar lo que no pudo ser y dará clara indicación a esas respuestas. Te comparto las preguntas que Dios ha estado trabajando en mi vida:

  • ¿Te estás ocupando de sanar el alma ante lo que no pudo ser? El proceso de sanar implica la decisión firme de ocuparme. Tal vez, reduciendo actividades, buscando escuchar la voz de Dios, enfrentando y no evadiendo. Dios le dijo a un Josué afectado por la muerte de Moisés “Levántate” (Josué 1 es un capítulo tremendo para dotarnos de poder y consuelo para vivir sabiamente cuando tus fuerzas se reducen).
  • ¿Por qué cosas puedo agradecer aún en este tiempo de sueños deshechos o de anhelos profundos que no se dan? Un corazón agradecido es un terreno fértil y receptivo para los nuevos sueños que han de concretarse. Desde el dolor escribe Pablo, he aprendido a estar satisfecho en cualquier situación en que me encuentre (Filipenses 4:11) Quien puede hacer esta afirmación ha aprendido a agradecer en todo tiempo y ante cualquier circunstancia. Te animo a hacer una lista de las cosas por las que podés agradecer aún en el dolor. Te vas a sorprender cómo tu espíritu se reanima.
  • ¿Cuál es la nueva realidad que Dios espera que construya? Es posible que, a partir de lo vivido, Dios esté redireccionando varias áreas de tu existencia, lo laboral, el servicio, la manera de vincularte. No tengas miedo. Estás siendo enteramente preparada para una vida que dé gloria a Su Creador, que pueda brindar consuelo espiritual (así como lo asegura 2 Corintios 1.4) y que declare que nada de lo transitado fue en vano. Dios no falta a Sus promesas.

 

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3 comentarios en “Aún Duelen los Deseos no cumplidos”

  1. Avatar
    Yamila Da Luz

    Muy bueno🙌🏼… tan cierto puedo entenderlo… emm Dios sigue siendo bueno y entender su soberanía que él sabe lo que hace aún con el dolor, desilución que transitamos. Estoy leyendo el libro «mentiras que las mujeres creen » de Nancy Demoss y la autora habla sobre las circunstancias que no van a durar para siempre, es decir, mi dolor ,desilución y tantas otras tienen un tiempo . También la gracia de nuestro Dios para transitarlas y Coram Deo en medio de ellas. Es un libro maravilloso el cuál Dios utilizá para ministrarme en varias aspectos que tengo que cambiar y claro su palabra fundamental . Además leo este devocional el cuál me bendice mucho. Gracias queridas hermanas💜 por compartirlo. Dios las bendiga grandementee!!😊

  2. Avatar

    Gracias por compartir este testimonio. Gracias a Dios por sostenerte y poder ser de aliento a otras mujeres. Hermoso pensamiento y enseñanza de parte de Dios a mi vida.

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