Según el diccionario, la frustración tiene dos definiciones que están relacionadas entre sí. Primero, es “imposibilidad de satisfacer una necesidad o un deseo”. Segundo, la frustración es un “sentimiento de tristeza, decepción y desilusión que esta imposibilidad provoca”. El individuo reacciona a nivel emocional con expresiones de angustia, ira o ansiedad. Incluso se habla de personas con “baja tolerancia a la frustración”.
No creo que haya alguien en todo el mundo, niño o adulto, que no haya experimentado la frustración de una manera o de otra. Un bebé recién nacido, se frustra y llora cuando tiene hambre y no lo alimentan inmediatamente. Y por el resto de nuestra vida experimentamos esa imposibilidad de satisfacer alguna, u otra necesidad o deseo.
¿Te sientes identificada? ¿Recuerdas situaciones que no salieron como habías planeado? ¿Recuerdas cómo reaccionaste?
Hace 10 años yo vivía en Portugal, un país que amo y aun extraño. Teníamos una familia intacta y hermosa, un ministerio fructífero, un equipo maravilloso; pero un día todo empezó a cambiar. Estuvimos varios años tratando de descubrir el por qué de algunos síntomas que tenía David, mi esposo; sin embargo, no había respuestas. Después, a principios del 2014, mi hijo menor, Dylan, nació en Buenos Aires prematuramente. Poco después David finalmente recibió un diagnóstico, y fue devastador. Una serie de eventos desafortunados, le dieron un fin abrupto a la vida a la que estaba acostumbrada, y a todos los sueños y planes que teníamos para el futuro. Un día supimos que nunca más volveríamos a Portugal, y a nuestra vida. Ya han pasado 7 años desde ese entonces, y cómo me gustaría poder decirte que ya pasó todo, que todo está bien, pero no es así, porque la enfermedad de David es degenerativa y no hay nada que podamos hacer para detenerla.
Sería genial poder decir que, en todo momento reaccioné de la mejor manera, que nunca sentí tristeza o angustia, que nunca me enojé, y que nunca tuve miedo, pero eso no es verdad. Gracias a Dios, ese no es el fin de la historia, porque en la Palabra de Dios encontramos respuestas para ser victoriosas cuando nos sacuden las tormentas de la vida.
No necesito conocerte para estar segura de que has experimentado la frustración. Quizás no estés viviendo algo parecido a lo que estoy viviendo yo, pero sé que hay situaciones en tu vida que no son como esperabas: quizás tienes alguna necesidad material que no se suple a pesar de las muchas oraciones; quizás sueñas con formar una familia, pero el hombre de Dios que esperas no aparece; quizás tienes a ese hombre, pero no llegan los hijos… o pueden ser cosas más simples y cotidianas: se te derramó el café justo cuando estabas apurada por salir; te chocaron el auto camino al trabajo; te esfuerzas por ser de bendición en la vida de una chica que no muestra el menor interés. ¡Qué frustración!
La frustración nos lleva a enojarnos con cualquier cosa, o persona que se interponga a nuestros planes. Pero ¿esto es pecado? ¿Está mal frustrarnos cuando las cosas nos salen mal?
El problema es que nos sentimos así cuando olvidamos de que es Dios quien está en control de todas las cosas, grandes y pequeñas. Hay situaciones que no entendemos, pero eso no significa que hayan escapado al toque soberano de la mano de Dios.
Quizás te enojaste cuando llegabas tarde a una reunión y se te pinchó una goma, pero ¿se te ocurrió que es posible que Dios te estuviera librando de algún peligro más adelante? Tal vez te irritaste cuando alguien dijo o hizo cosas que te perjudicaron personalmente, o a tu ministerio, pero ¿recuerdas que Dios usó todo lo malo que quisieron hacer los hermanos de José para el bien de la nación de Israel? (Génesis 50:20) Quizás has hecho planes, buenos planes, pero las cosas no salieron como lo imaginaste y no entiendes por qué. ¿Te olvidaste de que no eres dueño de tu camino, de que el Señor es quien ordena tus pasos? (Jeremías 10:23)
La frustración es pecado porque es una evidencia de que no estamos conscientes de la intervención de Dios en todos los detalles de nuestra vida. En el momento en el que la computadora no funciona, o se te rompe el celular, o tienes que esperar horas para que te atienda un médico, y descubres que el seguro no cubre el tratamiento, reaccionas sin siquiera pensar en el Señor. Quizás sucede algo mucho más serio: recibes una noticia que cambia tu vida para siempre, entonces te desilusionas o aun te enojas, porque tus planes se frustraron.
Hay una frase que dice:
“Si dejas todo en las manos de Dios, verás las manos de Dios en todo”.
¿Están todos los aspectos de tu vida en sus manos? ¿Reconoces que Él está presente en todos los detalles de tu vida?
Si nuestro Padre tiene contados los cabellos de nuestra cabeza (Lucas 12:6-7) y las lágrimas de nuestros ojos (Salmo 56:8), si tenía planeado cada pormenor de nuestra vida aun antes de nacer (Salmo 139: 16), ¿no es evidente que se deleita en estar presente en todos detalles de nuestra vida? El Señor tiene una conexión íntima con sus hijos. Nada de lo que te pasa escapa a su control.
Están muy de moda esas fotos que comparan expectativa vs. realidad. Muchas veces pareciera que nuestra vida sería perfecta para la creación de esos videos o fotos, y nos frustramos, nos angustiamos, nos desilusionamos, nos enojamos con otras personas y aun con Dios.
¿Cuál es nuestra expectativa? ¿Cuál es nuestra motivación?
Cuando tenía 17 años estaba cantando y por un segundo me olvidé la letra de la canción. El susto fue tal que sentí que me desmayaba. ¿Por qué? Porque no quería quedar mal. Mi motivación estaba equivocada. Si yo me equivocaba, Dios igual podía ser glorificado, pero ¿cómo quedaba yo?
Si nuestra motivación está centrada en nuestra persona, nuestra familia, nuestro ministerio, habrá gran desilusión cuando nuestros propósitos se frustren. Por otro lado, si vivimos cada momento con la única expectativa de hacer lo que Dios tenga para nosotras, nuestros planes nunca serán frustrados.
¿Confías en el Señor? ¿Confías que el Dios de amor (1 Juan 4:8) solo quiere tu bien? Todo lo que Él permite tiene un propósito (Job 1:22), es para tu beneficio y el de quienes te rodean (Romanos 8:28) y Él puede utilizarlo para enseñarte (Salmo143:10).
En vez de desesperar, confía en su voluntad (Efesios 5:15-17), dale gracias en todo (1 Tesalonicenses 5:18) y descansa (Mateo 11:28).
Quizás no puedas evitar la reacción inicial, pero, cuando te des cuenta de tu error, tendrás la oportunidad de pedir perdón y cambiar de actitud.
Hay una canción que dice algo así:
Esta no es la historia que planeé
No es lo que preferiría
No quisiera un camino así
tan difícil de entender
pero si es para tu gloria
oh, Señor, estoy dispuesto
tus promesas dan paz a mi corazón
tus planes son perfectos
Entonces, la próxima vez que tus planes, grandes o pequeños, se vean frustrados tendrás que tomar una decisión: entristecerte, desilusionarte, enojarte, o confiar, confiar que la mano invisible de Dios, su mano herida por amor, está en control de todas las cosas.
Proverbios 19:21 – El corazón humano genera muchos proyectos, pero al final prevalecen los designios del Señor. (NVI)